
Durante los últimos seis meses tengo la sensación de estar asistiendo a un momento realmente dulce para la renta variable. Una tendencia positiva que se traduce en tranquilidad y optimismo inversor y, por consiguiente, en buenos retornos en las bolsas mundiales en lo que va de año, con el Ibex al 15% y el Eurostoxx y EEUU al 9%, entre otros ejemplos. En este tipo de situaciones la psicología de mercados demuestra que las noticias positivas cotizan al alza en el precio de las acciones y, por el contrario, las noticias económicas negativas o los riegos geopolíticos no cotizan o no se ven reflejados en los parqués.
Realmente hay motivos que explican dicho momento dulce. Desde el pasado verano la mayoría de los datos macro globales que hemos ido conociendo nos han sorprendido gratamente. Se está produciendo una mejora de la actividad en Estados Unidos y los miedos a una desaceleración en emergentes se han ido diluyendo. Pero es en Europa donde se han producido las mayores sorpresas positivas y donde los indicadores adelantados se han situado en niveles no vistos desde 2010, con señales halagüeñas en todos los países. Por primera vez en muchos años, la eurozona parece crecer de forma sana; incluso, tras muchos meses en negativo, el crecimiento del crédito está en terreno positivo. Y, además, al menos en el corto plazo, el riesgo político tras las elecciones francesas se ha reducido a la mínima expresión.
En España, altas temperaturas. También en la economía, cuya "prevista" desaceleración hace unos meses no se está produciendo sino que, muy al contrario, estamos asistiendo a una aceleración del crecimiento. Entre otros indicadores, el mercado laboral sigue en subida libre y se está generando un círculo virtuoso en el consumo privado, variable de la que la economía española es muy dependiente.
La mejora macro ha dado razones a los analistas para seguir subiendo sus estimaciones de beneficios para 2017 y 2018, de manera que el mercado estima un crecimiento de las ganancias del 30% con respecto a 2016. Y hay que señalar que los beneficios de 2016 no se pueden considerar anormalmente bajos, como podría argumentarse en 2015, pues no hay que olvidar que este es el nivel de ganancias más alto de toda la serie histórica, excepto de 2008 y 2010.
Y es aquí donde vemos que el momento dulce que vivimos en la renta variable puede no prolongarse en el tiempo. Primero, porque nos parece que el mercado puede estar siendo demasiado optimista en sus estimaciones de beneficios para 2017. Segundo, porque las valoraciones, en realidad, no son tan suculentas como parecen. Los multiplicadores/ratios de valoración para los próximos doce meses han superado sus medias históricas. El ratio de beneficio por acción (PER a 12 meses) se sitúa en niveles únicamente vistos en la burbuja tecnológica y en los ejercicios 2013 y 2014, cuando se descontó una rápida salida de la crisis. Y, si consideramos los beneficios del pasado 2016, estamos pagando un PER de 20 veces? que no es precisamente bajo.
Siempre resulta complicado tomar decisiones de inversión adecuadas y hacerlo en el momento perfecto, muy especialmente en un entorno donde hay tantos vientos de cola y un optimismo generalizado en cuanto a la evolución de los beneficios. El buen entorno macro justifica invertir en sectores o compañías vinculadas al ciclo económico. Y los bajos tipos de interés permiten justificar elevadas valoraciones en compañías vinculadas al bono o con elevado dividendo. Además, no es ningún secreto para nadie que el mercado de renta fija -que puede considerarse como inversión alternativa a la renta variable- ofrece actualmente rentabilidades ciertamente limitadas.
Pero, en mi opinión, disminuir los niveles de inversión en un entorno de valoraciones en la parte alta de su rango histórico, y donde puede haber cierto optimismo en las estimaciones de los analistas, puede ser una decisión de inversión en sí misma tan válida o acertada como la de mantener o incrementar los niveles de inversión. Y, además, dicha decisión te puede permitir tomar ventaja de las caídas del mercado que, tarde o temprano, siempre se producen.
Los momentos dulces en los mercados, como en la vida misma, nunca son eternos.