
Wall Street atraviesa una mala racha. Parece que la bolsa americana ha perdido atractivo para los inversores y la rentabilidad que ofrecen sus beneficios previstos no es suficiente para asumir el riesgo que conlleva la renta variable, si se compara con el retorno que ofrece la renta fija. Esta es una de las razones por las que está propiciando una rotación hacia los bonos. Que el bono ofrezca más rentabilidad que la bolsa es anómalo y la última vez que se produjo fue a principios de siglo, cuando acabó estallando la burbuja de las puntocom.
El S&P 500 ha rebotado solo un 1,2% en lo que va de año, mientras que el precio del bono americano a 10 años ha subido un 5,6% en el mismo tiempo, según el último cierre. DeepSeek propició un cambio de tornas en el mercado, ya que antes de la irrupción de este modelo de inteligencia artificial (IA) era la bolsa la que subía y el bono el que bajaba. De hecho, la brecha entre ambas es mayor si se analiza su comportamiento desde finales de enero y la aparición en escena de la startup china. Desde ese momento, el índice norteamericano cae un 2,4% y el bono sube un 6,6%.
Pero DeepSeek es solo una de las razones, ya que hay otras que tienen más que ver con el bono estadounidense y las perspectivas de ver una mejora en la gestión del déficit de la primera economía del mundo. El Gobierno republicano está empeñado en bajar los costes de financiación y los vigilantes de los bonos están dentro de la propia Administración. Elon Musk lidera el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés) y Scott Bessent es el secretario del Tesoro. El primero quiere reducir el gasto público y, según los propios datos de su departamento, ya han conseguido reducir la factura del Gobierno con un ahorro de 65.000 millones de dólares, aunque no es mucho sobre el exceso de gasto. El segundo quiere reducir el déficit al 3% del Producto Interior Bruto (PIB) en 2028 desde el 6% actual.
Antes de que Trump fuera elegido presidente, en un primer momento, se consideraba que sus políticas iban a ser inflacionistas. Por ejemplo, la imposición de aranceles por todo el mundo o la reducción de impuestos. Pero, paralelamente, el mandatario ha insistido en que quiere reducir los costes de financiación y sus vigilantes de los bonos están en ello. Un análisis de Bloomberg calcula que, si DOGE consigue ahorros de 100.000 millones de dólares, la inflación podría reducirse 0,2 puntos. Si esa cifra se eleva a los 600.000 millones, el efecto en el Índice de Precios al Consumo (IPC) podría ser de 0,8 puntos.
Ese escenario sería ideal para Trump, ya que el presidente americano ha pedido abiertamente a la Reserva Federal (Fed) que baje los tipos de interés, lo que reduciría el precio del dinero a corto plazo. Aunque parece que el banco central no tiene demasiadas razones para flexibilizar la política monetaria, DOGE podría influir en la inflación y, en consecuencia, en la Fed, y posteriormente en el bono.
Puede ocurrir que Musk, Bessent y Trump consigan que se modere la rentabilidad del bono americano, que afecta a los hipotecados, al mercado inmobiliario o a las empresas. Es decir, a los costes de financiación a más largo plazo. Independientemente de lo que pueda pasar, ya que Trump es impredecible, la rentabilidad del T-Note ha pasado del 4,6% al 4,3% (el reverso de la subida de su precio) desde la toma de posesión en Estados Unidos.
Además, el Gobierno ha tenido suerte, ya que los últimos datos macroeconómicos también han propiciado ese movimiento a la baja de la rentabilidad del bono a 10 años. La confianza de los consumidores se ha debilitado considerablemente en febrero. El indicador de The Conference Board ha registrado su mayor caída en casi cuatro años (agosto 2021) y el subindicador de expectativas se ha situado por debajo de los 80 puntos, lo que habitualmente anticipa una recesión. Y esto ha ayudado a que haya más apetito por la deuda estadounidense.
