La alegría del mercado tras la victoria de Donald Trump tiene fecha de caducidad para los expertos. Cuando se cumplan los tres primeros meses de su mandato, los inversores empezarán a presionar en busca de las promesas realizadas.
Euforia, dícese de la sensación exagerada de bienestar que se manifiesta como una alegría intensa, no adecuada a la realidad. Real o no, lo cierto es que este sentimiento se apodera de la bolsa americana desde que el pasado 9 de noviembre el país despertó con la certeza de que el revoltoso y enredador Donald Trump será el próximo presidente de Estados Unidos.
El ya bautizado como efecto Trump ha sumado 860 puntos al Dow Jones y otros 50 al S&P 500, llevándoles a tocar máximos históricos y, en el caso del primero, sobrepasar los 19.000 puntos, una meta psicológica que satisface a los inversores con apego a los números redondos. Por su parte, el Nasdaq Compuesto se ha recuperado con una subida cercana a los 60 puntos de los quebraderos de cabeza generados por la incertidumbre electoral. Sin embargo, su hermano pequeño, pero no por ello menos importante, el 100, se ha dejado 70 puntos y borra ya el impulso de la resaca presidencial.
Es cierto que en la semana que acabamos de dejar atrás se ha notado cierta fatiga, un síntoma que no trastoca el optimismo entre los operadores de la New York Stock Exchange. "Algunos titulares son exagerados, hemos visto algo de debilidad en muchos de los sectores que más se han beneficiado tras las elecciones", señala Ken Polcari, director de inversiones en O'Neil Securities, quien justifica que algunos de ellos han registrado subidas de doble dígito en sólo tres semanas.
Una respuesta lógica a la que también habría que sumar los riesgos políticos que se avecinan, con el referéndum en Italia tomando este domingo el testigo de parte de la OPEP, que el miércoles alcanzó un compromiso concreto para reducir su producción. Un hecho que sirvió de estímulo para el sector energético a este lado del Atlántico, pero no terminó por consagrar un rally en toda regla. A la espera de lo que ocurra en el país vecino y el futuro que le depara a Matteo Renzi, los inversores patrios prestan más atención a los asuntos domésticos.
En estos menesteres, el equipo económico de Trump toma forma y congenia a la perfección con cualquiera de los dream teams soñados por cualquier inquilino de Wall Street. Steven Mnuchin, ex goldmanite, como se conoce en los medios financieros a los que militaron en la cantera del banco liderado por Lloyd Blankfein, tomará las riendas del Tesoro. Como arquitecto de la agenda económica del presidente electo, sus objetivos son evidente: desregular y bajar impuestos, especialmente sobre sociedades.
Al mismo tiempo, otro veterano, a la par que multimillonario, pilotará el Departamento de Comercio. La elección de Wilbur Ross calma los ánimos sobre un proteccionismo exacerbado, pero garantiza que el sector manufacturero estadounidense recibirá un nuevo protagonismo. Otros nombres, como el de Gary Cohn, actual presidente y director de operaciones de Goldman, lidera las quinielas para convertirse en el director de la Oficina de Gestión y Presupuesto de la Casa Blanca, una muestra más de que la sintonía entre la Calle del Muro y el Despacho Oval está garantizada.
Irá perdiendo gas
Una conexión que ya desata las predicciones más esperanzadoras. El Dow en los 20.000 puntos o el octavo año consecutivo de alzas para el S&P 500 alimentan la ilusión bursátil para 2017. Precisamente, los expertos en renta variable de Goldman Sachs, liderados por su estratega jefe, David Kostin, pronosticaban esta semana que durante la "luna de miel" que suele vivir el presidente entrante durante los 100 primeros días de mandato, el indicador de referencia para el mercado puede llegar a tocar los 2.400 puntos, lo que supone un alza del 9 por ciento. Sin embargo, tras un triunfo de lo que Kostin califica como "la esperanza sobre el miedo" la cosa se templará con el S&P 500 cerrando el año en los 2.300 puntos y una rentabilidad del 5 por ciento.
"La renta variable estadounidense debe seguir comportándose bien el año que viene, no obstante, impulsada por un mayor crecimiento del PIB y de los beneficios corporativos", coincide en reseñar David Lebovitz, estratega de JP Morgan, que esta semana establecía su meta para el S&P 500 en los 2.400 puntos para finales de 2017. "Mientras que las subidas en los tipos de interés no deberían interrumpir las alzas, probablemente definirán ganadores y perdedores", añade, posicionando a los sectores cíclicos (como el financiero o el tecnológico) dentro del primer grupo y a las utilities o los fondos de inversión inmobiliarios en el segundo.
Más factores a tener en cuenta
"Esperamos un giro hacia los valores de pequeña capitalización y aquellos orientados a la economía doméstica dado el fortalecimiento del dólar, las medidas favorables para el crecimiento y el deseo de protegerse de posibles represalias a nivel comercial", determina Karin Kimbrough, directora de estrategias de inversión en Merrill Lynch Wealth Management. Dicho esto, avisa que la transición a una fase ya tardía del ciclo de negocio "suele invitar a una mayor volatilidad a medida que la inflación sube y las políticas monetarias impulsan tipos de interés más altos".
Al mismo tiempo, el repunte esperado en el crecimiento nominal del PIB estadounidense junto a la incertidumbre que se cierne sobre el comercio global, "puede provocar vaivenes bruscos en los precios", algo que acabará por beneficiar "más a los fondos de cobertura o las inversiones alternativas", afirma.
Un mensaje similar transmite Sam Stovall, estratega jefe de CFRA, que recientemente adquiría la unidad de análisis de S&P Global. "Subidas como las que hemos visto hasta ahora en el sector financiero no serán sostenibles", sentencia al mismo tiempo que avisa que los "inversores parecen estar haciendo caso omiso a las referencias históricas", especialmente si consideramos la trayectoria alcista acumulada desde los mínimos marcados en marzo de 2009.
La buena sintonía entre los mercados y la administración Trump será un idilio condicionado. Una vez se cumplan los tres primeros meses de su mandato, los inversores comenzarán a presionar en busca de las promesas realizadas por el actual presidente de Estados Unidos, especialmente en las referidas en materia de impuestos e inversiones. Será a partir de entonces labor de la Casa Blanca y el Capitolio, en manos republicanas, cumplir con estos deseos sin ocasionar mayores decepciones.