Bolsa, mercados y cotizaciones

Josep Soler (Efpa): "Si Europa no reacciona con Trump, perderemos nuestro modelo de vida"

  • Efpa España cumple su vigésimo quinto aniversario en un momento en que Bruselas debate la forma de transformar a los ahorradores en inversores
  • El directivo de Efpa asegura que todavía poca gente está dispuesta a pagar por asesoramiento financiero explícito
Josep Soler, consejero ejecutivo de Efpa España. Foto: Ana Morales
Madridicon-related

Efpa España, la asociación de asesores y planificadores financieros, acaba de cumplir su vigésimo quinto aniversario con la sensación de haber contribuido a mejorar la educación financiera de los ciudadanos. Un asunto crucial en un momento en que Bruselas debate la mejor forma de favorecer el tránsito de ahorrador a inversor y aprovechar así el enorme volumen de dinero colocado todavía en depósitos como una vía para financiar el crecimiento de Europa en los próximos años en sectores competitivos. Un movimiento que la irrupción del proteccionismo de Donald Trump ha acentuado y que se debería aprovechar para no perder el modelo de vida alcanzado, advierte Josep Soler, un profesional con amplia experiencia en la interrelación de los mercados financieros y los inversores.

Efpa España cumple 25 años en un momento en que en Europa se está viendo la forma de vehiculizar el ahorro en depósitos a inversión en activos. La Comisión Europea está avanzando con la Unión de Ahorros e Inversiones y, por otro lado, el Laboratorio de Competitividad que impulsa España quiere lanzar una especie de etiqueta que ofrezca determinadas ventajas. Y parece claro que se pretende cierta convergencia fiscal para el tratamiento de las inversiones en Europa. ¿Va a ser posible hacerlo?

Nuestro 25 aniversario coincide en un momento en que hay muchas cosas que hacer en relación al tema de las finanzas personales. No solo es una prioridad de la Unión Europea sino que la llegada de Trump a la Casa Blanca ha provocado cambios que van a transformar el mundo. Tenemos que ver cómo Europa se adapta a un entorno global disfuncional. Europa había definido una prioridad financiera muy interesante para aprovechar el ahorro de los ciudadanos, que está deficientemente colocado en depósitos, para que sirva como complemento para las pensiones y generar mayor capital con el que confrontar los gastos familiares.

Y esto coincide con una necesidad de generar recursos de inversión, en temas como sostenibilidad y digitalización, como se decía hace tan solo un año, que se une ahora con la necesaria inversión en defensa y seguridad. Y para esto se necesitan muchos recursos privados para complementar los recursos públicos, que ya están ajustados por los elevados déficits.

Uno de los objetivos que pretende, precisamente, la Unión de Ahorros e Inversiones es que las empresas europeas, sobre todo las pymes, tengan un canal de financiación alternativo al bancario suficientemente importante, al igual que en capital riesgo, para equipararnos un poco más con EEUU. Pero para esto se necesita generar instrumentos de inversión que faciliten que los ciudadanos tomen la decisión de pasar de productos ultraconservadores a productos con más riesgo. Para eso se precisa algún tipo de garantía, equiparable a la que existe para las cuentas corrientes y los depósitos, y también convendría que se aplicara a determinados productos de inversión paneuropeos.

Para hacerlo se necesitaría una fiscalidad similar, tal y como se está debatiendo ahora mismo.

Se necesitaría una fiscalidad similar, que puede garantizarse de alguna manera a nivel comunitario, pero sigue siendo una competencia plenamente de los estados miembros. Y aquí es donde se tropiezan con dificultades, porque es un tema de soberanía estatal y ningún gobierno quiere ceder sus ingresos fiscales. E implicaría ponerse de acuerdo sobre qué nivel de fiscalidad se aplicaría, porque no existe una unión tributaria en la UE. De ahí surge la iniciativa del Laboratorio de la Competitividad, para intentar ponerse de acuerdo. Suecia o Italia ya han aplicado cuentas de ahorro e inversión con éxito. Pero si queremos que funcionen no deberían limitarse las ventajas a los pequeños ahorradores, sino dar ventajas a inversores con un patrimonio elevado. Esto es complicado, además, por el recelo de las entidades financieras y gestoras de productos de inversión, porque temen que estos productos paneuropeos les generen más competencia. Todo es complicado en Europa pero lo más difícil es renunciar a ingresos fiscales.

