
Es probable que la victoria de Trump desencadene volatilidad en los mercados emergentes los próximos meses, pero puede ser positivo a medio y largo plazo.
De momento es casi seguro que los primeros meses desde su toma de posesión como presidente de EEUU este mes de enero, causen un dolor significativo en otros países. Algunos se apresurarán a hacer concesiones comerciales y de otro tipo para evitar el peor de los aranceles y es probable que China se lleve la peor parte. Parte del dolor se notará en las divisas, pues cuanto más severos sean los aranceles, más probable que el dólar se aprecie, al menos inicialmente. Las devaluaciones en otras divisas presionarán a quienes se endeudaron en dólares, sobre todo en economías emergentes.
Pero, a pesar del nerviosismo, los mercados emergentes pueden salir airosos de la segunda presidencia de Trump. Así, aunque es probable que Trump utilice los aranceles como arma para obtener concesiones comerciales, no está dispuesto a dejar que el dólar suba demasiado y EEUU pierda competitividad. Incluso es posible un nuevo acuerdo sobre divisas, algo parecido al acuerdo del Plaza de Nueva York entre ministros de economía y gobernadores de los bancos centrales del G-5 -Francia, Japón, Alemania, Reino Unido y EEUU-, que acordaron depreciar el dólar en relación con el yen y el marco alemán mediante intervención en los mercados de divisas. En este sentido, una depreciación del dólar, que revierta su ciclo alcista de 15 años, desencadenaría un círculo virtuoso de solvencia para los emisores de deuda de mercados emergentes, mejorando la dinámica de sus divisas e impulsando los precios de sus activos.

Al mismo tiempo, la dinámica de la deuda estadounidense –que, con toda probabilidad, Trump empeorará– hará más positiva la deuda soberana de mercados emergentes. Nuestro escenario base es de erosión de la posición de deuda de EEUU. A pesar de la promesa de Trump de un gobierno más eficiente y menos burocracia, sus manos están atadas en las mayores cifras de gasto público, como la Seguridad Social. A ello se añade que presionará para reducir los impuestos. De manera que la Oficina de Presupuesto del Congreso estima que la carga de deuda de EEUU, en 100%/PIB, puede aumentar hasta 143% si se implementan las políticas de Trump. Si logra estimular el crecimiento el déficit puede reducirse proporcionalmente, pero no es probable.
Sin embargo las economías emergentes, que representan 58% del PIB mundial, van a seguir creciendo. Sus instituciones son cada vez más creíbles. Sus bancos centrales fueron, en general, más rápidos en responder al repunte de la inflación mundial, relajando sus políticas monetarias. Sus fundamentales son incluso mejores que en mercados desarrollados, con menor carga de deuda, mayores tasas de crecimiento y mejores perspectivas demográficas. Se trata de mercados relativamente líquidos, que en renta fija capitalizan 7 billones de dólares, más 7,6 billones en renta variable, con mucho recorrido, pues solo el S&P 500 tiene una capitalización de unos 48 billones de dólares. Así que incluso los fondos soberanos desplazan cada vez más sus carteras hacia mercados emergentes. Hay que tener en cuenta que es probable que la erosión de la fe en la deuda del Tesoro de EEUU motive buscar alternativas y, dado que otros Gobiernos de economías desarrolladas también muestran grandes cargas de deuda, la elección es crédito de mercados desarrollados y deuda soberana de mercados emergentes.
Es verdad que un deterioro de la posición de deuda en EEUU haría aumentar las rentabilidades a vencimiento de sus bonos, con aumento de tipos de interés en EEUU -lo que es históricamente negativo para activos de mercados emergentes-, pero los fundamentales en estos países, con bancos centrales fiables y presupuestos nacionales controlados, además de expansión de la demanda interna en su deuda en moneda local, hacen sus mercados de bonos menos sensibles a los tipos de interés en EEUU. De todas formas, una crisis de deuda de EEUU sería destructiva para los activos en general, siendo del interés del resto del mundo impedir un resultado extremo.
En todo caso el deterioro de fundamentales de la deuda de EEUU desafíe su excepcionalidad, que ha sido capaz de mantener al dólar muy por encima de su valor razonable. La enorme carga de deuda de EEUU no puede seguir creciendo siempre, ni siquiera demasiados años, sin que haya un ajuste. Así que, aunque de manera inmediata es probable que las políticas de Trump fomenten la volatilidad en activos emergentes, estos saldrán ganadores una vez se haya asentado el polvo.
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