
Los momentos en los que el señor mercado es un esquizofrénico son los menos apropiados para transmitir esa realidad que es que a largo plazo siempre recupera la normalidad. Nos podemos volver locos tratando de explicar que no encaja el mercado bajista en el que estemos inmersos con que todavía se esperen mejoras de beneficios de la compañías.
O nos vamos a una recesión profunda y larga, como prescribe una bolsa americana que cierra el peor inicio de año desde 1970 y las previsiones son totalmente desacertadas, o estamos en zonas idílicas de compra. Para la parte especulativa de una cartera me inclino por la segunda opción, para la estructural, me da igual: el largo plazo en inversión y la aportación periódica son las únicas reglas con las que conducirnos.
Incluso solo el largo plazo sería suficiente si la vida fuese más larga. A mí me gusta decir que invertir es tatuarse un 7% anualizado para duplicar nuestro ahorro cada década como consecuencia de lo que Albert Einstein calificó como la fuerza más poderosa del mundo: el interés compuesto.
Lograr un 7% anualizado para duplicar la inversión cada década no se trata de una pretensión vacua. Fue el motivo con el que nació el Eco30, el índice de selección de valores de calidad diversificado, que con nueve años y medio acumula una rentabilidad del 97%. Aspirar al 7% debe ser el primer mandamiento de nuestra religión de inversión como quien se tatúa vive cada día como si fuese el último; cáete siete veces, levántate ocho; o hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes.
Si cumplimos con nuestro primer mandamiento como inversores, imaginemos que el día que nacemos alguien nos regalase mil euros. ¿Saben la cantidad que obtendríamos si rescatásemos esa cantidad a los 80 años para cubrir nuestras últimas necesidades? Más de un cuarto de millón. Es cierto que a este cálculo hay que ponerle de contrapeso "esa ladrona invisible de los que han ahorrado que es la inflación" (Margaret Thatcher).
Para poner números concretos diría que se debería comer la mitad las ganancias obtenidas. Y no lo digo al azar, utilizo la inflación media del último medio siglo en los EEUU, que incluye la etapa de gran inflación de los años setenta. Paul Volcker, presidente de la Reserva Federal entre 1979 y 1987, cogió el IPC en el 11,8% y lo dejó en el 4,3%.
La práctica sistemática de utilizar este simple modelo de inversión inteligente sería una de las alternativas para garantizar las jubilaciones. ¿No sería una solución que el Estado pusiese mil euros por cada recién nacido y los invirtiese inteligentemente para capitalizar y garantizar parte de las futuras pensiones?