Opinión

Cuidado con los cantos de sirena

Controlar el déficit y la deuda es clave en momentos de desaceleración

Cuenta Homero en la Odisea que las sirenas eran criaturas malévolas que con su hermoso canto atraían a navegantes hacia la costa rocosa de su isla para llevarlos a la muerte haciendo naufragar sus embarcaciones. Ulises, para evitar caer bajo sus encantos, ordenó a su tripulación que se taparan sus oídos con cera de abeja, e hizo que le ataran a él a un mástil para escuchar el canto sin perecer. Para fortuna del héroe de Ítaca, cuando, encandilado por el sonido de las sirenas ordenó a sus hombres que lo destaran, estos lo ataron más fuerte.

En política económica se oyen cantos de sirenas cada vez que una fuerte desaceleración asoma por el horizonte. En 2008, tras la caída de Lehman Brothers, y cuando era evidente que la política monetaria era incapaz de frenar la fortísima desaceleración económica, surgió todo un movimiento en los círculos internacionales de política económica en favor de utilizar la política fiscal para contrarrestar el ciclo económico adverso.

Conservar la credibilidad de las cuentas públicas es más importante que el crecimiento

La argumentación era la siguiente: en condiciones normales es la política monetaria la encargada de equilibrar el ciclo económico, elevando los tipos si la economía se recalienta y bajándolos si se enfría demasiado. La política monetaria es más flexible, no precisa de los pesados procedimientos legislativos que sí necesita la política tributaria y presupuestaria, impacta rápidamente en la economía, no depende, en su ejecución, de lentos procesos de contratación y se puede retirar con facilidad, al contrario que el gasto público o las reducciones de impuestos, que, una vez aprobados, políticamente es muy dificultosa su retirada.

Sin embargo, a finales de 2008 se consideraba que la política monetaria sería insuficiente y, ante la magnitud de la caída de la demanda agregada, la política fiscal debía acudir en apoyo de la monetaria. Eso sí, se esperaba que los Gobiernos tomara medidas por el lado de los gastos o de los ingresos que fueran temporales, tuvieran gran impacto y se retiraran con facilidad. ¿Se acuerdan del cheque bebé o del Plan E?

Iniciar una política fiscal expansiva hará que el déficit supere con rapidez el 3 por ciento

Tanto desde los Gobiernos del G7, como desde instituciones habitualmente garantes de la ortodoxia, como el FMI, se hicieron llamamientos para que se expandiera el gasto, se bajaran los impuestos y se mirara hacia otro lado ante el incremento del déficit, pues lo importante era luchar contra la recesión y la sostenibilidad de las cuentas públicas era algo secundario. Ni que decir tiene que para muchos Gobiernos esto era música celestial. El FMI pidiendo que se incrementaran los déficits públicos era como el Papa aconsejando a los católicos el adulterio, el despiporre.

Lo que pasó es bien conocido. Menos de dos años más tarde, el intento de contrarrestar el ciclo económico expandiendo el déficit público había fracasado, todos los países entraron en una fase de volver a equilibrar las cuentas públicas, y los mismos que alentaron la expansión fiscal estaban exigiendo medidas de ajuste a los países más vulnerables y enviando a los hombres de negro, para garantizar el repago de la deuda.

De esta indisciplina fiscal salieron especialmente perjudicados los países con peor historial de responsabilidad fiscal que se vieron afectados por la pérdida de confianza. O, dicho de otra forma, si tienes una buena reputación en los mercados de deuda, conseguida con décadas de cumplimiento exquisito de tus obligaciones, te puedes permitir alguna alegría presupuestaria temporalmente. El mercado, dado tu historial confiará en que volverás a la responsabilidad fiscal y el pago de la deuda está garantizado. Pero si tu historia económica, como es el caso de España, está llena de episodios de devaluaciones y quiebras de la solvencia de las Administraciones, el incremento del déficit deteriora muy rápidamente la percepción de solvencia.

Si la expansión fiscal no produce el efecto esperado sobre el crecimiento, el mercado eleva instantáneamente la prima de riesgo, lo que contrae un más la actividad, entrando así en un peligrosísimo circulo vicioso del que sólo se sale con medidas extraordinarias. Lo poco que se gana con la expansión fiscal, se pierde con creces por el deterioro de la credibilidad. Esto es exactamente lo que le pasó a la economía española entre 2009 y 2012, y el precio que pagamos fue una década perdida. ¡Cuánto más nos hubiera valido utilizar los escasos recursos públicos en evitar que el déficit creciera tanto y haber conservado algo de la credibilidad ganada desde la entrada en el Euro! Pero no, había que escuchar los cantos de sirenas, remar en dirección a las rocas y naufragar.

La economía española está creciendo en el entorno del 2 por ciento, menos que en los últimos años, pero bien por encima de nuestros socios europeos, especialmente Alemania que parece dirigirse a la recesión. En un contexto de desaceleración mundial y con la economía alemana parada surge de nuevo el debate sobre la política fiscal. Como en 2008, se duda sobre la eficacia de la política monetaria. En esta ocasión ante el nulo margen de los tipos de interés y, como entonces, se pide un esfuerzo a la política fiscal para que venga en ayuda de la política monetaria.

España debe atarse fuertemente al palo del mástil y resistir el canto de las sirenas por dos motivos. El primero de ellos es que ya lo hemos probado y el resultado fue catastrófico. Conservar la credibilidad de las cuentas públicas es mucho más importante que unas décimas de crecimiento al año.

El segundo motivo es que nuestras cuentas públicas son ahora más vulnerables que en 2007. En 2007 había superávit en el sector público, no había déficit estructural y la ratio deuda pública respecto al PIB era del 36 por ciento. En 2019, sin embargo, el déficit público nominal y estructural están alrededor del 2 por ciento del PIB y la deuda pública en el 98 por ciento. Con estos números, si la economía se desacelera de forma importante, apenas hay espacio para dejar actuar a los estabilizadores automáticos (el incremento de gastos como el desempleo o la caída de recaudación que genera la evolución del ciclo económico). Si la economía se frena, el déficit sobrepasará seguro la barrera del 3 por ciento que nos vuelve a situar en el Procedimiento de Déficit Excesivo, y Europa nos obligará ajustar las cuentas. No digamos si ahora iniciamos una política fiscal expansiva lo que puede llegar a ocurrir.

En este contexto, lo que procede es atarnos con doble cuerda al mástil, pero ya verán como en período electoral muchos nos van a decir que para que la economía evite la recesión lo que hay que hacer es escuchar con atención el canto de las sirenas.

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