Diez años han bastado para que la inversión depositada por los españoles en fondos internacionales haya pasado del 10 al 35 por ciento del total.
Influyen varios factores en esta mayor amplitud de miras de los ahorradores de nuestro país. La reducción de los costes en la gestión pasiva y la liberalización que impulsa la nueva legislación, en especial la directiva Mifid II, han dado alas a esta forma de invertir. Pero, sobre todo, debe verse en ella una motivación eminentemente pragmática como es la necesidad de buscar rentabilidades mayores que las que el Ibex puede ofrecer. Es una tendencia que seguirá al alza mientras el selectivo español siga muy lastrado por su alta bancarización y por la escasez de firmas industriales y tecnológicas en su cartera.