Es lógico que los inversores vean ahora al bono con mejores ojos que a la bolsa, si se tiene en cuenta cómo ha evolucionado la rentabilidad que ofrece cada uno de estos dos activos en los últimos años, creando una situación anómala, en la que el bono da más retorno que la bolsa, a pesar de entrañar menos riesgo para los inversores.
Desde hace ya más de un año, el bono estadounidense con vencimiento a 10 años ofrece una rentabilidad a vencimiento superior al rendimiento de los beneficios del S&P 500. Es decir, los retornos que ofrece el cupón del bono superan a los que promete la bolsa, una comparativa que, cuando ha ocurrido en el pasado, ha precedido momentos tensos para la bolsa.
La realidad es que el dinero siempre busca los mayores retornos, ajustados al riesgo que se asume, y la renta variable es un activo que entraña más riesgo que el bono, un título de deuda pública respaldado por la economía estadounidense y considerado el activo libre de riesgo por excelencia en el planeta.
No hay alicientes para el riesgo
A pesar de las últimas compras de renta fija y ventas de variable, el bono estadounidense con vencimiento a 10 años todavía ofrece una rentabilidad superior al del índice bursátil, por lo que, si esta tendencia continúa, este puede ser uno de los motivos: el título de deuda se mantiene en el 4,29%, frente al 3,72% que ofrecen los beneficios del S&P 500 en los próximos 12 meses. El diferencial es uno de los más altos que se ha visto desde que, a principios de 2024, el retorno del bono superó al de la bolsa por primera vez en dos décadas.
De hecho, la última vez en la que esto había ocurrido, antes de este ciclo, fue a principios de siglo. El bono llevaba años cotizando con una rentabilidad superior que la de la bolsa, una anomalía que se prolongó durante mucho tiempo y que tuvo un final traumático para los inversores: el estallido de la burbuja puntocom. El final de una de las mayores burbujas que se recuerdan en la bolsa volvió a dejar al mercado en una situación de normalidad, con la bolsa ofreciendo más rentabilidad que el bono desde 2003 hasta 2024.
El estallido de la crisis dejó una lección sobre el cruce de rentabilidades del bono y la bolsa: cuando se produce esta anomalía es importante aumentar la cautela, y ser prudentes con la renta variable, ya que puede ser una señal de que las valoraciones de la bolsa han ido demasiado lejos. Ahora este es el caso, en opinión de muchos analistas, que consideran que el mercado ha ido demasiado lejos.
Hay que entender que, cuando se produce esta situación, la vuelta a la normalidad sólo se puede producir por tres vías: una opción es que se confirme un aumento fuerte de los beneficios esperados para la bolsa que ajuste al alza la rentabilidad que ofrece el índice; otra es que se produzca una caída en la rentabilidad de los bonos por un incremento de las compras de los inversores; la tercera vía es la más traumática: que la bolsa caiga, ajustando al alza el beneficio que ofrecen las acciones (a precios más baratos, sin que haya deterioro en el beneficio esperado, el retorno de los beneficios aumenta). También puede ocurrir que coincida cualquier combinación de los tres supuestos anteriores.
En un momento en el que está aumentando el temor a que se produzca un frenazo en el crecimiento económico, y teniendo en cuenta la relación entre los retornos esperados para la bolsa y el bono, parece que la renta fija está mejor posicionada para atraer el dinero de los inversores, ya que puede actuar como activo refugio, y más ahora, con una rentabilidad superior a la que promete la bolsa.
Sin embargo, todavía se tiene que despejar una pieza en este puzle, que puede influir en los mercados. Al cierre de Wall Street se presentan los resultados de Nvidia. El mercado va a evaluar el gasto que se está haciendo en inteligencia artificial (IA) y cómo de fuerte es la demanda de procesadores. Las cifras de la tecnológica pueden condicionar el rumbo del mercado; bien desencadenando un giro en las bolsas o confirmando el posicionamiento actual a favor de los bonos.