Bolsa, mercados y cotizaciones

El hundimiento del petróleo, un batacazo del bitcoin y la recesión global protagonizan el viaje al futuro de BCA Research

  • Los estrategas de la casa realizan un análisis de ciencia ficción muy detallado
  • En 2025 todo se empieza a desmoronar al poco de retomar Trump el poder
  • Se desata la guerra comercial, Wall Street cae y el bono americano roza el 6%
Foto: iStock

Entra el año 2025 y tras pandemias, guerras, eventos climáticos destructivos... cuesta creer que el próximo año vaya a ser un ejercicio tranquilo. No solo eso, los líderes políticos que están llegando al poder presentan un lenguaje cada vez más agresivo a medida que los nacionalismos parecen levantar la cabeza tras años de un profundo dormitar. Ante todo ello, los analistas de BCA Research han confeccionado un vasto documento con varios escenarios que sus analistas contemplan desde un universo paralelo en el que pueden ver desde 2026 lo que sucede en la Tierra en 2025. Frente a las previsiones tradicionales para el año que viene, estos analistas no se han mordido la lengua y han puesto sobre la mesa escenarios de ciencia ficción que se alejan, en parte, del consenso del mercado y de los que gusta escuchar a los 'poderosos'. La llegada de una recesión económica, la caída del bitcoin a la mitad o el desplome del petróleo son algunos de sus vaticinios más controvertidos y que aparecen en la 'bola de cristal' de los analistas de BCA Research.

Estos expertos auguran (en sus fantasiosas previsiones, que imitan a los célebres Cisnes Negros de Nassim Taleb) un sombrío 2025 para la economía. Sin ir más lejos, su informe se titula 'La Recesión de 2025'. Realizando un viaje al futuro, como si estuvieran enviando cartas al pasado desde enero de 2026, los analistas de BCA hablan ya como si pudieran ven en este momento lo que está sucediendo en el 2025 y más allá: "El esperado aterrizaje suave nunca llega en 2025. Aunque no era obvio en ese momento, la NBER (National Bureau of Economic Research) señala Estados Unidos entró en recesión en mayo de ese año".

Mientras tanto, "la mayoría de los estrategas culpan a la guerra comercial y a la agitación en los mercados de bonos por la recesión. No hay duda de que ambos factores contribuyeron a la desaceleración, pero la realidad es que la economía global ya estaba patinando sobre hielo muy fino en la parte final de 2024", reza el informe. Esta recesión tiene consecuencias en otros activos de riesgo como las acciones o el petróleo.

Si para Wall Street (el S&P 500), estos 'futurólogos' auguran un corrección de casi el 30% respecto los niveles actuales, y para el bono del Tesoro de EEUU a 10 años un alocado viaje hasta la frontera del 6% en algunos momentos, la previsión para el petróleo también es llamativa. El precio del Brent se hundirá hasta los 45 dólares por barril, lo que supone una caída del 40% desde los precios actuales (el Brent cotiza en la zona de los 73 dólares). La oferta está dominando el mercado en estos momentos, con una producción en niveles de récord o cercanos a ellos en EEUU, Canadá, Guyana, Argentina o Brasil. Además, este descenso del precio podría verse agudizado por la llegada de una recesión global o en EEUU, que es otro de los escenarios que anticipa este denso informe.

Una plataforma petrolera. Foto: iStock

Ante la recesión y la volatilidad en el mercado, el oro se hace fuerte y el bitcoin se desinfla: "Los partidarios de bitcoin esperaban que la inestabilidad fiscal hiciera que el dinero fluyera hacia el espacio de las criptomonedas. No fue así. Al final resultó que el bitcoin era solo una apuesta de beta alta. A medida que las acciones se desplomaban, también lo hace el bitcoin. La moneda virtual termina el año en 45.000 dólares", sentencian estos expertos.

El 2025 que plantean los estrategas de la casa de análisis canadiense se asemeja a una ajada pared de la que se van desprendiendo los azulejos hasta quedarse yerma. Uno de los azulejos, el del mercado laboral estadounidense, empezó a despegarse a finales de 2024. En la segunda mitad del año, las ofertas de empleo han retrocedido hasta niveles cercanos a los de antes de la pandemia. La tasa oficial de vacantes se situó en el 4,6% en octubre. Se acercaba a la tasa del 4,5% que el Gobernador de la Reserva Federal, Christopher Waller, había identificado como el punto de inflexión en el que cualquier nuevo descenso de las ofertas desencadenaría un ciclo autorreforzado de aumento del desempleo.

