
Como bien señala el célebre inversor estadounidense Warren Buffett, cuando reina la codicia conviene mostrarse temeroso, y viceversa. Es un sabio consejo que aplico, ya que, cuanto más miedo percibo, más optimista me vuelvo. Considero por ello que asistimos a una etapa muy halagüeña para la renta variable mundial –también en Europa y España.
Las inquietudes proceden de ambas partes del Atlántico. En EEUU tanto la inversión de la curva de rendimientos así como la absurda deriva de los aranceles acaparan las portadas; en Europa, el desplome del estado de ánimo inversor y de los indicadores de confianza económica –aunque estos han mejorado en España–. En el contexto internacional, un tercio de las gestoras de fondos consultadas creen que en los próximos 12 meses comenzará una recesión, concediendo a esta eventualidad la probabilidad más alta desde la crisis de la deuda en la eurozona. Con todo, pocos tienen presente el consejo de Buffett: en EEUU se han retirado 138.000 millones de dólares netos de fondos de inversión en acciones y fondos cotizados en lo que va de año (hasta el 30 de agosto), 44.000 millones de los cuales en las últimas cuatro semanas.
El mercado ya ha descontado la totalidad de las incertidumbres globales que existen
Este clima de decaimiento es "alcista". Como es sabido, los mercados descuentan toda la información divulgada públicamente, incluidos los miedos, las opiniones y las previsiones. Para cuando la prensa alerta sobre las novedades de los aranceles, el Brexit, Irán o el supuesto colapso de la economía europea, las acciones ya las han incorporado a la cotización. Si las noticias son vox populi, no hay de qué preocuparse, el desánimo hace que cualquier evento menos malo constituya una sorpresa alcista.
Volvamos a la crisis de la deuda. La banca española se hallaba al borde del abismo, la austeridad sacudía el sur de Europa y la política estaba sumida en el caos. Pero esta cruda realidad terminó venciendo los peores augurios de los que vaticinaban el desmoronamiento de la eurozona. Finalmente, las acciones empezaron a recuperarse al término de 2011 y despuntaron un 47,2 por ciento en 2012 y 2013.
Lo sucedido entonces explica la persistencia de los temores actuales. La salida del Reino Unido de la UE ha sido motivo constante de preocupación en Europa durante todo el año, si bien la prensa lleva atizando este miedo hace mucho, conque los inversores han tenido tiempo de sobra para reflejarlo en las cotizaciones. Los especialistas ya han analizado por activa y por pasiva todos y cada uno de los desenlaces, por fatídicos que sean. Si Reino Unido aguanta y mantiene los intercambios con Europa, la realidad debería batir las expectativas.
Los servicios tiran de las economías de la UE, lo que limita el impacto de los aranceles
En política, igual. El bloqueo en España y el culebrón italiano desconciertan fuera de Europa. Sin embargo, la parálisis de gobierno, que garantizaría la continuidad de las últimas reformas, será otra sorpresa positiva.
Muchos temen, asimismo, la debilidad de la industria europea, sobre todo de Alemania, a pesar de que ya está asimilada, amén de que se malinterpreta. Ya no estamos en 1950, el sector servicios –en una relación de tres a uno con el industrial– es el que lidera las economías avanzadas y en el grueso de los países de la eurozona, incluido España, va bien.
Los aranceles copan los titulares en EEUU, por más que afecten solo a una parte de la producción mundial. Desde 2017, el total de pagos en concepto de aranceles, nuevos y potenciales, representa menos de la centésima parte del PIB mundial. Además, muchas empresas los evitan mediante el transbordo y el reetiquetado de los productos, limitando aún más su impacto. Mucho ruido y pocas nueces: ¡factor alcista!
Suelo insistir en que los mercados alcistas solo concluyen de dos maneras: cuando se ha escalado el muro de preocupación y el entusiasmo hace imposible la generación de sorpresas o con el golpetazo, una sorpresa negativa de billones de dólares. Uno de estos desencadenó la crisis financiera, si bien todos los mercados alcistas han terminado en pleno fervor desde la Segunda Guerra Mundial, ciñéndose a lo sentenciado por el mítico sir John Templeton: "Los mercados alcistas nacen en un ambiente de pesimismo, crecen en el escepticismo, maduran en el optimismo y mueren con la euforia". O sea, que, en ausencia de golpetazos, terminan cuando los inversores se relajan.
No estamos ni remotamente cerca de eso, a las acciones aún les quedan muchos muros de preocupación que superar. Cuando la euforia de verdad está en su punto álgido, las encuestas de confianza exhiben un optimismo desaforado, el dinero fluye hacia los fondos de renta variable, los titulares pregonan las oportunidades a los cuatro vientos, los inversores se burlan del pesimismo, se lamenta en mayor medida perderse las ganancias que asumir pérdidas y, en fin, se tilda de locos a los que afirman que los malos tiempos se avecinan.
El factor de sentimiento no predice el momento exacto del cambio de tendencia, ya que la euforia aparece en el mercado de manera gradual. Para ver venir las tendencias hay que actuar de forma distinta a la multitud, así que, en lugar de dejarse avasallar por el miedo, mantenga la distancia. Cuando llegue la fiebre por comprar y la despreocupación, piense en la salida y analice sus opciones. De momento ocurre lo contrario, aproveche para comprar.