
Si tal día como hoy, hace un año, se hubiese hecho una encuesta entre 10.000 inversores y analistas, nadie, o casi nadie, hubiese dado un vaticinio acertado sobre lo que iba a ocurrir en 2019. Este ejercicio recién acabado ha sido de récord para la mayoría de los activos, también para los de renta variable europea.
Las bolsas se han ido meciendo por una suerte de negociaciones comerciales que parecen haber llegado si no al mejor, al menos a un puerto en forma de acuerdo de mínimos entre Estados Unidos y China que ha servido para relajar la mayor incertidumbre que sobrevolaba el mercado desde 2018.
No obstante, salvo momentos de cierto repunte de esta tensión comercial, como los que vimos en junio, agosto y octubre -cuando las bolsas cayeron repentinamente y marcaron los suelos del año, las bolsas se han mantenido al alza en todo momento, marcando nuevos máximos históricos en Wall Street y altos de 2015 en el caso del índice de referencia en Europa, el EuroStoxx 50.
Precisamente este último selectivo ha marcado un hito histórico al cerrar el ejercicio con un repunte de casi el 25%, firmando así su año más alcista del milenio ya que hay que remontarse hasta 1999 para ver un registro más positivo para el indicador europeo. En el caso de Wall Street, pese a que la subida ha sido incluso mayor (el S&P 500 se ha anotado más de un 28%, esta plusmarca solo data de 2013, cuando se acercó a los 30 puntos porcentuales de revalorización en un año. El resto de los parqués del Viejo Continente también se han llenado los bolsillos en 2019. El Dax ha hecho unos números no vistos desde 2013 al exhibir un incremento del 26% mientras que Francia e Italia han logrado sendos récords desde 1999 y 1998, respectivamente.
En España, el Ibex se ha quedado regazado con respecto al resto de países por su mayor bancarización y su exposición a la inestabilidad latinoamericana. La referencia nacional se anotó algo más de un 12%, liderada por Cellnex, que ha estado cerca de doblar su valor bursátil.
Desaceleración
Más allá de la guerra comercial y obviando las idas y venidas que ha dejado en Europa la salida de Reino Unido (con unas elecciones y varias prórrogas mediante), el principal escollo que se han encontrado los mercados en 2019 ha sido la fuerte desaceleración del crecimiento económico que ha sacudido, sobre todo, a las grandes potencias europeas. Es más, Alemania esquivó este tercer trimestre la recesión técnica al registrar un incremento de su PIB del 0,1 por ciento.
Con el crecimiento estancado y la inflación deprimida, especialmente a este lado del Atlántico, los bancos centrales se vieron obligados a actuar -de nuevo-. El BCE, en el que Draghi ya ha dejado su cargo a Christine Lagarde, ha profundizado los tipos en terreno negativo, penalizando al sector bancario, que ha sido el tercero menos alcista, sólo superando al de Oil&Gas y al de las telecomunicaciones. Por su parte, la Fed de Jerome Powell también ha recortado el precio del dinero hasta en tres ocasiones desde que comenzase el año, dando un giro de 180 grados a su política monetaria. A su vez, el máximo representante de la entidad norteamericana ha mantenido un pulso con Donald Trump, el cual ha presionado continuamente a Powell para que bajase los tipos más y poder competir contra la financiación gratuita de Europa.
Todo este conjunto de factores no han pesado sobre las acciones pero sí sobre los beneficios empresariales, cuyas previsiones se han ido recortando por los analistas a medida que transcurría el año hasta deteriorarse casi un 7 por ciento en EEUU y más de 7,6 en Europa de cara al año que empieza. Muchos expertos, no obstante, siguen avisando de que el aumento previsto entre 2019 y 2020 y entre 2020 y 2021 todavía es muy alto y no se correspende con un escenario de fuerte desaceleración o recesión.