Con la rentabilidad del bono americano a 10 años flirteando ya con niveles no vistos desde el pasado marzo y atisbando ya una inclinación de la curva de rendimiento, la banca estadounidense comienza a ver luz al final del túnel.
Tras haber sido uno de los sectores más castigados por la pandemia, llegándose a dejar más de un 30% de su valor en lo que llevamos de año, el anuncio de Pfizer y BioNtech pinchó a comienzos de semana la vorágine en la que se encuentra la industria.
La panacea no será inmediata pero el repunte del SPDR S&P Bank ETF, que incluye a los principales bancos patrios que militan el S&P 500, así como del KBW Bank Index, que en las últimas tres jornadas suben un 13% y 11% respectivamente, hace pensar que el futuro más inmediato será más favorable.
Una vacuna acelerará el regreso a una nueva normalidad que potencia que el nivel de los préstamos en mora disminuyan. Esto, a su vez, reduce la incertidumbre sobre pérdidas crediticias, que solo en el tercer trimestre llevó a los ocho bancos con riesgo sistémico a aprovisionar 5.400 millones de dólares en reservas.
A medida que la economía se recupere, la demanda de préstamos, que había decaído debido al menor apetito de las empresas, debería aumentar. Esto, a su vez, respaldará los ingresos netos por intereses de los bancos, su principal fuente de ingresos y el margen de interés neto, a pesar de la política ultra acomodaticia de la Fed.
En estos momentos, cualquier tímido incremento en las perspectivas de los intereses supondrá un soplo a favor. Los cuatro mayores prestamistas de EEUU disfrutarían de un aumento de 22.000 millones de dólares en ingresos anuales si las tasas de interés fueran 1 punto porcentual más altas que las previstas en septiembre.
En casos como Bank of America, si las tasas de interés a largo plazo subieran un punto más de lo esperado, agregaría 3.300 millones de dólares adicionales a sus ingresos, mientras que un aumento de un punto en las tasas a corto plazo generaría 6.400 millones de dólares.
Todo ello en un momento en que para la primavera de 2021 es probable que la inflación sobre el consumo personal subyacente (PCE) comience a superar el 2% interanual como consecuencia de los efectos base. Esto impulsará las previsiones de crecimiento de la Fed y podría llevar al mercado a comenzar a valorar al menos la posibilidad de subidas de tipos más tempranas o compras de activos menos acomodaticias.