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Wall Street quiere los derechos de las canciones que te gusta escuchar

Leonard Cohen actúa en Leeds, Reino Unido, en 2013. Foto: Getty Images.

Las grandes gestoras de inversión, como Blackstone, Carlyle, KKR o Pimco, buscan en la música un activo rentable ante el crecimiento del streaming tras años de tipos bajos.

"He oído que había un acorde secreto / que David tocó, y que agradó al Señor". Así empieza la canción Hallelujah -en su traducción literal al castellano-, que compuso el músico canadiense Leonard Cohen y en la que mezcló de forma magistral las referencias bíblicas con el relato de un amor prohibido o imposible. "La carrera de Leonard Cohen había llegado a un punto bajo cuando escribió Hallelujah. Era 1984, y llevaba bastante tiempo alejado de los focos", publicó la revista Rolling Stone en 2019.

"Tuvieron que pasar algunos años para que Hallelujah se convirtiera en un clásico. Bob Dylan fue uno de los primeros en reconocer su brillantez, tocándola en un par de conciertos en 1988. John Cale, de The Velvet Underground, la abordó al piano en un disco de homenaje a Cohen en 1991, y tres años después, Jeff Buckley se inspiró en esa interpretación y la versionó en su álbum de 1994, Grace. Fue esa versión la que acabó creando un enorme culto en torno a la canción, y desde entonces ha sido versionada por todo el mundo, desde Bono hasta Bon Jovi", recordaban en la revista estadounidense, dedicada a la música y la cultura popular.

Un informe reciente de Kroll (firma especializada en la investigación de mercado y la inteligencia económica) reveló a los inversores en bonos "que una versión de Hallelujah de Cohen realizada por Pentatonix, un grupo a capela norteamericano, representa más del triple de escuchas en Spotify que la original. También supera a la versión de Jeff Buckley. Si se suman 10 versiones diferentes de la canción Hallelujah, representan casi el 13% de los derechos de autor del catálogo de Blackstone", contaban hace unos días las periodistas Anna Nicolaou y Kaye Wiggins en un artículo del Financial Times titulado How Wall Street stormed the music business (Cómo Wall Street asaltó el negocio de la música).

Y es que la más de una década de tipos de interés bajos y negativos llevó a muchos inversores a buscar rentabilidades jugosas en activos alternativos, como la industria de los derechos de autoría -los royalties-. "En la actualidad, ejecutivos, abogados y agentes musicales afirman que la afluencia de dinero de Wall Street no tiene precedentes. Tras una serie de inversiones en el sector, Blackstone gana ahora dinero cada vez que suena SexyBack de Justin Timberlake en un centro comercial. Apollo cobra cada vez que Despacito de Luis Fonsi suena en una discoteca", escribían Nicolaou y Wiggins -también están en el ajo otros gestores, como Carlyle, KKR o Pimco-.

"El fenómeno fue promovido por un fondo de inversión que cotiza en Londres llamado Hipgnosis, que lleva el nombre de un grupo artístico que diseñó portadas de discos para Pink Floyd y otros. En 2018, Merck Mercuriadis, un obseso de la música que en su día dirigió a Elton John, creó el fondo como un vehículo para comprar canciones, lanzándolas a los inversores institucionales como una forma de obtener rendimientos fiables, similares a los de los bonos", explicaban en el Financial Times.

Inmune a la inflación

Goldman prevé que los ingresos de la música casi se duplicarán hasta alcanzar los 153.000 millones de dólares en 2030, ya que los ingresos por streaming [emisión en continuo] aumentan un 12% de media al año. En 2021, el gestor de activos de inversión Blackstone compró Hipgnosis Song Management, la empresa de Mercuriadis, y puso en marcha un fondo independiente que dotó con 1.000 millones de dólares, Hipgnosis Songs Capital, para llevar a cabo más operaciones con canciones, a las que HSM también asesora. Mercuriadis utilizó parte de este dinero para comprar los catálogos de Cohen, Timberlake y otros para el fondo de Blackstone.

"Hay inflación, hay riesgo en la cadena de suministro, hay riesgo geopolítico", sostenía el alto ejecutivo de un importante grupo de capital riesgo en el artículo del diario británico. "La música es relativamente inmune a esas cosas", aseguraba el experto.

La adquisición de catálogos musicales se disparó a 1.900 millones de dólares en 2020 y a 5.300 millones en 2021, según Midia, compañía de investigación especializada en el sector de la música. "Hipgnosis va al mercado y dice: esto es lo que ha aumentado el valor de nuestro activo", contaba Mark Mulligan, analista de Midia, al Financial Times. "No cuánto han aumentado los ingresos, sino cuánto ha aumentado la valoración. Gran parte de lo que impulsa el valor es simplemente: ¿cuánto está dispuesta a pagar la gente? Lo que están dispuestos a pagar viene determinado por las valoraciones... Es esta cámara de eco".

El problema es que ahora, en un entorno de subidas de tipos, hay quien cuestiona la validez de las valoraciones de Hipgnosis, como se dudó de las agencias de calificación de deuda. "Los ejecutivos de Blackstone creen que pueden extraer más dinero de la música mediante una gestión más sofisticada", relata el diario financiero de la City. Como ejemplo, señañan que se puede aumentar la rentabilidad convenciendo a los cineastas para que utilicen canciones de su catálogo, incluyendo esos temas en las bicicletas de Peloton o en los vídeos de Tik Tok.

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