
Lo revelan las encuestas a 7.500 personas realizadas por Standard and Poors, pero se podría desprender de los comentarios a las noticias de los lectores de El Economista: el precio es la barrera fundamental para el despegue del coche eléctrico. Casi la mitad de los encuestados encuentran que los eléctricos son demasiado caros.
Los compradores están informados, son conscientes de que el coche eléctrico aún no alcanza los volúmenes como para producirse baratos, incluso si la mano de obra que se requiere al ensamblarlo es muy inferior. Saben que es caro, pero lo encuentran demasiado caro. Resulta consistente con el hecho de que la principal razón de compra de un eléctrico sigue siendo la misma desde hace años, el ahorro en combustible (ahora, en un máximo, el 69% de encuestados).
Recarga y escasez de modelos pasan a segundo plano
Lejos están otras razones para renegar del eléctrico. Menos de la mitad de quienes son o han sido propietarios de un eléctrico encuentran suficiente la red de recarga para sus necesidades, aunque la mayoría de los encuestados aceptarían recargas rápidas que durara lo que una comida, algo más de media hora.

Pasaron los tiempos en que los argumentos eran que no había oferta de modelos donde elegir o que la autonomía era reducida. De hecho, ambas circunstancias han mejorado y podrían jugar en su contra. El aumento de número de modelos se ha disparado, con la rápida afluencia de fabricantes chinos que, con su dominio del mercado de las baterías, aterrizan con unos precios por debajo del mercado. Los compradores pueden entender que aún se debe esperar, piensan que los mejores precios están por venir, una vez que despegue el mercado, más cerca de 2035 con la prohibición de emitir CO2.
Baterías más grandes, ¿es bueno?
Por otro lado, los fabricantes siguen aumentando la capacidad energética de las baterías, aunque sea el componente que más condiciona el precio. Aún no ven el momento de ofrecer baterías pequeñas que se ajusten a los usos reales diarios de los usuarios. Porque ¿quién quiere un coche con un asiento y medio, que es la tasa de ocupación diaria de un vehículo? Se quiere un coche capaz para lo que pueda venir.

Los fabricantes han optado por más batería, para no apresurar los saltos tecnológicos: aumentar la eficiencia de los motores, de la electrónica, mejorar la gestión de la energía… Conlleva renovar sistemas aún no amortizados pero con menos consumo de energía, sí se podrían implementar menores baterías, con menor precio y peso. El público sabe que eso llegará… y espera. Renault y Valeo anunciaron que a final de 2027 tendrán motores un 30 por ciento más eficientes y más compactos. Volkswagen apuntaba que en 2025 lanzará sus celdas unificadas que reducirían el costo de las mismas a la mitad y, recientemente, que podrá ofrecer un coche por debajo de 25.000 euros también en 2025.
A la espera de nuevas baterías
En baterías, no para de hablarse de la llegada del electrolito sólido. Unos para 2026 como Stellantis, Toyota para 2027-28, Nissan en 2028, BMW para 2030... En Porsche Consulting declaraban este verano que en un imaginario partido del litio, China iba 2 a 0, y que el estado sólido sería la oportunidad de Europa para remontar. Comienzan a sonar incluso alternativas al litio, las baterías de sodio. ¿Cómo convencer al indeciso -incluso aquél para quien el eléctrico sea ideal- cuando sabe o espera que bajen los precios y mejore la tecnología? Nada más decepcionante (que se lo digan a un propietario de un Tesla), que intentar cambiar de coche y que el fabricante baje el precio del nuevo a lo que estabas pidiendo por el tuyo usado. Los fabricantes tradicionales jamás habrían descuidado así el valor residual de los clientes ya ganados, por conquistar a los nuevos. Pero el comprador nuevo espera esas bajadas.
Difícil momento para bajar precios
Hasta ahora habría resultado difícil que los precios bajaran, incluso para los de combustión. En 2023 se han producido, respecto a cinco años antes, un aumento global del precio de los materiales del vehículo (más del doble), una inflación disparada en Europa (del 2 al 8%) y un descenso en la producción de coches (fábricas
fuera de capacidad óptima, produciendo con sobrecoste). Bajar precio en eléctricos no solo implica reducir el coste de los componentes, sino también dar un nuevo avance sustancial en producción, como ha hecho con las gigaprensas Tesla, por ejemplo. Duro, cuando el método de producción específico para eléctricos apenas se ha podido amortizar.
Con todo en la coctelera, se comprende que solo un 42% de los encuestados consideraría un eléctrico en su próxima compra (eran un 67% en marzo y un 86% en 2021). O que el 62% seguirá esperando a que las tecnologías mejoren antes de decidirse a comprar un nuevo vehículo. Que se lo digan a quienes comentan nuestros artículos.