
Más allá de los planes de pensiones, existen otros productos con el objetivo de construir un complemento para la pensión pública percibida tras la jubilación. Tienen carcasa de seguro y también disponen de ventajas fiscales para fomentar el ahorro.
Dentro de que su uso está mucho menos extendido, uno de los productos más empleados entre estas alternativas son los planes individuales de ahorro sistemático (PIAS), que reúnen 13.805 millones de euros gestionados, según datos de Unespa a cierre del primer semestre, un 7,8% más que en el mismo periodo de 2018. Su principal ventaja reside a la hora de rescatar el dinero. Si el ahorrador lo retira pasados al menos 5 años y lo hace como renta vitalicia, los rendimientos están exentos de tributar, con un límite de aportación de 8.000 euros al año y 240.000 en total. Si no fuera así, se tratarían como rentas del ahorro -la escala actual es del 19%, 21%, 23%-.
Otro de los complementos más utilizado -hay bajo patrimonio 12.343 millones- es el plan de previsión asegurado (PPA), que, al igual que el PIAS, ofrece una rentabilidad mínima garantizada. Suelen ser productos conservadores, con rentabilidades moderadas; de ahí que ahora no estén creciendo. Pero su fiscalidad se parece mucho más al plan de pensiones. También permiten deducirse hasta 8.000 euros o el 30% de la suma de los rendimientos del trabajo y actividades económicas con las aportaciones. Y, del mismo modo, tributan como renta del trabajo, al tipo del IRPF -también dispone de un coeficiente reductor del 40% para aportaciones hasta 2006 en casos concretos-.
El instrumento que sí sigue creciendo -aún solo aglutina 4.164 millones, pero en el primer semestre la cifra aumentó un 19,4%- es el plan de ahorro 5 con forma de seguro (SIALP). Su gran ventaja es que si se mantiene 5 años las ganancias quedarían exentas. Eso sí, la aportación máxima es de 5.000 euros al año.
Otra vía de ahorro para la jubilación es el unit linked, que tiene bonificaciones fiscales si se rescata como renta vitalicia. En este caso se pueden lograr mayores rendimientos, a cambio de más riesgo ya que que no hay nada garantizado: no existe una rentabilidad asegurada y el riesgo no lo asume la aseguradora sino el tomador.
Para mayores de 65 años
La renta vitalicia se ha convertido en una de las alternativas para quienes no ahorran en la vida laboral. Son seguros de vida dirigidos principalmente a personas mayores, donde la aseguradora paga una renta periódica hasta el fallecimiento. Si se opta por esta vía, a partir de los 60 años, por ejemplo, solo tributa el 25%; desde los 66, el 20%; y el 8% en mayores de 70 años. Este vehículo ha ido despertando más interés gracias a una ventaja fiscal para mayores de 65 años: si se canalizan las ganancias patrimoniales por la venta un bien -acciones, fondos, segundas viviendas, etcétera.- en una renta vitalicia en un plazo de seis meses estas quedan exentas, por un máximo de 240.000 euros. Esto explica que, entre enero y junio, 29.023 personas mayores de 65 años transfomara patrimonio en renta vitalicia, un 31% más que en 2018, según Unespa.