Opinión

Resituarse (II)

El mayor error que la Izquierda española sigue cometiendo, es su pertinaz insistencia en ubicar al actual PSOE en un ámbito ideológico y político común con ella. Pareciera como si su pensamiento estratégico – caso de tenerlo más allá de formulaciones pasajeras- estuviese atrapado en el mundo de los atavismos heredados de una historia lejana o en el poder mágico de las siglas. Instalada en esa querencia, cree o quiere creer, que en los enfrentamientos electorales entre PSOE y PP hay una causa en la que se debe escoger partido cono si de una causa propia se tratara.

Los defensores de un Gobierno de coalición ya han tenido la respuesta a sus pretensiones: era imposible. Por otra parte, los partidarios de la fórmula portuguesa ya han recibido desde el país vecino la ducha fría de la contumaz realidad: la socialdemocracia, con matices y diferencias muy secundarias, forma parte del neoliberalismo. Ambas posiciones se encuentran hoy ante un panorama muy poco halagüeño. A las evidencias desmontadoras de sus aspiraciones y proyectos quiméricos, se le añade la posibilidad de unas elecciones a las que temen como a la muerte. En verdad es que el dilema es trágico: un papel muy secundario en una obra que hacen otros o seguir retrocediendo a los orígenes de IU o el PCE de 1977.

A la gravedad de la situación de la Izquierda hay que añadir el cáncer (¿congénito?) de su permanente división y subdivisión. Creo que ese mal no es otra cosa que la carencia de proyecto político e ideológico asentado y fundamentado en el estudio, el análisis, el compromiso y el ejercicio consecuente de la convicción democrática. La Democracia –además de la participación en las decisiones–, es método, procedimiento, acceso a la información y compromiso militante con la voluntad colectiva libremente adoptada. Ese permanente trasiego de siglas, fracciones y grupúsculos después de un revés electoral no es otra cosa que la explicitación del narcisismo en estado puro. El culto a la imagen propia (personal o grupal) sustituye al proyecto "Todo menos contribuir al diálogo", el debate sereno y la posterior toma de decisiones con las consecuencias inherentes para personas o colectivos. El resultado trágico de las últimas décadas es que el debate clarificador y audaz que la Izquierda necesita ha sido sustituido por el sucedáneo mediático. El proyecto se diluye y aparece la mercancía electoral. Así, proyectos como "La Construcción de la Alternativa", "El Cambio Profundo", "El Proceso Constituyente" o el impulso del 15-M, fueron abandonados apenas nacidos en aras de la estéril e imposible "Unidad de la Izquierda" con el PSOE.

La izquierda tiene la posibilidad de refundarse desde sus orígenes ideológicos de 1977

La Izquierda se resiste a asumir que ha sido derrotada en toda la línea y que sus adversarios ostentan la hegemonía ideológica, política y cultural. Dominan el relato, como se dice ahora. Primero fueron los sindicatos autodenominados "de clase" y después las organizaciones clásicas. El aggornamento "europeísta", la posmodernidad y el mito de la globalización ineludible terminaron de acabar la faena.

Pero es hoy, paradójicamente, cuando la Izquierda tiene la posibilidad de refundarse desde los presupuestos clásicos (y por eso inmarcesibles) y los nuevos conflictos que siguen afectando, como siempre, a los más desfavorecidos objetivamente. Pero esa refundación demanda una serie de valores, presupuestos éticos, proyectos, programas y actitudes y eficacia organizativa capaces de remodelar una Izquierda, plural, cohesionada en la acción y omnipresente en la confrontación ideológica. Y además, capaz de renacer en una nueva cultura de la gobernabilidad, la movilización y la pasión por el conocer.

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