
Es difícil pensar que ya no llegarán más correos electrónicos de Alfonso. Bien para reconocer el trabajo bien hecho pero también, como magnífico editor que era, para recordar que hay términos que conviene explicar en las crónicas para que el lector pueda entenderlos.
Por la distancia, mi trato con él era más bien virtual, pero todavía recuerdo nuestro primer encuentro en Madrid, con la crisis de Lehman azuzando y su continuo interés por cómo vivían los estadounidenses dicho momento histórico. "Eso hay que contarlo", insistía. Años más tarde vino acompañado de sus hijas a visitar la New York Stock Exchange. Fue entonces cuando pudimos compartir unas horas en las que vio de primera mano la labor que a diario se hace desde Nueva York para contar todo lo que ocurre a este lado del Atlántico.
Peter Tuchman, de Quattro Securities, y el trader más fotografiado del mundo, nos explicó el funcionamiento y engranaje de la bolsa neoyorquina. De nuevo, insistió en la importancia de seguir dando acceso a los lectores sobre todo lo que ocurre aquí a diario de primera mano. Siempre agradeceré su apuesta por Estados Unidos y sobre todo por Latinoamérica.
Durante una comida posterior en Fraunces Tavern, el restaurante más antiguo de la ciudad y que George Washington solía frecuentar, hablamos largo y tendido sobre el panorama político estadounidense, especialmente de Donald Trump, Tesla y sobre todo fórmulas para seguir haciendo crecer elEconomista. Siempre estaba dispuesto a escuchar propuestas.
Revisando los últimos intercambios que tuvimos, Alfonso insistía en que este año iba ser buenísimo para todos los que hacemos este periódico. Un mensaje de optimismo que siempre le caracterizó, incluso en los momentos más difíciles. Ahora, para los redactores y el conjunto de Editorial Ecoprensa 2019 se ha convertido en un año triste y difícil. Sin embargo, Alfonso estará siempre en cada palabra que escribamos, gracias al gran equipo que ha logrado formar. Una vez más, gracias de corazón, Alfonso.