A medida que las ofertas de empleo tendían a la baja y la tasa de contratación alcanzaba su nivel más bajo en 11 años, a los desempleados les resultaba cada vez más difícil encontrar trabajo. El número de los llamados "perdedores de empleo permanente" -personas que estaban desempleadas porque perdieron un empleo permanente- era un 48% mayor en noviembre de 2024 que en vísperas de la pandemia. La duración media del desempleo ascendió a 10,5 semanas. El número de personas que cobraban prestaciones por desempleo a mediados de diciembre de 2024 era un 14% mayor que en la misma época del año en 2018/19. El empleo en las empresas de trabajo temporal -un clásico indicador adelantado del mercado laboral- siguió hundiéndose.

Crash en el empleo y el consumo

Entre los que seguían trabajando, un número cada vez mayor lo hacía a tiempo parcial por motivos económicos. Como suele ocurrir en el periodo previo a las recesiones, la fracción de la población en edad de trabajar con un empleo a tiempo completo disminuyó. Era casi un punto porcentual inferior en noviembre de 2024 que en abril de 2023. Sin redondear, la tasa de desempleo general subió al 4,246% en noviembre de 2024, apenas un peldaño por debajo del máximo anterior del 4,253% alcanzado en julio de 2024. La tendencia se acusará en 2025, dibujan los analistas de BCA, hasta que, en junio, la tasa de desempleo estadounidense alcance ya el 5% debido a una contracción de 80.000 puestos de trabajo durante ese mes. A finales de 2025, la tasa de desempleo estaría en el 6%.

Esa brusca caída del empleo se traduciría en un menor gasto, evidenciando el desprendimiento de otro azulejo: el de un consumidor estadounidense que se rinde. "El gasto impulsa el empleo y el empleo impulsa el gasto. El ciclo económico se sustenta en el circuito de retroalimentación entre ambos factores. De cara a 2025, la mayoría de los estrategas esperaban que el gasto de consumo estadounidense se mantuviera bien. Se equivocaron", contempla la profecía de BCA. A principios de 2022, los hogares estadounidenses tenían más de dos billones de dólares en ahorros excedentes por la pandemia. A finales de 2024, esos ahorros habían desaparecido, lo que eliminó una fuente clave de poder adquisitivo de la economía.

El agotamiento de los ahorros por la pandemia y el debilitamiento del mercado laboral se sumaron a las tensiones en el extremo inferior de la distribución del ingreso. En 2024, las tasas de morosidad de las tarjetas de crédito y de los préstamos para automóviles alcanzaron sus niveles más altos desde 2011, un año en el que la tasa de desempleo se situó en casi el 9%. Un cuadro doloroso a la que los estrategas de BCA suman el 'blues' de la vivienda, una melodía infernal para los jóvenes que quieren acceder a una casa: "Mientras que los tipos hipotecarios en 2024 eran similares a los de la década de 1990, los precios reales de la vivienda eran el doble de altos. Como resultado, los nuevos compradores de vivienda en 2024 tuvieron que dedicar una parte similar de sus ingresos al servicio de sus hipotecas que a principios de los años 80. Pero, a diferencia de entonces, los nuevos propietarios de 2024 no podían esperar razonablemente que los precios reales de la vivienda aumentaran de forma significativa con el paso del tiempo".

En medio del progresivo deterioro descrito, los expertos de BCA sitúan un grave desencadenante en marzo de 2025, con Donald Trump lanzando la primera 'salva' de la guerra comercial, subiendo un 10% los aranceles a China acusándoles de depreciar el yuan en beneficio propio. Como represalia, las autoridades chinas anunciaron que someterán a las empresas estadounidenses con operaciones en China a impuestos a la exportación. También se compormenten a reducir las exportaciones de minerales clave de tierras raras a EEUU. Ambos anuncios asustan a los mercados. Sin inmutarse por las represalias chinas, Trump impone un arancel del 5% a todas las importaciones de automóviles que entraran en EEUU y vuelve a amenazar con imponer un arancel general del 20% a cualquier país con superávit comercial con EEUU. El pesimismo se empieza a notar y se deprime la inversión empresarial.

