
Lo normal para un banco central es establecer su política monetaria en función de las previsiones de inflación que manejan. Para ello, los señores del dinero utilizan toda una gama de distintas herramientas que les ayudan a establecer un marco con posibles escenarios de inflación a futuro, y ajustan su política monetaria (tipos de interés, programas de compras de bonos…) como consideren necesario para que la inflación se acerque a su objetivo. Sin embargo, en los últimos años grandes bancos centrales como el europeo, o la Reserva Federal estadounidense, han tenido que dejar de lado las previsiones, para centrarse en lo urgente: arreglar un repunte inflacionista que no fueron capaces de anticipar, y que puso en duda su credibilidad. Desde entonces, el BCE ha estado enfocado en moderar la presión inflacionista, pero la crisis está ya remitiendo, y al tener una mayor seguridad de que su objetivo está casi cumplido, Philip Lane, el economista jefe del BCE, ya está planteando volver al enfoque clásico y recuperar una política monetaria marcada por las expectativas y previsiones a futuro.
La emergencia inflacionista ya parece estar controlada, y por ello el BCE está ya preparándose para volver a recuperar la manera habitual de vigilar la inflación: a largo plazo. Antes de la pandemia, el banco central tenía un enfoque claro, y este se basaba en vigilar las previsiones de inflación de largo plazo, y todos los indicadores adelantados de precios para poder entender hacia dónde se dirigían, y así poder calibrar la política monetaria en consecuencia. Sin embargo, con los repuntes de inflación que sufrieron a partir de mediados de 2021, el BCE se vio obligado a correr detrás de los aumentos de precios, y a tomar sus decisiones centrándose en los datos consolidados que se iban publicando.
Ahora, Philip Lane considera que "una vez el proceso de desinflación se complete, creo que ha llegado el momento de que la política monetaria mire hacia adelante, y que escanee el horizonte para analizar qué shocks pueden generar más o menos presiones inflacionistas", confirma el economista jefe del BCE en una entrevista concedida a Financial Times. Se acabó mirar atrás: el banco central volverá a mirar los indicadores a futuro, y estos cada vez tienen mejor pinta para los intereses del BCE.
Este cambio de forma de analizar el contexto inflacionista y de actuar se producirá, a juicio de Lane, en algún momento del año que viene, cuando el BCE ha comunicado que espera que la inflación vuelva a confluir con su objetivo del 2% sostenible, a medio plazo. Así, será en 2025 cuando el organismo retome la forma de hacer política monetaria que había antes de la crisis del Covid. "En algún momento haremos la transición, desde el reto inflacionista que hemos sufrido hacia el nuevo reto de mantener el IPC en el 2% de forma sostenible", explica Lane.
Las expectativas de inflación confirman la victoria del BCE
A día de hoy, la inflación todavía corre a un ritmo superior al objetivo del banco central. En noviembre el indicador de precios se mantuvo en el 2,3%, un dato que contrasta con el más del 10% que se llegó a tocar en 2022, en el peor momento de la última crisis inflacionista.
Sin embargo, si se atiende a los indicadores adelantados que el BCE ahora vuelve a poner sobre la mesa, la victoria sobre las presiones inflacionistas parece cosa hecha. En las últimas jornadas del mercado el swap de inflación '5y5y', que mide las expectativas de los mercados para la inflación que habrá en los cinco años que empezarán dentro de 5 años, ha caído ya por debajo del objetivo del BCE, algo que no ocurría desde agosto del año 2022. El swap marca ahora el 1,8%, un dato que confirma el éxito del BCE y cimenta el punto de vista que ahora Lane está anticipando de cara al año que viene.
Aunque el BCE todavía mantiene el enfoque prudente, y no quiere aventurarse a dar una guía sobre sus futuros movimientos de tipos, ya hay miembros que empiezan a abrir la puerta a recortes en el precio del dinero más agresivos de lo normal. Martins Kazaks, miembro del Consejo de Gobierno del BCE, ha declarado este lunes que se va a debatir un recorte de tipos más fuerte de lo normal, lo cual anticipa un posible movimiento de 50 puntos básicos en el encuentro de diciembre. "Vemos que el problema de la inflación va a terminar pronto, y eso significa que vamos a poder bajar los tipos", ha indicado Kazaks, pero también recuerda la situación de incertidumbre actual, por lo que todavía no se puede confirmar el giro de política monetaria que plantea Lane. Todo apunta a que será en 2025.