Sin llegar a algún tipo de consenso fiscal ¿va a ser fácil convencer a los ahorradores de que den el salto a inversores?

Hay que dar incentivos y los fiscales son muy importantes para generar volúmenes importantes de dinero. Y, aunque se comenta poco, hay una característica que sí es fácil de aplicar: que sean productos baratos, que cobren poco por la gestión, y que tengan cierto nivel de liquidez, que permitan sacar cada año un 5% del ahorro generado, por ejemplo. Pero esto también chocaría con las firmas de inversión, porque sería un producto muy competitivo, con mejor fiscalidad, barato y liquidez, y quizá con alguna garantía más, por lo que sería demasiado competitivo con algunos productos estandarizados de las gestoras de fondos de inversión y planes de pensiones.

¿Las cuentas de Suecia, Italia o Reino Unido serían fácilmente imitables para lanzar una cuenta paneuropea?

Sí, lo serían. E incluso mejorables, con alguna garantía mayor, haciendo que participen las entidades financieras en la gestión de estos productos e incrementando los límites de inversión. La clave es el tema fiscal, porque si las ventajas fiscales son buenas va a reducir los ingresos de cada país. Y si triunfa mucho en un país y no en otro, puede crear suspicacias.

¿Va a ser complicado de lanzar?

Es complicado, pero a grandes males, grandes remedios, porque Europa tiene una necesidad perentoria. Si ahora Europa no reacciona, ante las políticas de Trump y las necesidades de inversión que tenemos para ser más competitivos globalmente, con unas pensiones públicas frágiles... si no reaccionamos ahora, los propios europeos nos estaremos autoexcluyendo, porque lo necesitamos hacer para mantener el modelo de vida europeo. Y hay que aprovechar las circunstancias que está generando Trump para invertir más en compañías europeas.

El Laboratorio de Competitividad quiere alcanzar algún tipo de acuerdo en homogeneizar procedimientos e incluso lanzar esa etiqueta que identifique determinados activos de inversión. ¿Cómo se podría aplicar esta etiqueta, qué productos serían susceptibles de recibirla?

Las prioridades están detectadas. Donde hay más necesidad de ser competitivos, porque es lo que genera más valor añadido, es lo que se debe primar, como la tecnología, la digitalización y el sector energético, para ganar autonomía. Estos son los grandes sectores donde se debe ganar fuerza. Se deben generar nichos de competitividad, aunque sea poniéndose de acuerdo entre varios de los principales países europeos. Y es importante flexibilizar y reducir la regulación, un tema del que ya se habla de manera clara en el sector financiero, como en el tema de la Estrategia de Inversión Minorista, cuyos objetivos están ya subsumidos en la Unión de Ahorros e Inversiones.

Esa etiqueta podría significar que dichos activos o productos estuvieran sujetos a una menor regulación o mejorar su situación en el mercado común europeo, con mayor capacidad para acceder a financiación, sea pública o privada. Afortunadamente el diagnóstico es clarísimo en Europa y las medidas terapéuticas también. Pero en cómo se implementan es donde está la dificultad, por la variedad de intereses de las instituciones comunitarias y los estados miembros, a lo que se debe unir ahora el tema de los aranceles de EEUU.

Si la convergencia fiscal va a ser complicada y por el tipo de vehículo también va a ser difícil la homogeneidad, ¿qué va a poder hacer Europa realmente?

Ser conscientes de que hay que hacerlo sí o sí. Y nosotros como Efpa somos muy activos en Europa diciendo que hay que hacerlo. Nosotros jugamos un rol muy curioso porque, por un lado, están las grandes patronales y, por otro lado, las asociaciones de consumidores, y en medio estamos nosotros para dar protección a los inversores pero siendo conscientes de que el mercado debe fluir, como en EEUU. Nosotros hacemos mucho lobby para la fluidez y hemos de jugar un rol, mientras la educación financiera no esté generalizada, para ayudar más de lo que deberíamos a los ciudadanos.

La gente, por ejemplo, llega a los concesionarios de coches muy resabiados, con los deberes hechos. Pero en temas financieros, para las hipotecas o los planes de pensiones, que son muy aburridos, a la gente no le gusta tanto informarse, por lo que se necesitan asesores de confianza.

¿Los eltif serían los vehículos adecuados para canalizar esa inversión?

Ofrecen una facilidad para la inversión, pero no es suficiente y presentan limitaciones.

Hasta cierto punto en España parece que sí se ha conseguido que los ahorradores se dejen asesorar, viendo el volumen patrimonial de la gestión discrecional de carteras.