Guerra total entre Trump y la Fed

Si Trump desata la guerra comercial en 2025, también provoca la madre de todas las batallas con la Reserva Federal de EEUU, con importantes reverberaciones en el mercado de bonos del Tesoro. Aunque la economía estadounidense ya se estaba desacelerando en el primer trimestre de 2025, aún no habían surgido señales claras de una recesión. La inflación aumentó modestamente hacia fines de 2024 y se mantuvo estable hasta principios de 2025. En este contexto, así como las posibles consecuencias inflacionarias de aranceles más altos y el impacto aún desconocido de las iniciativas del presidente Trump para reducir la inmigración, la Fed comenzó a dar señales de una visión más cautelosa sobre nuevos recortes de tipos. El término "pausa de la Fed" entró en la narrativa del mercado. Esto no le cayó bien al presidente Trump, quien afirmó que la Reserva Federal estaba tratando de debilitarlo al no reducir los tipos.

Enfurecido por la aparente inacción de la Reserva Federal ante una subida en los rendimientos del Tesoro dada la previsión por parte de los inversores de importantes déficits por los 'regalos fiscales' de Trump, el presidente toma las redes sociales para anunciar que utilizaría sus superiores habilidades negociadoras para volver a bajar los rendimientos. Aunque Scott Bessent, secretario del Tesoro, se apresuró a señalar que Trump no estaba amenazando con un impago de la deuda, las palabras de Bessent se vieron socavadas por el hecho de que él mismo carecía de un plan creíble para reducir el déficit presupuestario. Con los rendimientos al alza, Trump anuncia que piensa ordenar a la Reserva Federal comprar bonos del Estado. La Fed emite inmediatamente un comunicado de prensa en el que afirma que no tiene ninguna intención de hacerlo.

En ese momento, estalla el caos. El rendimiento a 10 años se dispara hasta el 5,9%, pintan desde BCA: "Los bonos del Tesoro no son como los bonos italianos. Son la principal fuente de garantía del sistema financiero mundial". Por supuesto, la renta variable mundial se desploma. El S&P 500 cae por debajo de 5.000 puntos por primera vez desde abril de 2024. En menos de cinco días, la Fed da marcha atrás en su postura anterior. Citando "circunstancias inusuales y exigentes", anuncia que comenzará a comprar bonos del Tesoro, aunque como medida temporal.

Este terremoto con la Fed lleva a los legisladores a tener que sacar un presupuesto de consenso bipartidista en el Congreso. El presupuesto resultante apenas mantiene 'regalos fiscales- y entierra las grandes promesas de Trump -desde eliminar los impuestos sobre las propinas hasta recortar aún más los tipos del impuesto de sociedades-. Al mismo tiempo, los impuestos a las rentas más altas suben. La política fiscal, en lugar de relajarse como esperaba la mayoría de los inversores a finales de 2024, se endurece a nivel federal en 2025. A nivel estatal y local, la política fiscal también se vuelve contractiva. Ello se debió, en parte, a que el debilitamiento de la economía se traduce en una menor recaudación tributaria. También se debe a que el gasto de los gobiernos estatales y locales se había inflado artificialmente durante la pandemia gracias a las generosas transferencias de Washington.

La sucesión de acontecimientos en EEUU se suma a elementos negativos externos. Por ejemplo, en BCA imaginan una China en la que el estímulo fiscal ha sido tan pequeño como tardío y la manufactura sufre en 2025 mientras el mercado inmobiliario vuelve a arrojar titulares inquietantes. Como se venía avisando desde 2024, las medidas de Pekín no han ayudado a los consumidores y eso tiene consecuencias. "La caída de los tipos de interés no genera mucha tracción. China se encuentra en una trampa de liquidez. Decir a los bancos que presten más no sirve de nada cuando los hogares y las empresas no quieren pedir más préstamos", apostillan desde BCA.

