El miedo es poderoso, y en los mercados, todavía más. Prueba de ello es que una de las consecuencias que está teniendo la incertidumbre provocada tras el descubrimiento de la nueva variante del Covid-19, ómicron, fue precisamente que la huida de los inversores de la renta variable hacia activos más seguros, como la deuda soberana, fue drástica.
Tanto, que las principales referencias mundiales a 10 años repuntaron en precio (cayeron en rentabilidad exigida) hasta mínimos no vistos desde el mes de septiembre. El T-Note estadounidense fue el mayor ejemplo, cuyo rendimiento cayó por debajo del 1,35%.
Y esto, a pesar de que Jerome Powell la pasada semana afirmó que la inflación no tenía por qué ser transitoria y que había que empezar a pensar que el incremento de los precios iba a ser algo que se iba a prolongar en el tiempo, motivo por el cual el banco central que él mismo preside debía continuar su ritmo de retirada de estímulos a pesar de las incertidumbres pandémicas.
Esto no provocó la reacción que, según la lógica de mercado, cabría esperar, que era la de fuertes ventas de bonos, reflejando que el miedo por la pandemia es todavía más fuerte que la presión del tapering.
Las ventas, no obstante, sí llegaron a medida que se van conociendo más detalles sobre ómicron y estos son esperanzadores tanto en cuanto esta variante no parece estar siendo más grave que las anteriores, aunque sí más contagiosa.
En el Viejo Continente, los inversores han seguido comprando bonos periféricos, lo que ha rebajado la prima de riesgo española de los 77 puntos en los que hizo el último máximo a los 72 en los que cotizó este lunes. El Bund alemán, pese a la calma, sigue en zona de mínimos no vistos desde la primera jornada de septiembre, en el -0,38%.