
Tras algunas dudas sobre la conveniencia del impeachment, los demócratas de la Cámara de Representantes han decidido ir adelante con el proceso de destitución del 45 presidente de los Estados Unidos y es la tercera vez que esto ocurre y la primera contra un presidente republicano. Anteriormente, fueron sometidos a juicio (y absueltos) los presidentes Johnson en 1868 (por destituir a un ministro de Defensa nombrado por el Congreso, eran los años inmediatamente posteriores a la Guerra de Secesión y los ánimos aún estaban muy exaltados), y Bill Clinton, por mentir y haber negado "tener sexo" con la becaria Monica Lewinski, cuando en realidad se demostró que tuvo con ella sexo oral. Richard Nixon, republicano, dimitió cuando vio el proceso de destitución imparable tras el descubrimiento de unos "ladrones" en unas oficinas de Partido Demócrata en el edificio Watergate de la capital federal. Prefirió coger el helicóptero y salir de la Casa Blanca por su pie, por así decir, antes de sufrir la ignominia de ser destituido.
El proceso solo servirá para polarizar aún más un país que ya está dividido
Ahora es diferente y a mi juicio también muy grave. La Cámara de Representantes acusa formalmente a Donald Trump de "abuso de poder" y de "obstrucción a la labor del Congreso" por haber tratado de presionar a Ucrania con retirarle la ayuda militar de 400 millones de dólares (mientras el país combate con Rusia y sus marionetas), y también con la amenaza de no recibir a su presidente en la Casa Blanca. Todo ello en una operación destinada a perjudicar las posibilidades de Joe Biden, que en estos momentos todavía aparece como uno de los más serios rivales del actual presidente en las elecciones del próximo año. También acusa a Donald Trump de no colaborar y de obstaculizar los intentos del Legislativo por averiguar lo ocurrido. La Cámara se ha quedado en estas dos acusaciones, donde los fundamentos parecen muy sólidos, aunque son muchas más a mi juicio las razones por las que le podían haber buscado las cosquillas a Trump, como mentiras compulsivas, negación de visados por razones de religión, defensa de la tortura, maltrato de inmigrantes, evasión de impuestos, pagos a actrices porno, actividades fraudulentas usando una fundación caritativa como tapadera, amenazas a los que denuncien comportamientos ilegales, misoginia, corrupción, daño a los intereses norteamericanos, poniendo en peligro su democracia, y otras menudencias.
La votación en la Cámara ha seguido una clara división partidista. 230 a 197 (la acusación de abuso de poder) y 229 a 198 (la obstrucción) con solo dos demócratas en el primer caso y tres en el segundo votando en contra de la destitución. Los republicanos votaron todos en bloque en contra y eso deja muy pocas opciones a que prospere el juicio en un Senado donde la destitución debería obtener 2/3 de los votos para ser aprobada y los republicanos tienen la mayoría con 53 senadores. Los republicanos han hecho piña en torno a Donald Trump y aceptan con él que esto es una "caza de brujas", como las famosas de Salem en 1692 y 1693, en las que 200 mujeres fueron acusadas y 20 ahorcadas.... para luego ser exculpadas pocos años más tarde. Trump habla también de una "pérdida de tiempo y del dinero del contribuyente", de "una sarta de mentiras atroces" y de un "asalto contra América y contra el Partido Republicano". Y de hecho la popularidad del presidente ha subido desde que comenzó el proceso y ahora se sitúa en torno al 45 por ciento. Algunos republicanos han ido incluso más lejos y han comparado la votación en la Cámara con el ataque a Pearl Harbour, donde murieron 2.400 norteamericanos ("un día que vivirán la infamia") e, incluso, con la pasión de Cristo, lo que ha hecho al jesuita norteamericano James Martin responder con cierta ironía que las diferencias en el tratamiento recibido por uno y otro son tan descomunales que la comparación es absurda y que, por si aún fueran pocas, "solo uno de los dos no tenía pecados". Todas las posturas son respetables, pero a mí me parece que la disciplina de partido y la conveniencia personal no deben nunca estar por encima de la decencia y de la defensa de los valores en los que uno cree... si de verdad cree en ellos.

Nancy Pelosi, líder de la Cámara (speaker) que anunció la decisión "con solemnidad y tristeza", porque el comportamiento presidencial "no nos ha dejado otra opción", tendrá que decidir cuándo envía al Senado la decisión de poner en marcha el procedimiento de destitución, algo que previsiblemente ocurrirá en enero y en el que veremos otras batallas sobre si se convoca o no a testificar a otras personas del círculo presidencial, como su jefe de gabinete Mulvaney o su abogado Rudy Giuliani, que hasta la fecha se han negado a colaborar con la investigación, en una batalla que se augura dura y desabrida y que sin duda contribuirá a polarizar aún más a un país ya profundamente dividido por la mitad y que se enfrenta a elecciones el próximo mes de noviembre.
En todo caso, se abre ahora el paréntesis de la Navidad que debe animar a pensar más en lo que nos une que en lo que nos separa. Esperemos que unos y otros, demócratas y republicanos, lo utilicen para indagar en sus conciencias antes de regresar en enero al fragor de la confrontación partidista, que los ciudadanos norteamericanos siguen con vergüenza, unos, y con agravio, otros. Y todos con indignación.
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