
España cierra su tercera semana de confinamiento sin garantías de un término cercano para esta situación (se baraja extender el estado de alarma hasta el día 26) y con daños patentes en su economía.
El parón de la actividad es casi total desde el martes y la Seguridad Social perdió 900.000 afiliados sólo en marzo, a los que hay que añadir 1,6 millones de afectados por Ertes. La situación desborda ya el alcance de las ayudas que el Gobierno desplegó. Éstas pierden eficacia por la improvisación en su diseño y las demoras en su aplicación (causa estupor que la primera línea de avales públicos aún no esté en marcha). Pero su gran limitación estriba en su escasa cuantía, en proporción a otros países de la UE. No hay margen para aumentarla dada la elevada deuda pública que nuestro país arrastra desde antes de la actual crisis. Es más, en la situación presente, ese pasivo amenaza con llegar al 130% del PIB. Son cifras inasumibles para una economía estable y España necesita un rescate europeo en toda regla. Eso quiere decir que no bastará únicamente el recurso al fondo de emergencia de la UE, el MEDE, ya que nuestro país absorbería por sí solo la mitad de los 410.000 millones de que dispone. Será necesario también tener una gran participación en los 25.000 millones que movilizará el BEI y en el fondo de lucha contra el paro que propone la Comisión.
Nuestro país no puede afrontar la actual crisis solo, pagando el precio de disparar su deuda pública al 130% del PIB
La reunión del Eurogrupo del próximo martes es vital para lograr la aprobación de todos estos mecanismos. España, además, cuenta con una oportunidad de oro en la negociación. El apoyo de Alemania abre la puerta a que nuestro país acceda a las ayudas, ya ineludibles, sin tener que someter su economía al control de una nueva troika.