
Los máximos órganos ejecutivos de PP y Ciudadanos entre congresos han coincidido en todo, casi hasta en el día, para realizar retoques importantes de sus comisiones ejecutivas. Las dos direcciones políticas de formaciones cada vez más cercanas en sus objetivos, y pese a eso también en su sintonía, se adaptan definitivamente al carisma de sus respectivos líderes, que han arrojado por la borda en plena carrera aquello que les sobraba o distorsionaba su mensaje de oposición. Partido Popular y Ciudadanos son desde esta última semana de julio más Casado y Rivera que antes. Sus direcciones están hechas más que antes a la medida de sus líderes, con lo que ya tienen cosas en las que parecerse al PSOE de Sánchez y al Podemos de Iglesias, proyectos igualmente centrados en los perfiles fuertemente mediáticos y personalistas de sus figuras máximas.
El partido naranja da entrada por fin a una estructura de barones territoriales que van a impulsar la acción política del líder de forma hasta ahora inexistente en Ciudadanos. El aprovechamiento de figuras muy destacadas institucionalmente en partidos rivales, como Garrido y Bauzá, además de tocar el hígado de sus adversarios, permite que los ciudadanos puedan seguir siendo representados por nombres importantes de los últimos años de nuestra política. Y de esta forma pretende el partido de Rivera dar un paso adelante arrollando a quienes no comparten la línea marcada por la dirección y por él mismo, tratando de demostrar que no estamos ante una crisis sino ante la eliminación de esos "michelines" de grasa que sobran en cualquier organización.
El partido conservador realiza modificaciones de gran calado en su ejecutiva sólo un año después del congreso que eligió a Pablo Casado. Y ahora es mucho más "su" equipo, sin ataduras del pasado, del marianismo ni del aznarismo. El líder ha hecho el equipo que quiere tener alrededor. Lo que supone de provocador y valiente la elección de Álvarez de Toledo en el Congreso se contrarresta con la moderación y hasta la heterodoxia de Maroto en el Senado. Y la "guardia pretoriana" de Casado está en posiciones de poder: González Terol, Olano, Beltrán. El partido cuelga en el perchero cercano la chaqueta electoral porque con muchas probabilidades habrá nuevas elecciones en otoño, tras el fracaso de un presidente en funciones que atraviesa su peor crisis personal y de poder desde que llegó a La Moncloa con su moción de censura.
Sorprende la diferencia de sensibilidades con que han presentado sus respectivos cambios Rivera y Casado. El primero, más agresivo contra el candidato sin investidura Sánchez. El segundo, más moderado y reclamando la centralidad del tablero, como viene mostrándose desde que se celebraron los dos ciclos electorales de la primavera. Y ambos reclamando para sí la batalla del liderazgo en el centro derecha, que no tiene nada que ver con la hegemonía pese a la confusión general. No habrá hegemonía en el lado derecho del tablero en muchos años porque son dos fuerzas complementarias, pero una de las dos será necesariamente más votada que la otra y reclamará para sí ese ministerio sin cartera que es la jefatura de la oposición.