
"Hay dos circunstancias en las que incluso un evento volcánico de menor magnitud que una supererupción podría tener enormes consecuencias", explicaba el autor Vaclav Smil en su libro de 2008 Global catastrophes and trends: the next fifty years [Catástrofes y tendencias globales: los próximos cincuenta años].
Una de ellas, escribía, "sería si la erupción produjera enormes volúmenes de gases ácidos a barlovento de una región importante y densamente poblada cuya economía se vería gravemente dañada por los efectos de los aerosoles de sulfato". Tras la Gran Recesión y la pandemia actual, ¿podría ser una gran erupción el próximo cisne negro que afecte a la economía mundial?
Hace un año, la volatilidad que mide el índice VIX de la Bolsa de Chicago, ligado al comportamiento del S&P 500, pasó en un mes de los 13 a los 82,69 puntos, todo un récord que superó incluso la cifra de volatilidad que se había visto en noviembre de 2008, tras la quiebra de Lehman Brothers.
En aquella ocasión, fue una crisis financiera de proporciones bíblicas, mientras que en 2020 fue un virus desconocido el que paralizó literalmente el planeta. La volatilidad recuperó una cierta normalidad en la zona de los 20 puntos en junio del año pasado, si bien todavía dio tres respingos notables que no pasaron de los 40 puntos y que coincidieron con la aparición de las variantes más letales del virus.
Parece que se ha asentado en el entorno de los 20 puntos, enviando una señal de tranquilidad a los inversores; pero ¿qué podría acabar con la calma chicha y disparar la volatilidad?
"Sin duda, el posible empeoramiento de la situación sanitaria será el factor que más impacto tendrá sobre la volatilidad en los próximos meses, pudiendo adoptar diferentes formas: avance de la cuarta ola, persistente lentitud en los programas de vacunación, aparición de nuevas variantes más resistentes…", apunta Elena Ramos, del equipo de estrategia de inversión de la entidad andorrana MoraBanc.
"Creemos que posibles repuntes en los próximos meses podrían derivarse del retorno e intensificación de los principales catalizadores de volatilidad en los últimos 3 años (volver a superar niveles de 35)", explica la analista, y enumera la guerra comercial entre EEUU y China, la inestabilidad política, la geopolítica o el sobrecalentamiento económico.
"Un incremento de los tipos excesivamente rápido puede ser contraproducente sin una mejora estructural y sostenida de la economía, más allá de un repunte técnico por la vuelta a la normalidad con la vacunación. Si cristaliza este riesgo podrá tener un impacto alza importante sobre el VIX en los próximos meses, ya que podría restar atractivo a la renta variable en favor del crédito".
En este sentido se pronuncia también Javier Niederleytner Garcia-Lliberós, profesor del máster de Bolsa y Mercados Financieros del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB): "En mi opinión, la volatilidad podría subir los próximos meses si el bono a 10 años prosigue con su escalada, puesto que estaría adelantando la posibilidad de que la Reserva Federal subiera los tipos de interés antes de lo previsto".
Aun así, por el momento, "los mercados de renta variable se han encogido de hombros ante la agitación de los tipos de interés, ya que las condiciones financieras no se han endurecido, las impresiones inflacionistas siguen bien contenidas y los tipos reales se mantienen cómodamente en territorio negativo", explica Alexander Roose, CIO de renta variable internacional de la firma de gestión de activos DPAM.
Sin embargo, también hay quien cree que la volatilidad permanecerá en cotas bajas. "A corto plazo, no identifico factores que pudieran hacer que este indicador de volatilidad [VIX] se disparara sensiblemente al alza", subraya Juan J. Fdez-Figares, director del departamento de Análisis de Link Securities.
"Sí es factible que en algún momento puntual repunte desde su nivel actual, pero no hasta los niveles alcanzados durante el comienzo de la crisis sanitaria, salvo que surja algún factor nuevo, que modifique totalmente el escenario de progresiva recuperación económica que contemplamos", sostiene el experto en inversión, "como alguna variante del virus que se extienda rápidamente y contra la cual el actual elenco de vacunas no sea eficiente, escenario, por otro lado, poco probable según la mayoría de los epidemiólogos".
Los acontecimientos que podrían desequilibrar el mundo
La Primera Guerra Mundial, la epidemia de gripe española, el crash de Wall Street de 1929, la crisis financiera de 2008 o la propagación de la Covid-19, son ejemplos de cisnes negros recientes: eventos muy difíciles de predecir que provocan una caída repentina del PIB y dejan un impacto duradero.
Entre los acontecimientos imprevistos que podrían derrumbar de nuevo las bolsas podría estar la llegada de una cuarta ola de la pandemia más letal y contagiosa, que obligue a confinar a millones de personas. También podría tratarse de una fortísima apreciación del dólar -si bien perjudicaría sobre todo a los países emergentes-, o de un aumento abrupto de los precios de las materias primas.
En el ámbito climático, un incremento rápido de las temperaturas podría causar mucho daño, igual que una sequía prolongada en gran parte del mundo. En cuanto a la geopolítica, una revolución social en China o un conflicto armado entre EEUU y China serían capaces de tumbar las economías mundiales.