Opinión

Resituarse (I)

La evidencia se ha abierto paso de manera descarnada y hasta cruel. El status, y hasta cierta progresía intelectual, no pueden asumir la presencia de Unidas Podemos en el Gobierno de España. Esta línea roja que el PSOE no puede traspasar, se ha hecho evidente para todo el mundo; menos para una parte de la Izquierda que todavía sigue cautiva de siglas, eslóganes y desmemoria.

La suerte está echada. Los dados han rodado y ahora toca ser consecuentes con lo que Unidas Podemos sigue representando todavía para el imaginario colectivo de varios millones de ciudadanos y ciudadanas: la apuesta por un cambio económico, social, político y cultural en profundidad. Y ser consecuente comienza por asumir de una vez por todas que con el PSOE, que nació en el Congreso Extraordinario de 1979, no caben otros acuerdos que los referentes a cuestiones coyunturales y muy específicas. Por eso, seguir insistiendo en una alianza estratégica en aras de la construcción de una alternativa económica, social, medioambiental y moral a la crisis presente es la peor de las quimeras. Repasemos la historia desde 1974 acá.

La izquierda tiene que aclararse y organizarse pese al miedo a nuevas elecciones

Desde 1982 la izquierda no ha sido capaz de construir un proyecto estratégico que le permitiese huir de tener que optar entre la amañada antinomia de una izquierda "moderna" (el neoliberalismo europeísta del PSOE) y una derecha heredera del franquismo. Y las pocas veces que ha intentado ponerlo en marcha, ella misma se ha encargado de neutralizarlo. Salirse de lo pautado da vértigo, pero quedarse en ello conduce a la anomia. Pedir ahora que se pacte con Sánchez un programa que justifique el apoyo a su investidura es, por enésima vez, seguir instalados en la irrealidad. ¿Cuándo ha cumplido el PSOE los acuerdos programáticos firmados? ¿Se ha olvidado ya la experiencia andaluza con Susana Díaz?

La suerte está echada y hay que ser consecuente con la decisión y representación de Unidas Podemos 

Lo que subyace en el fondo de la propuesta no es otra cosa que el pánico a una nueva consulta electoral y sus hipotéticas consecuencias negativas. Y así seguimos instalados en el círculo vicioso de la creciente inanidad. A falta de propuesta sustentada en una organización eficaz y asentada en todo el territorio español, nos sentimos obligados a escoger el "mal menor". Y así hasta la dilución. ¿Se ha pensado alguna vez en cortar el nudo gordiano de la dependencia y de la subalternidad?¿Es tan difícil llevar a las instituciones el impulso del 15-M? ¿Se ha olvidado que las ideas y los proyectos solamente viven y son posibles con organización, organización, organización?

Obcecada con la inmediatez, la Izquierda no parece reparar en que más allá de la Investidura hay vida, un país cogido con hilvanes y unas gentes que viven en la práctica sin derechos económicos y sociales. Paradójicamente, la situación devenida tras el fracaso de la Investidura puede constituir un punto de inflexión para la Izquierda que quiera ejercer como tal. Solamente debe aclararse y ser consecuente política y organizativamente con ello. No creo que deba ser difícil. ¿O tal vez sí? ¿Lo comprobamos?

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