
Cuando la mayoría de los politólogos y analistas coincidían en señalar a la economía como el elemento clave de la campaña y electoral y el voto ciudadano en los comicios del 28-M y en los venideros de diciembre, la realidad ha derivado en que los asuntos económicos, sino en irrelevantes, si han pasado a un segundo plano.
Primero porque a pesar de lo graves problemas de déficit, deuda, impuestos, paro e inflación, aparentemente la economía resiste en las cifras macro. Pero sobre todo porque la inmoralidad obscena de EH Bildu incluyendo terroristas y asesinos condenados en su lista ha puesto en el eje de campaña la indecencia de los pactos de Pedro Sánchez y su PSánchez -el PSOE ya no existe- con los filoetarras herederos de los terroristas, los golpistas catalanes, los chavistas y con todos los enemigos de España, de la democracia, de la Constitución, del Estado de Derecho y del régimen de libertades del 78.
Y lo más grave, como decía recientemente mi admirado Ignacio Varela, que fuera subdirector del gabinete de Presidencia en el gobierno socialista de Felipe González, es que "a Sánchez le vale cualquier segundo puesto si después le sale la suma de la sopa de siglas", en alusión a los socios de la Frankestein. Es por eso que lo que está en juego en estas elecciones, como en todas, no es ganar, lo que importa es gobernar.
Y eso que tienen muy claro Sánchez y su troupe, deberían tenerlo también en el Partido Popular. Porque, dando por sentado que los populares son inatacables en Madrid, Murcia y La Rioja, con los números y los precedentes en la mano el vuelco político sólo sería realidad si el PP de Feijóo puede gobernar en Aragón, Valencia y Baleares, además de vencer la resistencia del sanchismo en Castilla La Mancha, Cantabria y Extremadura, y descontando que Ceuta y Melilla están en el bloque del centroderecha.
A tenor de lo que dicen las encuestas se puede aventurar que en Cantabria gana el PP, pero decide el partido personalista de Revilla, hoy en horas bajas. En Extremadura la clave está en el pacto entre Fernández Vara y Podemos, mientras que en Castilla-La Mancha todo dependerá de la presencia, o no, de los podemitas en el parlamento regional, que podría hacer posible un gobierno del PP con Vox.
En este escenario lo que nadie duda es que en la política de pacto el sanchismo se entregará "sin piedad y con euforia", en palabras destacado ex portavoz parlamentario, a gobernar con comunistas, populistas, independentistas y filoterroristas. Pactos efectivamente indecentes, como los califican ahora con la boca pequeña el propio Sánchez y la mayoría de los barones autonómicos y alcaldes que ven peligrar su poltrona con un escándalo que se suma a la excarcelación de violadores por la ley del "si es si", el indulto a los golpistas catalanes, la rebaja de las penas por malversación o el escándalo de corrupción del Tito Berni.
Y pactos a los que, por mucho que digan ahora en la campaña, se entregarán sin ningún tipo de escrúpulos García-Page, Lambán, Fernández Vara o Ximo Puig. Porque la línea roja de no pactar con los asesinos y sus herederos no sólo la ha traspasado Sánchez, sino todo el partido y sus barones que, por acción u omisión son cómplices de la indecencia, olvidando que demarcarse de Bildu y ERC exige algo más que declaraciones en la prensa y en los mítines.
Lo indecente no es que Bildu lleve terroristas y asesinos condenados en sus listas, lo indecente y aberrante es blanquear y pactar con Bildu. Y eso no se puede tapar con cortinas de humo y regalos desde la tómbola de La Moncloa, como la ocurrencia del cine de los martes a 2 euros para los mayores de 65 años. Un nuevo derroche de gasto público que esa sí, es una ocurrencia de película, pero de película de terror si tenemos en cuenta lo que intentan ocultar.