
Podría comenzar formalmente este mes. Podría demorarse hasta Navidad, e incluso si comienza, podría no tener éxito. Pero los demócratas en Washington ya han comenzado los procedimientos de destitución contra Donald Trump, y alguna forma de acción legal pensada para buscar el desalojo del presidente de la Casa Blanca parece inevitable.
Ahora mismo, los mercados se lo tomando con calma. Dejando a un lado algunos vaivenes, apenas ha habido reacción. Hay tantos problemas políticos en todo el mundo que simplemente se puede añadir a la lista como un riesgo potencial más a tener en cuenta. Pero esperen: la experiencia muestra que los impeachments siempre son terribles para los mercados. El último par de veces que sucedió, los índices bursátiles se estrellaron. Es cierto que hubo muchas razones para esas caídas, y es posible que la agitación en Washington sólo haya sido el detonante y no la causa principal. Pero eso no significa que una acción de este tipo no pueda marcar tendencia de la misma manera que lo hizo en 1974 y 1998.
El mercado de valores se equivoca al estar tan relajado ante el proceso contra Trump
De alguna manera, es notable que Trump haya logrado pasar tres años en la Casa Blanca sin tener que enfrentarse a un intento de destitución antes de ahora. Ha tenido una carrera tan escandalosa, está rodeado de tanto caos y tiene tan poco respeto por las reglas, que siempre parecía inevitable. La impugnación ha sido objeto de debate casi desde el día de su elección. El mes pasado, sin embargo, finalmente se hizo realidad. Trump se enfrenta a acusaciones de que utilizó la ayuda militar para presionar al presidente Zelensky de Ucrania con objeto de dañar a un oponente político. La mayoría de los demócratas en el Congreso ha votado a favor de iniciar la moción contra el Presidente. El mecanismo está en marcha, y aunque puede pasar algún tiempo antes de que el asunto llegue a juicio en la Cámara, es difícil ver cómo los demócratas pueden dar marcha atrás ahora.
Está por verse qué suerte correrá la Presidencia de Trump en los próximos meses. Es aún posible que sea desalojado de su cargo con deshonor. Por otra parte, es posible que todo ese oprobio se olvide y sea reelegido en el otoño del año que viene. Sin embargo, hay una cosa que podemos decir con seguridad. El mercado de valores se equivoca al estar tan relajado.
El caso más similar es sin duda el escándalo Watergate de 1974, cuando una acción contra Richard Nixon se prolongó durante meses. ¿La reacción en Wall Street? Entre la fecha de la revelación del Watergate y la renuncia de Nixon, el S&P 500 cayó un 23por ciento. No fue una época tranquila. Durante los primeros seis meses, los inversores eran cada vez más optimistas. Lo ignoraron durante mucho tiempo, pensando que nunca ocurriría en realidad, o que no importaba si lo hacía. Cuando se vio que la realidad era otra, el estado de ánimo se volvió dramáticamente bajista.
¿Qué hay del impeachment contra Bill Clinton en 1998? Aunque finalmente fracasó, y Clinton siguió en el cargo, hubo una caída del 22 por ciento en los mercados entre julio y octubre de 1998 cuando el Congreso trató de destituirlo. Volviendo a la única otra gran acción de impugnación, contra el sucesor de Lincoln, Andrew Johnson, en 1868, cuando, al igual que Clinton, fue absuelto, aunque sólo por un solo voto en el piso de la Cámara, el mercado de valores se desplomó bruscamente a medida que el asunto se desarrollaba (no tenían tweets en vivo en los mercados en esos días pero Wall Street cayó un 10 por ciento en un mes).
Para ser justos, en ambos casos del siglo XX ocurrieron muchas otras cosas en la economía global. En 1974, el mundo se encontraba en medio de la primera gran crisis del petróleo, la desintegración del sistema monetario de Bretton Woods al pasar de los tipos de cambio fijos a los flotantes, y el comienzo de casi una década de inflación galopante. Asimismo, en 1998, cuando el Congreso sometió a Bill Clinton a juicio, se produjo la crisis financiera rusa, un colapso de la deuda asiática y los primeros bamboleos en la burbuja de las punto com que se había construido a lo largo de gran parte de la década. Los impeachments fueron probablemente el detonante que hizo que todos esos problemas salieran a la superficie, y no su causa real.
Sin embargo, la clave radica en que la economía mundial se muestra tan problemática ahora como lo fue en cualquiera de esos años. Las guerras comerciales estallan por todas partes, poniendo fin a medio siglo de liberalización global, que, cuando miramos hacia atrás, puede ser muy similar al final de la Segunda Guerra Mundial y al propio del sistema de Bretton Woods. Los tipos de interés negativos causan estragos en el sistema financiero y bancario, y países como Argentina colapsan. Nos encontramos al final de un mercado alcista de una década de duración, y los precios de los bonos han alcanzado niveles extraordinarios, muy parecidos a los que tenían los mercados de valores en 1998. Hay mucho material combustible ahí fuera. Todo lo que se necesita es una chispa para convertir los temores que ya inquietaban a los inversores en pánico.
En realidad, si la economía global marchara bien, y si no hubiera fisuras importantes en el sistema de comercio global, probablemente no se produciría un juicio político. El partido de la oposición en el Congreso, ya sean los demócratas o los republicanos, sólo toma medidas para destituir a un presidente en servicio si piensa que ya es vulnerable. Ahora aprovechan una situación de debilidad, al igual que en 1974 y 1998. La impugnación en sí misma no es necesariamente un gran problema: un nuevo presidente sería en realidad una mejora. Pero podría convertirse fácilmente en el detonante que toda corrección o colapso del mercado necesita. No sería ninguna sorpresa si un proceso de seis meses para echar a Donald Trump de la Casa Blanca fuera el catalizador de un gran revés en Wall Street. Y si eso sucede, se extenderá a todos los demás mercados importantes del mundo.