
Las bolsas vivieron un difícil cierre de semana pese al esperado discurso del presidente de la Reserva Federal (Fed). Jerome Powell lo tenía difícil para compensar el devenir que tomó la guerra comercial entre EEUU y China, poco antes y poco después de que hablara. Con antelación al discurso, Pekín cumplió su promesa de responder a los aranceles que Washington anunció este mes, con nuevos impuestos sobre productos estadounidenses por valor de 75.000 millones.
Pero aún más desestabilizadora fue la reacción del presidente Trump, en la que instaba a las empresas de EEUU a dejar de comerciar con China y amenazaba con más represalias. Su falta de concreción alimentó las especulaciones sobre la peor de las reacciones: suspender la negociación entre los dos gigantes prevista para septiembre. Está aún por verse si Trump tomará una decisión tan grave, pero Powell supo anticiparse y dio en la diana al evidenciar el daño que el inquilino de la Casa Blanca provoca con sus escaladas de tensión. La respuesta de la Fed, y de los demás bancos centrales, es contundente ante los riesgos de recesión y, de hecho, ya hay unanimidad en torno a la expectativa de que EEUU presenciará otra rebaja de tipos el mes próximo. Pero, como Powell resaltó, la política monetaria tiene influencia sobre el consumo y la inversión, pero nada puede hacer ante los efectos de la estrategia comercial de Washington. Por mucho que Trump presione a la Fed para que acelere aún más las bajadas de tipos (y la considere una "enemiga" si no obedece sus deseos), Powell cumple con su deber al reafirmar su independencia. En paralelo, evidencia que lo que daña a la economía no es el ritmo de la política monetaria, sino el afán de agravar la guerra comercial.