Los empleados de la Calle del Muro y el sector financiero de medio mundo suelen ser demonizados por sus jugosos salarios e incentivos. Sumas que en ocasiones pueden parecer desorbitadas pero que se justifican por la presión y el estrés de muchos de los empleados de este negocio. De hecho, según la Encuesta Nacional de Mortalidad Ocupacional, un trabajador de Wall Street es 1,5 veces más propenso al suicidio que el individuo medio. Otras profesiones, como los médicos, dentistas y veterinarios cuentan con mayores tasas de mortalidad en Estados Unidos.
Dicho esto, no todo el mundo que trabaja en finanzas, especialmente aquellos analistas y empleados en el área de compras y fusiones, está preparado para enfrentar más de 100 horas de trabajo a la semana que incluyen varias noches consecutivas sin dormir. El columnista del New York Times, Andrew Ross Sorkin, se hace eco de esta situación en un artículo titulado Reflexiones sobre el estrés y las largas horas de trabajo en Wall Street.
Sorkin ejemplifica este hecho con un joven analista de Goldman Sachs, Sarvshreshth Gupta, de sólo 22 años, que a mediados del mes de abril falleció, presuntamente, tras haberse tirado desde lo alto de un edificio. Todavía no se ha certificado que el suicidio sea la causa de la muerte, pero Gupta ya había alertado a su padre sobre la presión a la que estaba sometido y, de hecho, presentó su dimisión en marzo, pero regresó semanas más tarde a la compañía.
Esta es sólo la punta de un iceberg que ya se dejó ver durante el verano de 2013, cuando Moritz Erhardt, un becario de Bank of American Merrill Lynch de 21 años, falleció en Londres tras trabajar 72 horas consecutivas sin dormir. Pese a que la causa de su muerte fue un ataque de epilepsia, algunos grandes bancos comenzaron a cambiar parte de sus políticas, especialmente con los empleados más jóvenes. Goldman ha permitido a sus analistas cogerse los sábados libres, BofA obliga a los suyos cogerse cuatro días al mes, eso sí, sólo durante fines de semana, mientras JP Morgan se encarga de que un fin de semana al mes sea sagrado.
Sin embargo, la presión y la volatilidad que caracteriza a esta industria termina por hacer mella en muchos de sus empleados. Sólo en 2013 y 2014 se registraron una docena de suicidios en un periodo de tan sólo ocho meses, entre ellos el de Pierre Wauthier, director financiero de Zurich Insurance Group, o el de William Broeksmit, ejecutivo de Deutsche Bank. Gabriel Magee, banquero de JP Morgan se tiró al vacío a finales de enero del año pasado.
El clásico empleado de Wall Street, conocido en el mundillo como "macho alfa", suele trabajar todo el día y parte de la noche, además de socializar y al mismo tiempo generar rentabilidad para la compañía para la que trabaja. Una dinámica tóxica, donde el estrés suele reducirse con drogas y alcohol que, a su vez, suelen derivar en adicciones. Aún así, para algunos esto es un mito dado que tras la crisis financiera, los empleados de la industria deben de trabajar más duro por menos dinero dejando de lado algunos de los excesos que han caracterizado a la industria durante las últimas décadas.
Alden Cass, un psicólogo clínico especiallizado en tratar con empleados de la industria financiera, realizó hace una década un estudio sobre los profesionales de Wall Street, según citaba MarketWatch, donde estimó que una cuarta parte de los 26 corredores de bolsa incluídos en su análisis padecían o habían padecido cuadros de depresión. Esta probababilidad triplica las estadísticas generales.
Para Kevin Roose, autor del libro Young Money, que realiza un perfil de ocho jóvenes empleados en los mayores bancos de EEEU, la droga más común entre los empleados de la industria financiera no es la cocaína sino el Adderall, un medicamento con anfetaminas para tratar el trastorno de hiperactividad con déficit de atención. "Estas personas no toman drogas para salir de fiesta sino para mantener su ritmo de trabajo y poder trabajar más", reconoció durante una entrevista con el canal de televisión PBS.