Los inversores sí se dejan asesorar, pero convendría que tuvieran más asesoramiento financiero y que los asesores les dedicaran más tiempo. Y en esto, a veces, las entidades fijan unos estándares que no son suficientes para los clientes y el propio asesor no puede dedicar el tiempo que debería. Pero lo más importante es insistir en la necesidad de sacar más partido al esfuerzo de ahorro que se hace. Y esto, en ocasiones, algunos asesores quizá no están motivados a decirlo tan claramente a sus clientes. Porque el riesgo a largo plazo no es el mismo que con el ahorro a corto plazo. Hay que evitar la tentación que podría tener un vendedor de coches de segunda mano de recomendar un coche familiar a un soltero sin hijos y sin pareja.

Comentaba antes la flexibilización de la regulación. ¿Hasta qué punto todo el camino alcanzado con la directiva en temas de sostenibilidad se va a quedar diluida?

No lo sabemos. Pero en materia de regulación en sostenibilidad, quizá nos hemos pasado en algunos temas que no han hecho que haya habido más inversión ni han favorecido la transición energética. Se debería racionalizar. Es fácil decirlo pero es difícil hacerlo, pero las políticas de oferta deben ayudar a desarrollar los mercados en estos temas sin cargarnos la demanda. Es un equilibrio inestable. Es verdad que habíamos hecho bastante esfuerzo para rebajar una parte de la demanda, porque pensábamos que todo se generaba a través de la oferta de productos sostenibles. A veces desde la Administración y las empresas estamos demasiado preocupados por la oferta. Nosotros como Efpa somos un cualificador profesional de la oferta, con una titulación específica para los asesores. Pero por el lado de la demanda no habrá crecimiento si no se incrementa el conocimiento de los ciudadanos.

En la última encuesta de Efpa, se comprueba que los criptoactivos no se recomiendan todavía mucho. ¿Se están quedando atrás los asesores con las nuevas generaciones de inversores que sí lo están ya utilizando? ¿Cómo se puede compaginar en este tema la oferta y la demanda?

Los criptoactivos, nos gusten o no, están aquí. Y hay inversores que los utilizan. Los asesores financieros estamos cada vez más convencidos de que es necesario comprenderlos y saber responder a las preguntas de los inversores para saber aconsejar sobre su uso. Recomendarlos ya es otra cosa, aunque en todo caso siempre hay que invertir una parte pequeña de la cartera. Es un activo que se está regulando, porque es arriesgado y difícil saber qué hay detrás. Y hemos sido algo lentos en entender que necesitamos saber más sobre criptoactivos, pero ya está bastante solucionado desde Efpa, con formación, jornadas específicas y webinars.

Desde que se inició la reforma de los planes de pensiones del exministro Escrivá, ¿tiene sentido lo que se ha hecho o debería rectificarse de alguna manera?

A las cifras nos remitimos. En los planes individuales se han frenado las captaciones, al reducirse el límite de aportación, y los planes de empresa y autónomos no tienen volúmenes patrimoniales trascendentes. Si no ha pasado lo que se supone que tenía que haber pasado, si queremos seguir teniendo instrumentos de ahorro de este tipo, habrá que cambiar las cosas. Pero no digo nada original. No son cifras muy alentadoras.

En un país tan bancarizado como España que un asesor tenga una titulación como la de Efpa ¿qué garantías ofrece al inversor cuando se trata normalmente de un empleado de una entidad financiera que tendrá sus propios objetivos?

En Efpa damos una cualificación que, de todas las reconocidas por la CNMV, es la más potente y la que más cuesta obtener. Sabemos que todos los miembros de Efpa España, cerca de 40.000 personas, cumplen con 30 horas anuales de formación continua, realizadas y testadas, y que cumplen además un código ético. Mi pregunta sería ¿qué prefiere un inversor: un asesor de una entidad sin titulación o uno con una titulación como la de Efpa, que ofrece calidad? Dicho esto, pueden surgir conflictos de interés, no se puede negar. Pero entre que ocurra esto o no tener ningún tipo de asesoramiento, opto por lo primero. No es la solución perfecta, pero los que han intentado cargarse los conflictos de interés de paso se han cargado el asesoramiento financiero. Hay que preguntarse cuánta gente está dispuesta a pagar directamente a un asesor financiero profesional. Y, de momento, no son tantos.

WhatsAppFacebookTwitterLinkedinBeloudBluesky