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La acertada profecía de Lagarde sobre la guerra comercial de Estados Unidos vs China

  • Las consecuencias de la fragmentación del mundo en dos bloques es la quiebra del 'status quo' de la economía mundial 
  • Con la desglobalización parcial de las cadenas de producción, son más frecuentes las tensiones inflacionistas
  • Qué hacer hoy si invierte con Ecotrader
Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo
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En abril de 2023, en plena guerra de Ucrania, Christine Lagarde impartió una conferencia casi profética, anticipando la creciente tensión entre Estados Unidos y China y las consecuencias económicas y de todo tipo de esta polarización.

Bajo el título Los bancos centrales en un mundo en fragmentación, Lagarde indicaba que la creciente rivalidad entre EEUU y China daba lugar a la fragmentación del mundo en dos bloques liderados por estas dos potencias. Tanto EEUU como China, con intereses estratégicos y valores totalmente distintos, intentaban atraer hacia su propio bloque al resto de países del mundo.

Tras la llegada de Trump a la Casa Blanca, la diplomacia para atraer socios al bloque de Estados Unidos parece basarse más en la coacción que en una política de alianzas tradicional. Trump ya dijo que los aranceles sirven para negociar todo tipo de aspectos, no solo los comerciales (one stop shopping -ventanilla única-, llegó a tuitear). Así, en las negociaciones arancelarias abiertas con multitud de países, uno de los aspectos tratados es la separación de cada uno de estos países de China. El caso de Panamá y del resto de países latinoamericanos es claro: se les exige elegir entre EE.UU. y China.

Otro de los aspectos previsiblemente puesto sobre la mesa en las negociaciones de EE.UU. con el resto de países es la "obligación" de utilizar tecnología estadounidense en lugar de tecnología china. Esta situación ya se vivió en distintos países europeos hace años al desplegar la red de tecnología 5G. El temor al espionaje chino es evidente.

Por su parte, China lleva más de una década intentando acercar a su bloque a la mayoría de los países del llamado Sur Global. De hecho, su programa BRI (Belt and Road Iniciative), conocido como la nueva Ruta de la Seda, incluye a más de 68 países y ha implicado inversiones de más de 1 billón de dólares (con doce ceros) en proyectos de infraestructuras como puertos, vías férreas, carreteras, aeropuertos o centrales eléctricas. China es el principal exportador del mundo, con un superávit comercial con 172 países, que en conjunto supera la cifra de 1 billón de dólares.

Las consecuencias de esta fragmentación del mundo en dos bloques es la quiebra del status quo de la economía mundial en vigor desde el final de la Guerra Fría. Durante este periodo, bajo la hegemonía de Estados Unidos, se globalizaron las cadenas de producción y la inclusión de China en la OMC (Organización Mundial del Comercio) aportó una enorme fuerza laboral. La oferta global de bienes se convirtió en mucho más flexible ante cambios en la demanda, lo que propició un elevado periodo de baja y estable inflación. Así los bancos centrales, para controlar la inflación solo tenían que preocuparse de subir o bajar los tipos de interés para enfriar o incentivar la demanda.

Ahora, con la desglobalización parcial de las cadenas de producción, son más frecuentes las tensiones inflacionistas derivadas de problemas en la oferta de productos. La desglobalización completa es una quimera: Estados Unidos depende completamente de la importación de 14 minerales críticos; Europa depende de China para el 98% del suministro de tierras raras. En ambos casos, problemas en la oferta de estos productos pueden provocar fuertes disrupciones en muchos sectores críticos de la economía.

La época de décadas de baja inflación y fuerte crecimiento ha dado paso a un periodo de mayor inestabilidad con menor crecimiento y mayores riesgos para la inflación. Ante esta situación, los bancos centrales tienen menos herramientas eficaces para actuar. Ante un aumento de la inflación por problemas en la oferta es contraproducente subir tipos, porque se enfría más la demanda, cuando el problema está en la oferta.

Durante la época de hegemonía unipolar de Estados Unidos, el dólar ha sido la moneda de reserva por excelencia, y la principal moneda en los intercambios internacionales. Igualmente, el sistema occidental de pagos SWIFT ha sido el utilizado en el 90% de las transacciones internacionales (datos de 2020).

Ahora, y con los antecedentes de las sanciones a Rusia, la congelación de sus reservas internacionales y la utilización del sistema SWIFT como un arma financiera, los países del bloque cercano a China buscan alternativas para reducir paulatinamente la utilización del dólar como moneda de intercambio comercial y como moneda de reserva. En cualquier caso, este cambio será muy gradual y prolongado en el tiempo. A día de hoy, no existe una alternativa al dólar como moneda de reserva.

Las negociaciones actualmente en marcha de las autoridades estadounidenses con multitud de países acelerarán la definición de estos dos bloques. EE.UU. utilizará la dependencia de su escudo militar, imprescindible a día de hoy para muchos países, y la predominancia del uso de su tecnología para alejar lo más posible al resto de países de China. Los dos bloques nunca serán herméticos, pero cada país tendrá que elegir de qué lado se decanta. En el caso de Europa, guste o no, la elección solo puede ser una.

Lagarde fue muy profética hace dos años.

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