Opinión

La miopía estratégica de Thomas Cook

El retraso tecnológico clave en la quiebra del touroperador

A la ya reconocida desaceleración económica, se suman señales de alerta en el sector turístico, pues una elevada preocupación se está adueñando de la industria europea y en especial de la española. Hace poco, los datos mostraban una caída en el número de turistas que recibe España, en especial británicos y alemanes, a consecuencia de la fuerte competencia de otros destinos más atractivos como Egipto, Túnez o Turquía; también a los vaivenes del Brexit y la devaluación de la libra, así como la ralentización económica de Reino Unido y Alemania.

La noticia de la quiebra de Thomas Cook ha puesto la piel de gallina en el sector turístico; el pasado lunes, la compañía anunciaba en las redes sociales el cese inmediato de sus operaciones pillando con el paso cambiado a miles de turistas y operadores. De entrada, ha dejado sin servicio a más de 600.000 turistas que estaban disfrutando de sus vacaciones y que ahora deben ser repatriados en un proceso tedioso y que durará varias semanas. Un agujero financiero de 4.000 millones de euros, una deuda cercana a los 1.500 millones, 22.000 empleos perdidos, decenas de miles de turistas que tenían contratados los servicios en breve, así como todos aquellos intermediarios de la cadena de valor del sector turístico que viven o sobreviven gracias a los mayoristas, entre los que esta compañía es la líder: una tragedia para muchas empresas y empleos.

La empresa no supo ver el declive de su principal producto, los paquetes turísticos

Al cierre de 2018, Thomas Cook presentaba unas ventas de 9.584 millones de libras y un EBITDA equivalente al 3,53 por ciento de las mismas (338 millones), y unas pérdidas de 163 millones en gran parte debido a los costes de la elevada deuda (155 millones) que en dicho ejercicio representaba casi 6.350 millones de libras, de los cuales, 4.339 millones eran a corto plazo, y una tesorería muy debilitada. Los datos del primer semestre de 2019 fueron desalentadores, con unas pérdidas de 1.800 millones de euros, el preludio de una tragedia. Como consecuencia, su capitalización de mercado se ha ido reduciendo en los últimos años hasta alcanzar ahora los 50 millones de libras (cotizan a 3,45 peniques, es decir, se han reducido en 35 veces en 18 meses, a un ritmo de 7 peniques al día), de modo que el negocio se encontraba hace meses en la UCI a la espera de renegociar un incremento de financiación que, como era lógico, no se iba a producir con esos números en el haber. Para mayor indignación, para premiar estos resultados la retribución fija del CEO y del CFO de la compañía, sin incluir bonus y otros incentivos, asciende a 1 y 0,52 millones de libras respectivamente. Es difícil entender la gran tolerancia de los grandes accionistas.

Y no es casual, la historia se repite pues todo ello es el resultado de una continuada mala gestión de la compañía, la miopía estratégica que afecta a directivos poco visionarios de grandes corporaciones históricas que no hacen más que mirarse el ombligo como si el resto del mundo girase a su alrededor y nada ni nadie pudiese tumbarlos. No es la primera vez ni será la última, pero aviso a navegantes, el mundo está cambiando a pasos agigantados y la digitalización de la sociedad se está implantando irremediablemente acabando con modelos de negocio del siglo XX, poco eficientes y obsoletos en términos de innovación. En este caso, el suceso está protagonizado por el segundo turoperador mundial, que no ha sabido ver el declive de su principal producto (el paquete turístico) y que dice adiós a 178 años de historia.

Los agentes de viaje españoles deben adaptarse a los nuevos tiempos y a la tecnología

Lo que ya vivieron la mayoría de las agencias de viajes tradicionales, que han desaparecido prácticamente, se está reproduciendo a nivel de los mayoristas. Thomas Cook no ha sabido reinventar su modelo de negocio y ha operado ajeno a los cambios tecnológicos, cambios en la competencia y en los hábitos de consumo. Y es que entre todos, y en particular las nuevas generaciones, estamos propiciando un acelerado cambio en los hábitos de consumo pues preferimos contratar hoteles, excursiones y medios de transporte de forma directa a través de la red en vez de coger paquetes turísticos cerrados y con excesiva antelación. De ahí el aumento de plataformas como Booking, AirBnB o eDreams.

España es un país de servicios donde el turismo representa el 15 por ciento del PIB por un valor de 190.000 millones de €euros y genera 2,83 millones de empleos, es decir, el 15 por ciento del empleo total.

Aunque el impacto real de la quiebra de Thomas Cook sobre el turismo en España está por determinar, lo cierto es que cerca del 10 por ciento de los turistas que llegan, venían a través de esta compañía. El efecto va a ser desigual en nuestra geografía. Las zonas más afectadas son Canarias y Baleares seguidas por las áreas de playa del mediterráneo como la Costa Brava, Costa del Sol y Costa Valenciana, donde el turismo representa hasta el 30 por ciento del empleo y que además ya habían recibido un primer golpe por el efecto del Brexit. Debemos recordar que la temporada de invierno es clave en Canarias, que recibía a 3,5 millones de turistas de Thomas Cook, lo que puede suponer una pérdida del 10 por ciento del empleo en la región. No debemos olvidar que el efecto se transmite a lo largo de la cadena de valor de la industria en las actividades de alojamiento, transporte, restauración y ocio, entre otras muchas.

El consumidor y el pequeño o mediano empresario es el que se lleva la peor parte en estas situaciones, primero porque necesita liquidez para seguir operando. Mucho me temo que de los 220 millones correspondientes a la factura pendiente de pago a proveedores en España (y eso que muchos de ellos ya habían forzado pagos por adelantado a la vista de las penurias financieras del turoperador), con el proceso de quiebra habrá una quita significativa que reducirá esa cantidad y que dilatará el pago en el tiempo. Esto será un fuerte impacto en la línea de flotación de estas comunidades autónomas. que a corto y medio plazo van a ver cierres de empresas turísticas por fuertes pérdidas y falta de liquidez; y también impactará en todos los operadores, e incluso en bancos, con el consiguiente efecto sobre la economía y el empleo.

Así pues, este hecho, deja unos nubarrones en el horizonte que unidos a la desaceleración económica pueden tener un efecto acelerador sobre el desempleo y la falta de inversión a nivel país; eso sí, también hay atisbos de luz al fondo pues se abre una ventana de oportunidad para que otros turoperadores ocupen el hueco dejado, pues está claro que sigue habiendo mucha demanda de turismo en el mercado español y que somos uno de los destinos preferidos de los europeos. Donde hay amenazas para unos, aparecen oportunidades para otros, de modo que entre los principales beneficiarios de esta quiebra se encuentran lógicamente los principales competidores como la alemana TUI, que debería rediseñar su modelo, la británica Expedia o las españolas TravelPlan, Soltour y Mapa Tour, así como las plataformas colaborativas Airbnb y las líneas aéreas de bajo coste, incluyendo Iberia.

En España, los agentes que protagonizan la industria turística deberán reinventarse o adaptarse a los nuevos tiempos y tecnologías para evitar que tarde o temprano pasen a los anales de la historia, como ya ocurrió con empresas como BlockBuster, Nokia o Kodak. Cuando las barbas de tu vecino veas cortar…

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