
Tengo osados amigos y compañeros de profesión que defienden que hacer periodismo es contar las cosas que otros quieren que se callen. Escucho su aserto orweliano creyendo que se sienten participes como uno más de su particular Rebelión en la Granja, porque suelen ser esos mismos que dicen que su sueño era ser corresponsales de guerra. Admiro a este tipo de periodistas porque aunque son conscientes que hay que comer muchos días pollo para un día llegar al solomillo, se entregan a su convicción.
En mi caso decidí embarcarme en esto del periodismo financiero porque creo que este oficio responde a cubrir necesidades de la sociedad. Y una de las mayores necesidades es la de convertir ahorradores en inversores. Todavía con mucho más sentido cuando ha regresado esa ladrona invisible de nuestro ahorro que es la inflación. Hace justo ahora dieciocho años que se estaban poniendo los cimientos de elEconomista.es, y recuerdo que en los primeros años soflamaba en ese intento de convertir a la religión de los inversores a millones de ahorradores que nuestro objetivo era "democratizar la inversión".
El resultado es que se ha avanzado poco y queda mucho por hacer, seguramente con menos literatura y más utilidad. Todos tenemos familiares y amigos aterrados porque ahora ya son conscientes de que esa ladrona devora su dinero. Trato de convencerles de que estamos en un momento óptimo para la renta fija y sienten el pánico que les siguen generando sus pérdidas del año pasado. Son ahorradores que siguen sin entender qué va a suponer que estemos cerca de alcanzar la meseta de la subida de tipos. Si tuviera un agencia demoscópica estoy convencido que muy poca gente sabría decir que expectativa genera para su ahorro esto de lo que no dejamos de hablar de que no ha acabado todavía la subida del precio del dinero.
Creo que predico en el desierto cuando trato de convencer a muchos inversores, que ahorran con un horizonte de décadas, que se anclen en una parte importante a bolsa; que mantengan las mismas aportaciones periódicas; y que pongan luces largas porque su perfil de inversor es mucho más arriesgado de lo que piensan.
Y, lo más sorprendente, convenzo a muy pocos buscadores de depósitos con bajos intereses para que hagan una Letra del Tesoro en el mercado secundario -que les da más rentabilidad y además contribuyen a la financiación del mejor país del mundo que conozco-, cuando hemos visto gente en invierno hacer colas en el Banco de España.
Para la prensa lo que sucede es la mayor de las oportunidades. Tuve el honor de estar en el Expansión que hizo el récord de venta en papel un sábado de marzo de 2000 con 130.000 ejemplares. Hoy en elEconomista.es estamos cerca de sobrepasar el listón de los diez millones de usuarios mensuales. El reto es inmenso porque la orfandad financiera no solo es responsabilidad de los asesores.