
EEUU se está quedando sin tiempo para solventar sus grandes desequilibrios fiscales. Los déficits público y exterior (importaciones menos importaciones) se acumulan, la deuda no para de subir y mientras tanto los inversores globales empiezan a perder la paciencia. Ya hay quien habla incluso de algunos factores que pueden desencadenar una crisis de deuda (una enorme crisis de deuda) más pronto que tarde. Cuando los niveles de 'apalancamiento' son tan elevados, un pequeño cambio en el sentimiento de los inversores puede generar desencadenar un efecto dominó que se lleve por delante el precio de los bonos de EEUU, se deje de financiar el déficit exterior y ponga en duda la capacidad de refinanciación de la mayor economía del mundo en los mercados (siempre podrá aparecer la Fed para monetizar el déficit público, pero hoy esa opción no está disponible).
Los economistas de DwS, en un análisis que se centra en la deuda pública, creen que EEUU está llegando a un punto complejo que pronto podría no tener retorno. Tras la aprobación del polémico plan fiscal de Donald Trump, la One Big Beautiful Bill Act, en la que se pretenden hacer permanentes la mayoría de los recortes de impuestos de su primer mandato, a estos analistas les llama la atención el hecho de que 50 republicanos del Senado apoyaran el Proyecto de Ley, lo que subraya, lamentan, "la indiferencia de Washington hacia la sostenibilidad de las finanzas federales". Y avisan: "Un punto de partida clave (para evaluar la sostenibilidad de la deuda) es que, una vez que los tipos de interés superan el crecimiento económico, la deuda federal crece más rápido que la economía, a menos que se compense con superávits primarios sostenidos".
"Esto subraya los riesgos de que la trayectoria de la deuda estadounidense se vuelva dinámicamente inestable", argumenta Christian Scherrmann, economista estadounidense de DwS. Este experto utiliza un análisis de la Wharton School que identifica un umbral crítico de deuda/PIB que se establece para EEUU en aproximadamente el 200% y sugiere que, dadas las recientes condiciones políticas y macroeconómicas, EEUU cuenta con un plazo estimado de 20 años para implementar medidas correctivas, si las condiciones del mercado se mantienen generalmente favorables". Esta es la realidad: EEUU tiene apenas dos décadas para resolver el problema; un periodo que parece largo, pero en realidad no lo es. Por ahora, los próximos años van a seguir acumulando déficits, mientras que las condiciones del mercado podrían no ser favorables, lo que desataría una crisis incluso antes de que finalice este periodo.
Lo cierto es que las cifras que deja a futuro el paquete fiscal de Trump causan pavor. Según el Comité para un Presupuesto Federal Responsable, el proyecto de ley añadirá unos 3,4 billones de dólares a la deuda pública del país en los próximos diez años mediante la prórroga de 3,8 billones de dólares en recortes fiscales, que se promulgaron en 2017. El proyecto de ley aumentará la financiación para la seguridad fronteriza y el ejército, al tiempo que recortará la cobertura sanitaria (Medicaid) y la asistencia alimentaria y encarecerá los préstamos estudiantiles. A su vez, se espera que el ratio deuda pública/PIB pase de aproximadamente el 100% actual a más del 125% en 2034, frente al 115% de la ley anterior. El gasto relacionado con los tipos de interés se duplicará de aquí a 2034, pasando de un billón de dólares a unos 1,9 billones.
Esto hace que los avisos se multipliquen. "Las disposiciones fiscales adicionales y los recortes compensatorios del gasto deberían mantener el déficit fiscal estadounidense cerca de su nivel actual, lo que no contribuirá en gran medida a apoyar el crecimiento económico en EEUU. Por contra, el déficit presupuestario persistentemente elevado, estimado en un 6% durante la próxima década, sitúa la política fiscal estadounidense en una trayectoria de endeudamiento insostenible, con una carga de tipos de interés en constante expansión", se pronuncia sobre la ley de Trump, David Kohl, economista jefe de Julius Baer.
Patrick Artus, economista jefe de Ossiam, advierte en un informe publicado el viernes pasado sobre un riesgo creciente para la economía estadounidense: que su déficit público y déficit exterior se vuelvan "difíciles de financiar". Actualmente, el déficit exterior se cubre gracias a las compras extranjeras de activos en dólares, principalmente bonos del Tesoro, por parte de países como Japón, la Eurozona, Reino Unido y Emiratos Árabes Unidos. Sin embargo, Artus identifica cinco factores que podrían reducir drásticamente esas compras y desatar una crisis antes de lo previsto: la depreciación esperada del dólar, la caída del precio del petróleo, el aumento de los tipos de interés a largo plazo en Japón, el temor a una burbuja en las tecnológicas de EEUU y el continuo aumento de la deuda pública estadounidense.
