Admiraba a Alfonso de Salas, ya antes de conocerle, por sus obras. Fundar tres empresas periodísticas y dar en el clavo ante las exigencias de cada momento no es una cuestión baladí. Con su ida me he sentido huérfano profesionalmente, porque era un editor que entendía el negocio periodístico, que sabía adelantarse a las novedades técnicas, que defendía la independencia informativa y, lo que no es menos importante, a los periodistas.
Siempre me sorprendió el conocimiento universal que tenía de las cosas. Admiraba su profundidad en el conocimiento del Derecho, cuando comentábamos alguna novedad legislativa o sentencia de calado. Mucho más allá del conocimiento que se puede presumir sobre estas materias en un empresario preocupado por su negocio.
En esta profesión en que los que llevamos muchos años bregando con la actualidad ya casi nada nos sorprende, me entusiasmaba su curiosidad periodística, era más periodista que muchos de los que ejercemos esta profesión y vivía en primera línea la historia de este país desde la transición hasta nuestros días.
No había malos días en la vida del diario, porque desde que me incorporé a elEconomista siempre le oí decir una de sus frases talismán, como era: "Estamos haciendo el diario que queremos". Durante una docena de años me he sentido feliz "haciendo el diario que quiero", a pesar de que, con la crisis económica y la irrupción de las nuevas tecnologías, en el sector y en la profesión nos hemos visto obligados a reinventarnos varias veces en un corto espacio de tiempo.
Y gracias a su profesionalidad, espero seguir haciéndolo, porque ha sabido dejar una empresa enfocada al futuro, por muy complicado que se presente, y con unos elevados principios. Sus consejos serán mi mejor brújula.