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El negocio institucional solo representa el 15% en las gestoras independientes

  • En gestoras como Azvalor y Horos este porcentaje se eleva al 20%
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El número de gestoras de fondos de inversión independientes de entidades financieras se ha disparado en los últimos años en España. Pero el grueso de su negocio depende excesivamente de los clientes particulares. El negocio institucional solo representa entre un 15% y un 20% del volumen patrimonial en varias de las principales firmas consultadas, que prefieren no dar muchos detalles para no dar pistas de su estrategia comercial.

Pero casi todas confirman que el peso del cliente retail es demasiado elevado. La firma fundada por Álvaro Guzmán y Fernando Bernad apunta que el dinero correspondiente a clientes institucionales supone algo más del 20% del total de los 2.570 millones que manejaba la gestora a finales de enero, y se concentra, sobre todo, en el Azvalor Internacional, fondo que ganó el año pasado la Liga global de la gestión activa de elEconomista.es, con casi un 46% de rentabilidad.

Ese porcentaje es similar al de Horos AM, la gestora que cuenta con Javier Ruiz, Alejandro Martín y Miguel Rodríguez en su equipo de gestión. Y también se concentra en su fondo de bolsa internacional. En firmas como Bestinver, la mayor gestora independiente de grupos financieros (incluidas compañías aseguradoras), el inversor institucional solo alcanza el 15%, el mismo umbral que tiene en Magallanes Value Investors, la gestora fundada por Blanca Hernández, Mónica Delclaux e Iván Martín.

En realidad, los inversores institucionales –un segmento en el que tradicionalmente se agrupan fondos de pensiones, endowments, fundaciones o empresas– no forman parte del núcleo central de las gestoras en general, ni siquiera de las de entidades financieras.

De hecho, los bancos están inmersos en la captación de grandes clientes institucionales a través de los productos de gestión alternativa, un segmento donde pueden diferenciarse más de la competencia y que, además, dejan mayor margen de comisiones que los fondos tradicionales.

La gran parte de las gestoras independientes, que representan alrededor del 10% de la cuota de mercado en fondos de inversión en España, suelen ser negocios que nacen al calor de lo que en el mundo anglosajón se denomina family and friends, y son pocas las que llegan a convencer a una gran masa de clientes particulares.

De hecho, la aparición durante los últimos años de firmas como Azvalor, Cobas, Magallanes, Horos o Panza Capital, la gestora de Beltrán de la Lastra y Ricardo Cañete, ha venido precedida de la fama de sus equipos gestores, lo que les ha permitido atraer a una masa importante de clientes minoritarios.

Pero son pocas las que pueden presumir de superar los 1.000 millones de euros en activos bajo gestión. Y para las firmas que no son tan conocidas como las de Álvaro Guzmán, Fernando Bernad y Beltrán Parages, Francisco García Paramés o Iván Martín es más complicado superar un determinado umbral de volumen patrimonial.

Esta excesiva dependencia del negocio retail o de clientes minoristas hace depender demasiado a la industria de inversión española del ánimo de los inversores. Y aunque los clientes de este tipo de firmas value suelen ser inversores a largo plazo, condiciona la entrada de dinero en los fondos, muy influida por su rendimiento en un determinado momento.

Clientes asesorados

Este factor influye en los productos registrados en Luxemburgo, que son los que atraen el patrimonio de los inversores particulares de banca privada y de las cuentas ómnibus, en las que el distribuidor de los fondos agrupa a sus clientes sin que la gestora pueda conocer su identidad. "Puede darse el caso de que clientes particulares inviertan en nuestros fondos porque su banco ha seleccionado nuestro producto y meta a todos sus asesorados en el fondo. El cliente final es una persona individual, pero la decisión la toma un equipo de una entidad después de haber hecho un análisis o due dilligence. Y puede incluso influir una decisión de asset allocation en la cartera de gestión discrecional", explican en una prestigiosa gestora value española.

De ahí que algunas firmas reconozcan que parte del dinero que les puede entrar por esta vía no lo consideren como un patrimonio invertido a largo plazo, y lo deban tener en cuenta a la hora de posibles reembolsos que entorpecerían la gestión de los fondos.

Con el cliente institucional existe la misma disyuntiva, pero el período de inversión suele adaptarse más a la expectativa que una determinada estrategia necesita para dar sus frutos, como se logra a través de los mandatos, en los que un inversor institucional otorga la capacidad de gestión a una firma sobre determinados activos de su cartera, como realiza el fondo soberano de Noruega, por ejemplo.

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