Opinión

¿Proseguirá la desaceleración económica?

La economía española resiste mejor la ralentización al estar basada en el sector servicios

La actividad económica global se desacelera, en particular en Europa (ver índices de producción industrial, empleo) y China. Básicamente porque los factores de incertidumbre, como la guerra comercial, las escasas señales de recuperación del área euro y las ratificaciones parlamentarias del Brexit son aún impredecibles.

A diferencia de otras desaceleraciones (no se detecta un frenazo brusco, ni existen desequilibrios macroeconómicos descomunales como para atisbar una crisis, al menos en Europa), ésta, en gran medida, tiene su origen en responsables políticos. Básicamente, el presidente de la primera potencia mundial, Donald Trump, y el primer ministro Boris Johnson (más anteriores promotores del Brexit). Ambos han sido, en muchos aspectos, imprevisibles, de ahí la dificultad de vislumbrar el final de esta "reestructuración" del orden económico, hasta ahora basado en leyes supranacionales ratificadas por instituciones multilaterales como la OMC ("Si no cambian, me retiraría" decía Trump en 2018).

Responsables políticos, como Trump, son los causantes de la ralentización

Tanto la guerra comercial como la tecnológica, que, cada vez en mayor grado, hace peligrar la libertad de los ciudadanos, obligarían a hacer lecturas cruzadas para ofrecer no más allá de un juicio de valor de la situación, pero si algo merece destacarse en los últimos años es una cierta decadencia hegemónica de EEUU, "a costa", principalmente, de China, cada vez menos planificada y más orientada al consumo interno. Las dudas sobre cómo será este cambio de modelo es otro factor de incertidumbre. Obviamente, cualquier ruptura de un orden estático se refleja no solo en descensos del PIB de los directamente afectados -por la política arancelaria de Trump y el potencial desestabilizador del Brexit- sino en un deterioro de expectativas y el surgimiento de tensiones más allá, especialmente donde los descontentos sociales son más profundos.

Cabe, sin embargo, una interpretación menos desalentadora (por llamarlo de alguna forma), y es que la política de Trump haya respondido a una estrategia premeditada que esté aproximándose a su fin. EEUU sube los aranceles selectivamente con China y la UE, con quienes ha mantenido déficits descomunales. En la UE, especialmente con Alemania. Trump ha intentado debilitarlos por varias vías; de ahí su apoyo al Brexit duro y los contactos con Putin, por poner ejemplos. Por el efecto dominó, esta estrategia afecta a otros, entre ellos España.

No existen datos que afiancen la idea de que nos acercanos a otra gran crisis

La situación económica de EEUU ha propiciado estas políticas. Ha crecido mucho tiempo, incluso con ciertas presiones inflacionistas, por lo que no le ha venido mal enfriarse algo al tiempo que se intentara reducir su enorme déficit vía aranceles. Pero esta estrategia puede llegar a su fin. El PIB ya crece por debajo del 2% (1,9% en 3T anualizado desde 2%) y la inversión en bienes de equipo cae (-3,8% en 3T). Los empleos creados son aún numerosos, pero se destruyen en manufacturas y automóviles. Lo más importante, los salarios se estancan o incluso decrecen en ciertos sectores (manufacturas, ver Oficina de Trabajo). Hay indicios de que la economía agota el largo período expansivo, de ahí las presiones a la FED para reducir tipos de interés (ya 3 veces desde julio), y así aumentar el consumo (2,9% en 3T desde 4,9%), al que no solo le afectan los aumentos de aranceles; representa dos tercios del PIB y, por tanto, es el factor decisivo para futuros votos. Por ello a Trump le interesa, conforme se aproximen las elecciones, rebajar las tensiones comerciales; de hecho, las señales con China son algo más positivas. (Además de la inquietud por el posible impeachment).

En España, el año en curso apunta hacia una desaceleración más suave que en la eurozona. El PIB (INE) creció un 0,4% en el 3T, similar al 2T, y el acumulado respecto al año anterior un 2%, también similar al 2T, pero superior al promedio europeo. Algo previsible al estar la economía basada más en turismo y servicios que en industria, afectada por la guerra comercial. La tasa de paro se sitúa (EPA 3T) en el 13,9%, un descenso moderado. Sin embargo, fueron noticia la quiebra de T. Cook y los aranceles de EEUU a productos muy sensibles a precios (aceite, vino…), lo que afecta a la positiva contribución de la demanda externa al PIB, de 0,2 puntos, 8 décimas inferior al 2T. Pese a continuos anuncios de desaceleración de la demanda interna, dado el impasse propio de un gobierno en funciones (sin presupuesto para afrontar el déficit), su contribución al PIB ha sido de 1,8 puntos, 8 décimas más que en el 2T, siendo relevante el avance del consumo privado (mejor dato desde 3T18) y la inversión empresarial (5.9%), aunque algunos recientes índices de confianza (inversión y consumo) bajan (BBVA). Otro dato positivo es el aumento de la inversión privada internacional (ver ASCRI, octubre) y la moderación de los precios del petróleo.

De forma que, pese a quienes atisban tormentas de recesión por todas partes, no hay que dar nada por sentado en un mundo donde las nociones antagónicas de coyuntura/estructura resultan difusas.

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