
Mario Draghi no está siendo capaz de levantar el ánimo de los inversores con su último paquete de estímulos como presidente del Banco Central Europeo (BCE). El nuevo programa de compras de deuda del organismo de momento no ha sido suficiente para dar un impulso a las expectativas de los inversores, que cada vez son más pesimistas con el futuro de la economía.
El índice Sentix, que mide el sentimiento de los inversores en la eurozona, ha dado en octubre su peor señal en más de seis años, cayendo hasta mínimos no vistos desde abril de 2013, en los -16,8 puntos. La encuesta se llevó a cabo durante los primeros días del mes, por lo que las respuestas de los encuestados se basaban en un escenario en el que todavía no se había conocido el acercamiento de las posturas entre EEUU y China.
Sea como sea, la realidad es que los mercados parecen estar confirmando el temor por lo que muchos han avisado: el BCE cada vez es menos efectivo con sus medidas, y se está quedando sin munición para poder seguir inyectando estímulos en la zona euro. Con un balance que vuelve a rozar los 4,7 billones de euros, cerca de los 4,708 billones que tocó en enero de 2019, máximos históricos.
"El miedo a la recesión sigue intacto", explicó a Bloomberg el director de Sentix, Patrick Hussy, señalando cómo "los bancos centrales no han tenido éxito en frenar la espiral de caídas con sus medidas".
Los límites del BCE
El organismo que preside Mario Draghi no es todopoderoso, y se le están empezando a agotar las fuerzas, opinan muchos expertos, tras años manteniendo estímulos en la economía de la zona euro. El índice Sentix es un buen reflejo de la desconfianza de los inversores en torno a la capacidad de revertir la situación por parte del BCE: en 2014, cuando el presidente de la entidad anunció que lanzaba el primer QE, el índice estaba en mínimos de casi dos años, mostrando una de sus peores lecturas desde la crisis, por debajo de los -10 puntos, debido al miedo a un frenazo económico que se estaba contagiando a los precios de las materias primas.
Sin embargo, tras conocer los mercados que Draghi activaría el QE, el índice de sentimiento se disparó, hasta alcanzar a principios de 2015 niveles no vistos desde las crisis, casi 8 años antes, una reacción muy diferente a la que ha tenido tras conocer el nuevo QE. Es cierto que en el nuevo programa se adquirirán 20.000 millones al mes, y que en 2015 se compraba tres veces más, pero en esta ocasión el QE no tiene una fecha límite fijada, mientras que en 2015 se habló de un periodo de un año y medio, que finalmente se tuvo que ampliar.
Hussy explica cómo "se ha generado la expectativa de que los impulsos monetarios van a producir unos resultados que realmente ya no son capaces de alcanzar por su cuenta. La reacción de los mercados sobre esto es clara". Ahora todas las miradas en el BCE están fijas en los políticos de la zona euro, a quienes Draghi no para de pedir que pongan de su parte y lleven a cabo reformas estructurales que complementen a las del BCE. La pregunta es si hay alguien escuchando.