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El mejor día para explicar la gran falacia del 'scrip'

El dividendo como concepto estaba inventado antes de Cristo, ya Sinuhé el egipcio -Mika Waltari- nos cuenta que "no tenía que guardar oro en mi casa, porque atrae a los ladrones y a los bandidos. Todo mi oro estaba inscrito en los registros de las compañías de navíos de Simyra que mandaban barcos a Egipto, a las islas del mar y al país de Khatti... Algunos no regresaban jamás a puerto, pero la mayor parte volvían y mi cuenta en los registros de las compañías crecía". Por fortuna en aquella época el dividendo no se reinterpretaba al gusto del pagador sirviéndose de subterfugios como el scrip, que lo que hace es diluir al accionista del beneficio futuro para quien lo cobra en metálico. Si el inversor escoge quedarse con las acciones, su reparto de la tarta de las ganancias es el mismo, y lo único que tiene son más papeles. Papeles que en conjunto aspiran al mismo potencial de ganancia de los que tenía en un principio.

Explicar este efecto es uno de los ejercicios que más frustración genera cuando después de haber escrito cientos de artículos -elEconomista ha hecho una labor ingente, en buena parte firmada por Isabel Blanco- alguien llega y te dice que la rentabilidad por dividendo de Repsol es del 10,6%. Nada mejor para explicar el efecto del scrip que en el ejercicio en el que la petrolera va a perder 1.200 millones, seguirá retribuyendo con un 10,6% de rentabilidad anual, sin recurrir a reservas de libre disposición o tirar de su balance. ¡Vamos que quien cobre el dividendo en metálico se diluirá de las futuras ganancias -cuando Repsol vuelva a tenerlas- en la misma proporción del porcentaje de dividendo que cobre en próximas fechas!

Lo que ha hecho Repsol, al provisionar 2.900 millones de euros, es de un rigor contable aplaudible. Como hoy tiene activos que al precio del petróleo a 30 dólares se han depreciado, mejor reflejarlo en el balance. Cuando el crudo vuelva a superar los 50 dólares, las provisiones de hoy se convertirán en beneficios del mañana. La misma situación que sufrió Telefónica en 2002 cuando presentó unas pérdidas de 5.500 millones tras el deterioro, entre otros activos, de la quinta licencia de telefonía UMTS en Alemania.

El aplauso podría haber sido doble si Repsol hubiese anunciado que renuncia también al scrip. Pero la petrolera prefiere seguir aferrándose a que el precio del crudo repuntará, y cuando renuncie al pago en papelitos la reducción de la remuneración no será drástica. Para eso tendría que ganar más de lo que se preveía sin provisiones. Repsol podría haber optado, como hizo Santander el año pasado en los primeros días de enero, por aquello de más vale ponerse una vez colorado que ciento amarillo, cuando anunció que ampliaba capital y reducía el dividendo en scrip para recuperar la retribución real en metálico. Santander con todo su beneficio no podía pagar su dividendo neto. La diferencia entre Repsol ahora y Santander entonces, es que el banco venía de una subida en bolsa del 75% en dos años y la petrolera de un caída del 50% en un ejercicio. Mejor ponerse naranja y conformarse con una cierta prudencia contable. Al fin y al cabo, el mercado se debate entre si Repsol es un regalo bursátil o necesita una ampliación de capital. Sus títulos cotizan con un descuento de casi el 60% sobre su valor contable. Lo primero depende del precio del petróleo. Por encima de los 50 dólares su plan estratégico va con el viento a favor y no peligra su rating. Para lo segundo, la petrolera puede seguir haciendo desinversiones. Gas Natural es la opción que tiene fija en la cabeza medio mercado. Pero hay más opciones, y el scrip es otra fórmula de ampliar capital.

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