
Desde el jueves a las nueve de la mañana, los españoles hemos comprendido al fin en qué consiste lo de la hibernación de la economía del país, el eslogan oficial construido para enmascarar las palabras que definen con exactitud la decisión del gobierno: cerrojazo a las empresas, paralización casi total, ausencia de compras, ventas y servicios. La publicación de los datos del INEM en marzo, unida a la explicación que han intentado dar los ministros de Trabajo y de Seguridad Social, nos ha dejado un diagnóstico exacto de lo que quiere decir el gobierno cuando habla de hibernar la economía y de que parezca que todos los días de la semana son domingos, con un ralentí accionado pero sin una desconexión total salvo en las actividades esenciales para la comunidad.
El paro registrado en tan sólo dos semanas del mes pasado, con una destrucción de empleo sin precedentes, contiene en su interior la esencia de esa "suerte de estado basal" del que ha hablado la portavoz del ejecutivo para tratar de convencernos de que seguimos vivos pese al encefalograma plano que muestra la economía. Lo que se nos ha intentado pasar como una ampliación de las vacaciones de Semana Santa, con el Estado ofreciendo créditos para que se paguen los mismos impuestos y cotizaciones de siempre, no es más que la metáfora de la ruina en la que entran millones de ciudadanos sin saber cuando volverán las cosas a normalizarse, ni con qué girones perdidos en el envite.
Los datos del jueves son los más engañosos de la historia del mercado de trabajo español, un récord más que se une a la mayor destrucción de puestos de trabajo en un solo mes desde hace cuatro décadas. Apuntándose de forma entusiasta a la defensa de los ERTES, herramienta creada en el Real Decreto Ley 3/2012 popularmente conocido como "reforma laboral del PP", la ministra Yolanda Díaz ha dado lecciones sobre lo que significan y lo que aportan estos expedientes temporales de regulación de empleo que su partido Podemos y el socio PSOE llevan ocho años descalificando en cada una de sus comparecencias. ¡Ahora comprendemos por qué no se derogó en los dos últimos años de gobierno progresista la reforma de Rajoy y Báñez!Y en las conclusiones de la ministra faltan los parados de los ERE, que no dejan de ser parados porque coticen. Son desempleados temporales a los que se paga un subsidio, aunque no figuren como demandantes de empleo. Están parados, en sus casas, sus empresas cerradas y cobran una ayuda pública. Podrán endulzar las cifras sin incluirles en el paro oficial registrado, pero cualquier análisis del desastre laboral actual debe incluirles en la lista de desempleados.
La traumática medida de prohibir todas las actividades salvo los servicios esenciales merecía un eufemismo, por lo que se prefirió la asociación de ideas con el letargo, la imagen del domingo de calles vacías
Hibernar suena si duda mejor que cerrar. El cierre total es lo que transmitió el pasado sábado el presidente del gobierno en su comparecencia televisiva antes de que se maquillara con lo de la hibernación. La traumática medida de prohibir todas las actividades salvo los servicios esenciales merecía un eufemismo, por lo que se prefirió la asociación de ideas con el letargo, la imagen del domingo de calles vacías en un país en el que, por otra parte, los domingos no queda nadie en casa si el tiempo lo permite.
La cosa va de eslóganes, porque la otra media naranja del ejecutivo, Unidas Podemos, ha creado el "escudo social" frente a las consecuencias de la crisis, otra imagen sonora en la que los trabajadores debemos imaginarnos como pequeños David frente al Goliat de las grandes empresas arrasando con todo, pero protegidos por el parapeto mágico de la res pública, una tercera perífrasis latina que se encarga de subestimar y despreciar todo lo que se sostenga con capital privado. Ahora, con los datos del paro de marzo, los españoles ya sabemos lo que es la hibernación, el sistema basal, el escudo social, la res pública y los niños ya saben lo que son los ERTES.