El puzle mundial que se va conformando embiste a Europa y Canadá. La vecina de EEUU fue la primera economía del G-7 en sucumbir a una recesión en noviembre de 2024, cuando la tasa de desempleo alcanzó el 6,8%, dos puntos porcentuales más que en julio de 2022. La zona euro, que ya estaba cerca de la velocidad de estancamiento a finales de 2024, no tarda en seguir su ejemplo. El aumento de los aranceles estadounidenses sobre las exportaciones europeas de automóviles y el contagio de la crisis fiscal estadounidense a los mercados de bonos italianos y franceses empujan a la región a la recesión. El único consuelo llegó en forma de alto el fuego en la guerra entre Rusia y Ucrania.

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El reflejo de todos estos acontecimientos en los mercados es sencillamente pasmosa. En Wall Street, las acciones se debilitan modestamente en el primer trimestre de 2025 al estallar la guerra comercial. Las acciones se desploman en el segundo trimestre debido a la crisis fiscal y recuperan parte de sus pérdidas a principios del tercer trimestre, cuando las tensiones fiscales disminuyen y los rendimientos de los bonos vuelven a bajar. Sin embargo, la renta variable vuelve a caer, y el S&P 500 alcanza un mínimo de 4.197 puntos a principios de noviembre, antes de recuperarse y cerrar el año en 4.452, cuando la economía empieza a mostrar signos de estabilización. Con 2024 en su recta final, el índice de referencia en EEUU se sitúa muy cerca de los 5.900 enteros.

Mención especial en este vuelco de Wall Street merece la Inteligencia Artificial (IA), gran esperanza de los inversores en las postrimerías de 2024. Aunque los avances en inteligencia artificial continuaron en 2025, continúan los telegramas desde el futuro de BCA, los inversores empezaron a preocuparse de que los beneficios generalizados de la revolución de la IA no aparecieran hasta dentro de muchos años: "En muchos sentidos, la preocupación de los inversores por la IA fue paralela a la experiencia de las puntocom". Preocupados por no poder rentabilizar plenamente sus inversiones, los compradores del gigante de los chips Nvidia y otras acciones de hardware relacionado con la IA redujeron las inversiones y, en algunos casos, amortizaron compras anteriores.Al igual que ocurrió durante la quiebra de las puntocom, el BPA (beneficio por acción) de las tecnológicas, que había sido muy superior al flujo de caja libre, se desploma.

La montaña rusa, por supuesto, tiene un pasajero de excepción: el dólar. La divisa estadounidense comenzó 2025 con buen pie. Un crecimiento más fuerte en EEUU que en el resto del mundo, unido al ruido de sables de Trump sobre los aranceles, presionó a la baja a la mayoría de las divisas mundiales, beneficiando al billete verde en el proceso. El alboroto del mercado de bonos en primavera deshizo parte del repunte del dólar. A diferencia de episodios anteriores de turbulencias financieras, el dólar estadounidense se debilitó cuando los inversores empezaron a preocuparse por una dinámica fiscal insostenible. La aprobación de una resolución presupuestaria para frenar las alarmas ayudó a estabilizar el dólar. Sin embargo, los consiguientes recortes de los tipos de interés de la Reserva Federal -que finalmente situaron el tipo de los fondos federales en el 2% y el rendimiento del Tesoro a 10 años en el 3,25% a finales de año mantuvieron a raya la fortaleza del dólar.

Un viaje mucho menos placentero que el del yen japonés. "Una vez superada la crisis en la que se vio envuelto el mercado del Tesoro, el yen se encontró en una situación envidiable. El Banco de Japón, que para empezar no había subido mucho los tipos en 2024, tenía poco margen para recortarlos. Así, a medida que otros bancos centrales volvían a recortar los tipos para mitigar la recesión mundial, los diferenciales de tipos de interés se movían enérgicamente a favor del yen. En ese momento, la valoración barata del yen se hizo difícil de ignorar. En diciembre de 2024, el yen cotizaba con un descuento del 47% con respecto al dólar estadounidense sobre la base de su tipo de cambio de paridad del poder adquisitivo. A finales de 2025, el yen cerró parte de esa brecha, fortaleciéndose hasta 115 frente al dólar", culmina la correspondencia desde enero de 2026 de BCA Research.

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