
Tras los días pasados, marcados por las movilizaciones de los agricultores y por una gran tensión mediática, debemos retomar un diálogo sereno para, entre todos, buscar soluciones a las preocupaciones de los agricultores. Desde la distribución alimentaria queremos contribuir a encontrar las mismas, pero debemos ser conscientes de que somos un eslabón más de la cadena, y no el más importante.
Tenemos por delante la tarea de superar el falso y anticuado de debate de los supuestos márgenes excesivos de la distribución. La realidad es que éstos oscilan entre el 1 y el 3%, con precios de venta muy ajustados al ser un sector extraordinariamente competitivo. Con el argumento de los márgenes solo se consigue desviar el foco mediático hacia los supermercados, pero no centrarlo en los verdaderos problemas de los agricultores. Estos son múltiples y complejos y, quizá por eso, tan difíciles de explicar.
La única realidad es que los márgenes del sector de la distribución oscilan entre el 1 y el 3%
Lo primero que debemos tener en cuenta es la fuerte orientación del mercado agrario español hacia la exportación. El 80% de la producción de frutas y hortalizas se exporta y solo el 20% se vende en el mercado interno. De éste, a la distribución llega un 7% aproximadamente. Esto implica que el peso de las exportaciones hace que el precio el origen esté fuertemente influido por los mercados internacionales y sus fuertes oscilaciones en la mayor parte de las producciones.
Partiendo de este dato, también hay que considerar que los precios que perciben los agricultores y ganaderos están sometidos a una gran volatilidad derivada de innumerables factores: tipo de producción y producto, volúmenes de producción, factores climatológicos, cuestiones geopolíticas, comercio internacional, políticas agrarias en la UE, estructuras de producción, gustos del consumidor…, entre otros. La volatilidad en los precios agrarios es, de hecho, un problema que la Comisión Europea lleva años estudiando sin encontrar soluciones. Una de las funciones de la distribución es trasladar las variaciones de precios en origen a los PVPs de forma suavizada y con pocos días de retraso para no desplazar el consumo hacia otro tipo de productos.
El consumidor no puede pagar los problemas de la cadena alimentaria
Además, es preciso mencionar la aportación de valor del conjunto de la cadena agroalimentaria. Muchas personas trabajan para que los productos del campo lleguen a la mesa de los consumidores. El transporte es quizá el más visible, pero también hay que contar con las plataformas logísticas, la cadena del frío, el personal de exposición y comercialización junto con trabajos más ocultos, pero imprescindibles, como los técnicos de seguridad alimentaria, los técnicos agrarios o los técnicos de estudios de mercado.
Los estudios del MAPA demuestran que la cadena funciona y los precios se forman en nuestro país con eficiencia debido a la competencia. A lo largo de los últimos años hemos conseguido, entre todos, crear una cadena de valor que revierte directamente en beneficios para el consumidor. No debemos olvidar que los precios de alimentación en España se sitúan unos 5 puntos por debajo de la media europea, incluso de países similares a nosotros en cuanto a producción agraria y renta per cápita, como Italia. Así pues, el consumidor no puede pagar los problemas de la cadena alimentaria. Entre todos, debemos protegerle para que siga disfrutando de una dieta completa, variada, segura y a precios competitivos.
Desde la distribución pensamos que el espíritu que debe primar es el diálogo y la colaboración. El objetivo es encontrar soluciones que nos hagan más fuertes a todos, sabiendo que los agricultores son aliados estratégicos de las cadenas de supermercados y viceversa y, por ello, deben trabajar juntos -muchos ya lo hacen de hecho- por innovar y servir mejor al consumidor.