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ESG, Política y dinero

El ESG, a debate
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Desde tiempos de Sócrates (470 a.C.) Europa ha dado un gran número de filósofos que han conformado el pensamiento y la forma de actuar de los europeos. Estados Unidos desde su independencia (1776) no ha contado con filósofos de renombre mundial. Sin embargo, las principales empresas y las de mayor valor en bolsa en casi cualquier sector industrial son todas norteamericanas.

Los criterios ESG surgieron como una serie de parámetros destinados a medir la exposición de las empresas a riesgos medioambientales, sociales o de gobernanza. Se intentaba evaluar como estos riesgos podían afectar a sus resultados financieros y eventualmente a su cotización en bolsa. Durante dos décadas, la inversión con criterios ESG fue un nicho de mercado, con más exposición mediática que peso real en las carteras de inversión.

En 2020 el foco se puso en las compañías de energía de origen fósil, a las cuales había que perseguir y reducir su impacto

La pandemia en 2020 supuso un giro copernicano en esta situación. La dimensión mundial del Covid-19, frente a fenómenos más locales como habían sido la pandemia del SARS en 2003, destapó la mala conciencia global respecto al medio ambiente. Las alteraciones climáticas y sus consecuencias, grandes inundaciones, sequias, elevadas temperaturas eran causadas por la actuación del hombre y de sus empresas. El foco se puso especialmente en todas las compañías relacionadas con las energías de origen fósil, a las cuales había que perseguir y reducir su impacto. Sus cotizaciones se hundieron en bolsa, debido a la falta de demanda provocada por el confinamiento y a la salida masiva de inversores.

Se produjo uno de los mayores traspasos de fondos de la historia hacia todas las compañías que de alguna manera representaran un futuro más verde, desde los coches eléctricos a las energías renovables. Sus cotizaciones se dispararon. Había un buen incentivo para esta rotación de inversiones. Los ciudadanos estaban dispuestos a pagar mayores comisiones de gestión en aquellos fondos que invirtiesen en los nuevos sectores.

La Unión Europa, que apenas contribuye con el 8% de las emisiones de Co2 frente al 30% de China, lideraba las propuestas de nuevas regulaciones y requisitos de información medioambiental. Los costes anuales de reportar esta información para las empresas europeas se estiman en 1.500-2.000 millones, encareciendo sus productos. Estos costes son ingresos para otro tipo de compañías como las grandes consultoras, asesores, proxy advisors, firmas de abogados, etc. El Banco Central Europeo fue incrementando sus requisitos de tal modo que las entidades financieras parecía que tenían como misión convertirse en los policías del mundo respecto al cumplimiento de las prácticas medioambientales de sus clientes.

Se estaba castigando a estas empresas en vez de apoyarlas para hacer una transición ordenada

Activistas medioambientales y grandes inversores presionaban para limitar el crédito a las empresas contaminantes, lo que daba lugar a una especie de listas negras, en sectores generadores de empleo e inversión como el automovilístico o el petrolífero. Grandes fondos de pensiones como el del Estado de Nueva York anunciaban la progresiva desinversión de sus inversiones en este tipo de compañías. Se estaba castigando a estas empresas en vez de apoyarlas para hacer una transición ordenada.

En esto llego 2022 y la Guerra de Ucrania. Las compañías petrolíferas y de gas fueron las que más subieron a nivel mundial con una media del 58% en el índice S&P Energy. El sector de tecnología, el gran beneficiado de la inversión en ESG cayó un 30% en media. Muchas compañías de la nueva economía, no rentables en su mayor parte, se hundieron ante la subida de tipos de interés. Se empezó a acusar a los gestores de fondos de no cumplir con su obligación fiduciaria de buscar los mayores retornos para los inversores, anteponiendo criterios morales, éticos o ideológicos. La mayor rentabilidad en bolsa de las inversiones en ESG, uno de sus grandes reclamos, era puesta en duda, por ese juez implacable que es el mercado. Asegurar el suministro energético a un precio razonable paso a ser más importante que reducir las emisiones de carbono.

Apoyar la inversión con criterios ESG empezaba a costar reputación y dinero. Mal negocio.

Florida, Texas, Luisiana y Carolina del Sur retiraron billones de dólares en gestión de BlackRock, la mayor gestora del mundo y uno de los impulsores de la revolución ESG. Más de veinte estados, republicanos en su mayoría, prohibieron a sus agencias contratar con gestoras de fondos o bancos que penalizaran las inversiones en compañías de energía fósil.

No hay ninguna evidencia de que la gestión activa con criterios ESG sea más rentable que la gestión pasiva

Vanguard, la segunda mayor gestora del mundo anunció en febrero que abandonaba la Net Zero Asset Managers una organización impulsada por Naciones Unidas que llego a representar a gestoras por más de 58 trillones en gestión. Su consejero delegado afirmaba que no tenían ninguna evidencia de que la gestión activa con criterios ESG fuera más rentable que la gestión pasiva, que tiene menores costes para los inversores. Las aseguradoras Axa, Allianz, Swiss Re, Munich Re, todas con importante presencia en EEUU, han anunciado que abandonan la asociación Net Zero Insurance Alliance.

En mayo de este año se presentaba una denuncia contra tres fondos de pensiones de empleados públicos del Estado de Nueva York. La política de estos fondos de reducir sus inversiones en el sector del petróleo había producido unas pérdidas por menor revalorización de su cartera estimada en 10.000 millones de dólares, debilitando el patrimonio de todos los pensionistas y trabajadores en activo. Todo un aviso para otras gestoras de pensiones.

Un estudio de la escuela de derecho de Harvard mostraba que el apoyo en las Juntas generales de accionistas de 2023 a propuestas de ESG había descendido un 30%. Un informe de la plataforma de análisis AlphaSense detalla que las menciones de las compañías en sus presentaciones de resultados sobre temas de ESG se han reducido casi un 35%.

Finalmente, a finales de junio, Larry Fink, consejero delegado de BlackRock y la figura más preminente a nivel mundial en la inclusión de criterios ESG en las decisiones financieras, anunció que dejaría de utilizar el término ESG. En julio de 2023, Blackrock ha nombrado miembro de su consejo de administración al consejero delegado de Aramco, la mayor compañía petrolífera del mundo. Fin de trayecto.

El necesario progreso hacia un mundo con menores emisiones no se consigue en función de cómo invierten los gestores financieros. Se consigue con inversión industrial a largo plazo, normalmente deficitaria a corto plazo y que requiere un gran apoyo político en forma de subvenciones y ventajas fiscales.

En este terreno Estados Unidos se ha adelantado a Europa. Gracias a la Ley de Reducción de la Inflación se han aprobado una serie de incentivos fiscales que ha provocado que muchas compañías estén dirigiendo sus inversiones a ese país. Estados Unidos ha sido el país que ha recibido en 2022 mayores inversiones directas de otros países, de acuerdo con un informe de Naciones Unidas. Medidas que están permitiendo generar innovación, reindustrializar el país, crear empleo de mayor valor añadido y reducir a futuro los costes energéticos de sus empresas. Europa ha apostado por la regulación y Estados Unidos por la inversión. Su industria seguirá ganando en competitividad frente a la burocracia europea.

La descarbonización es cuestión de incentivos, no de hacer informes e ir a las reuniones en bicicleta.

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