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Europa: dinero en movimiento, con un nuevo rumbo fiscal para los próximos años

Bandera de la UE ondeando frente al edificio del Parlamento Europeo en Bruselas. Imagen: Dreamstime.

El optimismo que ha impregnado a la Unión Europea desde comienzos de año se ha visto alimentado por un giro notable en su política fiscal. En este nuevo contexto, uno de los temas más relevantes es el compromiso creciente con el gasto en defensa, una decisión que, si bien responde a urgencias geopolíticas, también simboliza un cambio de era en la arquitectura estratégica del continente.

Alemania, la columna vertebral económica de la eurozona, ejemplifica claramente este cambio de enfoque. Ha asumido un papel protagonista en el giro fiscal y estratégico que vive Europa. El esfuerzo no se limita a reponer arsenales vaciados por el apoyo a Ucrania; apunta también a redefinir el papel geopolítico de Europa en un entorno global más incierto y peligroso. Berlín ha optado por flexibilizar su enfoque fiscal tradicional para dar cabida a un aumento sostenido del gasto en defensa, considerado prioritario en el nuevo contexto. Se prevé que su inversión en este ámbito crezca en torno a 1,5% del PIB entre 2024 y 2027, lo que supone un cambio estructural sin precedentes en la política económica reciente del país.

Este giro no es un episodio aislado, sino el reflejo de una transformación más profunda en la concepción fiscal de Europa. Para entender la magnitud de este cambio basta con mirar atrás. Entre 2010 y 2019, la política fiscal de la eurozona estuvo marcada por la consolidación en las cuentas públicas. El ajuste del gasto y la disciplina presupuestaria eran la norma. Hoy, en cambio, hablar de déficits amplios se ha vuelto aceptable, siempre que estén orientados a reforzar capacidades estratégicas.

Pero no todo nuevo gasto es necesariamente sinónimo de progreso. El aumento del presupuesto se dirige sobre todo hacia defensa e infraestructura. En defensa, la mayor parte del dinero irá a personal, logística y equipamiento, con escasa inversión en innovación tecnológica. En infraestructura, los recursos se concentrarán en el mantenimiento de activos existentes más que en la transformación del modelo económico. Mientras tanto, las palancas del crecimiento futuro -digitalización, transición verde, reforma administrativa- continúan relegadas a un segundo plano. Son las promesas recurrentes que, aunque nunca faltan en los discursos, rara vez se traducen en asignaciones presupuestarias significativas.

Además, los desafíos estructurales siguen presentes, y destaca entre ellos el envejecimiento demográfico, que amenaza con reducir de forma sostenida la fuerza laboral disponible. Las perspectivas en este ámbito son claramente negativas: la mayoría de los pronósticos oficiales anticipan que la población en edad de trabajar disminuirá en la eurozona durante los próximos cinco años. Esta evolución ya está, en gran medida, determinada, ya que obedece a las bajas tasas de natalidad de décadas pasadas y a la actual estructura. Si bien es posible lograr un leve aumento en la participación laboral mediante el retraso en la edad de jubilación, los beneficios que podría generar van a ser limitados.

A este panorama estructural se suma una coyuntura económica débil. Los indicadores adelantados correspondientes a mayo dibujan un escenario frágil. Los índices PMI preliminares de la eurozona mostraron que la producción manufacturera se mantuvo estable, favorecida en parte por un adelanto de pedidos ante la inminente entrada en vigor de los aranceles estadounidenses. No obstante, el sector servicios -que tiene un mayor peso relativo en la economía- se contrajo de forma significativa: su índice de actividad empresarial cayó de 50,1 a 48,9, alcanzando su nivel más bajo en 16 meses.

En conjunto, estos datos sugieren que el modesto repunte del sector industrial no fue suficiente para contrarrestar la debilidad del sector servicios, lo cual ha resultado en un estancamiento general de la economía.

La eurozona seguirá siendo una economía relevante a nivel global, sí, pero con un dinamismo cada vez más contenido. Su crecimiento potencial será limitado, las oportunidades de empleo podrían seguir reduciéndose y su peso como polo manufacturero podría debilitarse con el tiempo. Aunque algunos países aún disponen de cierto margen fiscal, ese espacio se irá estrechando, por lo que la sostenibilidad de las finanzas públicas volverá a ocupar un lugar central en la agenda económica. Por ahora, eso sí, cabe celebrar el buen comportamiento de los mercados bursátiles europeos.

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