
La situación económica que están viviendo China y Japón ha dado la vuelta a lo que se consideraba la normalidad en los mercados hasta la fecha. Japón ha sido el paradigma de la deflación desde la década de 1990, mientras China ha sido el ejemplo de un crecimiento acelerado, con una inflación relativamente estable en las primeras décadas del siglo XX. Sin embargo, las tornas se han dado la vuelta en los últimos años: la crisis inmobiliaria en China y el frenazo en la actividad del país, junto a una demografía que cada vez se parece más a la japonesa, amenazan con hacer sucumbir al país en décadas de deflación, una espiral del que está saliendo poco a poco el país nipón.
Al mismo tiempo, Japón ha alcanzado en los últimos años las tasas de inflación que se han visto desde los años 80, y ha empezado a subir los tipos de interés algo que no ocurría desde hace 17 años. Todo esto ha terminado llevando al bono chino con vencimiento a 30 años a superar, este viernes, la rentabilidad que ofrece su homólogo japonés, algo que nunca antes había ocurrido y que confirma los temores de los mercados por la posibilidad de que China siga los pasos de su rival asiático en los próximos años.
La distancia habitual entre la rentabilidad del bono chino y la del japonés se ha ido estrechando en los últimos años. Los títulos con vencimiento a 30 años cotizaban en 2018 con una rentabilidad a vencimiento del 4,4% en China, mientras la referencia japonesa se movía en el 0,8%. Después del Covid, algo empezó a cambiar: la crisis inmobiliaria de China contagió a la actividad económica del país, y surgieron los primeros temores de japonización. La actividad de China se está enfriando, y su inflación también, con unas perspectivas de largo plazo complicadas para Pekín, que además está empezando a sufrir la maldición de una población envejecida.
Todo esto ha llevado al bono chino a ir recortando su rentabilidad a vencimiento, hasta el punto de que se ha cruzado, este viernes, con su homólogo japonés. Por primera vez en la historia, la deuda nipona a 30 años ya ofrece más rentabilidad en divisa local que la de China, con un 2,29% para la primera, frente al 2,2% que ofrece Pekín.
El giro se ha confirmado por la tendencia positiva que está viviendo la economía japonesa, en un momento en el que el país está empezando a salir de la trampa deflacionista en la que cayó hace 3 décadas. La inflación está empezando a repuntar, y ya está dejando atrás las décadas en las que le costaba batir la cota del 0%. La última lectura apunta a un crecimiento interanual del 2,3%, muy por encima del 0,3% que está sufriendo la inflación china en la actualidad.
Señales de japonización
"El ejemplo de Japón, que experimentó una deflación crónica en los años 90 seguida de muchos años de crecimiento lento, ilustra la dificultad y el tiempo necesarios para invertir un mecanismo deflacionista", explica Nicolas Bickel, responsable de inversión en Edmond De Rothschild Banca Privada.
Al mismo tiempo, Vladimir Oleinikov, analista cuantitativo senior CFA y Christoph Siepmann, economista senior en Generali Investments, destacan cómo "los mercados se han asustado recientemente por las similitudes entre la economía china y la japonesa en torno al estallido de las burbujas bursátil e inmobiliaria en 1990. La implosión de estas burbujas condujo a Japón a las décadas "perdidas", un destino que podría repetir China (japonización)". Los expertos destacan varias similitudes: "Las presiones en los mercados inmobiliarios; el aumento de la deuda privada en China", que ya supera los niveles que alcanzó Japón en la década de los 90, "la caída de la inflación en China; la demografía y las políticas expansivas", que terminaron generando burbujas en Japón.
A día de hoy, China está lanzando baterías constantes de estímulos para tratar de impulsar la economía, una práctica que también llevó a cabo Japón y terminó con el estallido de la burbuja financiera e inmobiliaria a principios de la década de los 90. Sin embargo, hay analistas que ponen en duda la eficacia de las medidas adoptadas hasta ahora, y creen que el gobierno chino tendrá que hacer mayores esfuerzos para conseguir alcanzar sus objetivos. De ello depende que no se hundan en el abismo en el que cayó Japón y del que ha tardado 30 años en salir.