Según el análisis Flash Economics recogido por Artus, cada uno de estos elementos podría debilitar la demanda extranjera de activos estadounidenses. Por ejemplo, los inversores japoneses podrían "sustituir los bonos estadounidenses por deuda nacional" ante el repunte inflacionario y la mayor rentabilidad nominal de la deuda nipona, mientras que la caída de ingresos en los países exportadores de petróleo (como consecuencia del exceso de oferta) reduciría su capacidad de compra. Además, "la sobrevaloración percibida de las tecnológicas estadounidenses" podría redirigir los flujos hacia acciones europeas, y el creciente déficit fiscal en EEUU podría hacer que los inversores se muestren más reacios a financiar su deuda pública.
Artus concluye que, si el déficit exterior dejara de financiarse con facilidad, "seguiría una caída necesaria de la demanda interna", derivada del hundimiento de los índices bursátiles (con su consiguiente efecto riqueza negativo) y de un aumento en los tipos de interés a largo plazo. EEUU se enfrenta a un panorama y fiscal financiero extremadamente complicado, es la principal conclusión de lo expuesto por el analista.
Recurrente en sus avisos es Albert Edwards, veterano analista de Société Générale que suele señalar en dirección a Japón. El país asiático es el mayor tenedor extranjero de bonos del Tesoro y en abril, en plena vorágine en el mercado de deuda por la crisis de los aranceles, vio aumentar sus tenencias en 3.700 millones de dólares en abril, hasta los 1,13 billones.
En uno de sus últimos informes, Edwards recoge un revelador comentario escrito por los estrategas detrás de la cuenta de X (antes Twitter) EndGame Macro: "El mercado de bonos de Japón no está aislado. Es la piedra angular de la supresión del rendimiento mundial. Durante años, las instituciones japonesas apuntalaron el mercado mundial de bonos a través del carry trade financiado con yenes y las compras masivas de bonos extranjeros, especialmente del Tesoro estadounidense. Esa era está llegando a su fin en tiempo real. El Banco de Japón está perdiendo el control del tramo largo de su curva. Y con los rendimientos de los bonos del Tesoro cubiertos por el tipo de cambio, que ahora son muy negativos, el capital está volviendo a casa".
"El fracaso de Japón es la señal"
"Este es el cambio de régimen. El modelo de represión de los bonos soberanos, en el que los tipos son bajos, se ignora la inflación y los balances absorben una deuda ilimitada, se está quebrando. El fracaso de Japón es la señal. La respuesta de EEUU definirá las consecuencias. La secuencia es importante. No lo entiendan al revés. El mercado de bonos de Japón puede ser la mecha, pero EEUU es la bomba de relojería (fiscal)", añaden. "La terrible situación fiscal estadounidense es la bomba de relojería a la que alude EndGame Macro y los vigilantes de los bonos se están poniendo nerviosos", subraya Edwards. Como destaca el analista, al que le gusta hablar de "disentería fiscal", en otro informe separado, EEUU solo ha registrado un superávit fiscal desde el año 2000 y fue en 2001.
Durante años, si no décadas, desarrolla François Rimeu, estratega senior en Crédit Mutuel Asset Management, el mundo financiero se ha preguntado cuál es el límite de la deuda pública estadounidense: "Hasta ahora, esta pregunta era puramente retórica, gracias a la bajísima inflación registrada en todos los países desarrollados desde 2008 y a la fortísima demanda de bonos estadounidenses por parte de países con superávit presupuestario. La baja inflación condujo a sucesivas rondas de flexibilización cuantitativa, que a su vez 'animaron' a los diferentes gobiernos a ser fiscalmente laxos. La situación a la que asistimos ahora en EEUU es aplicable a otros países, con Francia como ejemplo destacado".
Desde ING, el equipo de analistas encabezado por James Knightley apunta más allá de la ambiciosa ley fiscal de Trump: "Las iniciativas fiscales de la administración Trump podrían no ser perfectas y estar sujetas a algunos desafíos, pero el coste potencial de no hacer nada podría ser aún mayor. El análisis reciente de la Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO) de diversos escenarios fiscales sugiere que, si se permite que los ingresos y los gastos no relacionados con intereses vuelvan a sus promedios de 30 años, el déficit primario y los gastos relacionados con intereses se dispararían, lo que llevaría a que la deuda pública estadounidense terminara siendo más de 10 billones de dólares (un 25% del PIB) superior al valor de referencia para finales de 2035". Estos expertos consideran, por tanto, "esencial" la implementación de medidas de austeridad para frenar por completo el aumento de la deuda pública.
También reparte culpas Edoardo Campanella, economista de UniCredit Research: "Para ser justos, la incapacidad de controlar el déficit público es un problema bipartidista. La administración Biden contribuyó al aumento de la deuda pública con la Ley del Plan de Rescate Americano, la Ley de Inversión en Infraestructuras y Empleo, la Ley de Reducción de la Inflación y la Ley CHIPS y de Ciencia. Además, es probable que la creciente polarización política empeore aún más el déficit federal en el futuro". El resumen es que unos y otros deberían darse cuenta de la magnitud del problema y ponerse de acuerdo en tomar medidas. El reloj no se detiene.