Motor

Por qué tu coche se convierte en un horno en verano (y lo que puedes hacer para evitarlo)

Las temperaturas extremas dentro de un coche aparcado comprometen el confort y afectan a la salud, la seguridad vial y el consumo energético. La tecnología del cristal juega un papel clave, según los expertos de Carglass.

Cuando dejamos un coche estacionado bajo el sol en pleno verano, el calor que se acumula en su interior puede alcanzar cifras sorprendentes: más de 60 ºC en el habitáculo y hasta 85 ºC en algunas superficies internas. Pero el problema va mucho más allá del sofoco inicial al entrar: hay implicaciones directas sobre la salud de los ocupantes, la seguridad del vehículo y su eficiencia energética. Y todo empieza por cómo el sol interactúa con los cristales.

Un invernadero sobre ruedas

El fenómeno tiene una explicación científica precisa, explican desde Carglass España. La radiación infrarroja (más del 50 % de la energía solar) atraviesa los cristales del coche, calienta los materiales del interior y, al no poder escapar fácilmente, queda atrapada. También la luz visible (43 % de la radiación solar) es absorbida por las superficies oscuras y se convierte en calor. Así se genera el conocido efecto invernadero dentro del habitáculo.

Además, los cristales y la carrocería no solo dejan pasar la radiación, sino que también se calientan y transfieren ese calor al interior del coche. La carrocería, especialmente en coches de colores oscuros, puede absorber hasta un 90% de la energía solar. Por eso, los colores claros, que reflejan más luz (absorbiendo solo un 35%), son una opción más sostenible.

Menos calor, menos consumo

La temperatura interior no solo impacta en el confort. Según la Dirección General de Tráfico, una temperatura más baja en el habitáculo permite un uso más eficiente del aire acondicionado, lo que se traduce en menos consumo de combustible. Los datos de Emission Analytics lo confirman: el aire acondicionado aumenta el consumo en un 4,6% en coches diésel, un 3,8% en gasolina y un 6,1% en híbridos.

Ante esto, la industria del automóvil ha dado un paso adelante: parabrisas y ventanillas laminadas con filtros que bloquean hasta el 99% de los rayos infrarrojos, manteniendo más del 70% de la transmisión de luz visible. En vehículos que no los llevan de serie, existen láminas solares homologadas para las ventanillas traseras que cumplen la misma función.

Rayos UV y materiales tóxicos

Más allá del calor, los rayos UV suponen otro riesgo. Solo el parabrisas protege contra ellos en la mayoría de vehículos, dejando desprotegidas las ventanillas laterales. La exposición acumulada a los rayos ultravioleta está relacionada con el 90% de los casos de cáncer de piel, y los conductores frecuentes presentan más lesiones en el lado izquierdo del cuerpo, más expuesto al sol.

Además, a temperaturas elevadas, los vehículos liberan compuestos orgánicos volátiles (COVs) que emanan de plásticos, pinturas y tejidos del habitáculo. Estos compuestos no solo afectan al medio ambiente, ya que también pueden tener efectos negativos sobre la salud de los ocupantes, especialmente en niños.

El calor también daña tu coche

Los efectos del calor no terminan en el habitáculo. En el exterior, la pintura, las escobillas, las juntas de goma e incluso los adhesivos del parabrisas se deterioran más rápido bajo el sol. De hecho, el verano es la época del año con más roturas de parabrisas debido a la dilatación del cristal y los cambios térmicos bruscos. Un pequeño impacto puede transformarse en una grieta irreparable si no se repara a tiempo.

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