
El bautizado como efecto Trump ha generado un verdadero cambio de tendencia en los mercados globales desde el pasado 8 de noviembre. La victoria del multimillonario empresario ha generado una colosal rotación de más de 3 billones de dólares del mercado global de bonos a la renta variable. Una situación que bien se refleja en el Dow Jones, acariciando los 20.000 puntos y acumulando ya una rentabilidad del 9,3% tras el resultado electoral, así como en el dólar, que ha subido un 4%.
"Este no es un desarrollo favorable para el presidente electo", apunta Richard Koo, economista jefe del Nomura Research Insititute, quien incide en que la fortaleza del billete verde juega en contra de la promesa de Trump de ayudar a las familias del conocido como Rust Belt (cinturón de óxido) del país, donde se incluyen Estados como Ohio y Pensilvania, dependientes de la actividad fabril y manufacturera. "Sospecho que Trump no ha hecho alusión al repunte del dólar por dos razones", confiesa. "La primera, que todavía no ha jurado su cargo oficialmente y la segunda, que una subida de la renta variable y el dólar le permiten justificar que el mercado aprueba sus política económicas", aclara.
Sin embargo, el poderío de la divisa estadounidense puede considerarse una botella medio llena o medio vacía. Su fortaleza incrementa el poder adquisitivo y comulga con las previsiones de la Fed para alcanzar los objetivos de inflación, pero también encarece las exportaciones e incrementa el déficit comercial, un hecho que "hace más difícil incrementar la competitividad internacional y generar empleos manufactureros", señala Chad Bown, miembro del Peterson Institute of International Economics.
Qué prevén los expertos
Sus efectos negativos pueden contagiarse a los mercados emergentes, especialmente a aquellos que emiten deuda en dólares, así como las materias primas. Sólo hace falta echar vistazo a los intentos de Pekín por controlar las fugas de capital echando mano de sus reservas y deshaciéndose de su deuda pública estadounidense. En los 10 primeros meses de 2016, China ha liquidado 130.400 millones de dólares en bonos del Tesoro, o casi el 10,5% de sus activos.
"El riesgo se mantiene al alza para el dólar, esperamos algún tipo de estímulo fiscal aunque éste seguramente no llegará al billón de dólares", considera Marc Chandler, estratega jefe de divisas de Brown Brothers Harriman. Aún así, avisa que "una rápida apreciación del dólar forzará a la Fed a tomarse un respiro, especialmente si la demanda mundial no termina por materializarse", especifica. En estas circunstancias, los inversores no deben perder de vista el bono americano a 10 años. Tras la victoria de Trump, la rentabilidad del T-Note acumula una subida de 70 puntos básicos, alcanzado su valor máximo en dos años. "Desde una perspectiva macro, advertimos que es demasiado pronto para salir del mercado justificando que unas tasas más altas es malo", determina Shyam S.Rajan, estratega de Bank of America Merrill Lynch, quien estima que es momento de centrarse en "la demanda interna de bonos del Tesoro en lugar de la demanda externa".
Desde la entidad estiman que la rentabilidad del bono a 10 años se situará en el 2,65%. Los expertos de Goldman Sachs elevan esta meta hasta el 2,75%, mientras que en Wells Fargo esperan algo menos, un 2,54%. E incluso desde OCBC Bank creen que puede tocar el 3,1% a finales de 2017. Simon Fasdal, director de renta fija de Saxo Bank, considera que a medida que la rentabilidad suba, "regresará el atractivo al mercado de bonos". Según dice, "el incremento de la rentabilidad y posibles repuntes en bolsa pueden brindar oportunidades a los inversores para diversificar parte de sus inversiones en deuda".