
Todavía existe una profunda disparidad entre el interés que despierta la sostenibilidad y el dinero que realmente se posiciona en estrategias de inversión ESG (en base a criterios ambientales, sociales y de buen gobierno corporativo). Así se desprende de una encuesta de Invesco a 161 asesores financieros y 201 inversores. Consulte más noticias sobre sostenibilidad en elEconomista Inversión sostenible y ESG.
Por un lado, la conclusión es que para 9 de cada 10 inversores, la sostenibilidad es importante. Los asesores muestran un apetito similar por la inversión responsable: el 85% de ellos afirma que ya están asesorando a sus clientes en ESG o que están interesados en hacerlo, y más de tres cuartas partes de ellos (un 77%) ya recomiendan carteras sostenibles. Sin embargo, solo el 10% de los activos de los inversores están en estrategias de inversión responsable. Esto sugiere, según deducen los expertos de Invesco Research, "que existen barreras que habrá que superar si los asesores y sus clientes quieren aprovechar al máximo las oportunidades ESG disponibles".
El estudio interroga a los participantes sobre cuáles son esas barreras, y más de un tercio de ellos (un 34%) responde: "El temor a que las inversiones ESG sean más arriesgadas, y más volátiles". Otro 31% opina que ese gran obstáculo es "la idea de que estas inversiones son menos rentables", que puedan hacerlo peor que las tradicionales. Pero estas son la segunda y la tercera opción más votadas; la primera –que en realidad tiene mucho que ver con estas dos respuestas- es, con un 42%, que el gran obstáculo es "la falta de conocimiento, a título personal" sobre la inversión en base a criterios ambientales, sociales y de buen gobierno corporativo.
En realidad, los estudios existentes sobre inversión sostenible revelan lo contrario: que no detrae rentabilidad sino que, de hecho, permite limitar los riesgos que se asumen y reducir las caídas en casos de crash. Según el estudio sobre la Compatibilidad entre la ISR y la Rentabilidad, de la boutique francesa La Financière de l'Échiquier (LFDE), que analiza el comportamiento de sus fondos en un año tan complejo como 2020, los criterios ESG fueron "un claro factor de rentabilidad superior". En concreto, la cartera compuesta por las compañías con las mejores calificaciones ESG registró una rentabilidad del 15%, frente al 0,2% de la integrada por los valores con las peores calificaciones. Además, los componentes de esa primera cartera necesitaron 264 días para recuperar sus niveles previos al crash, frente a los 323 sesiones que tardaron en conseguirlo las peores en ESG.
En palabras de Clive Emery, gestor de carteras multiactivo de Invesco, la encuesta revela "un potencial de mejora en la forma en que los asesores recaban información de sus clientes". Un 38% de estos profesionales afirma que carecen de un marco para abordar las preferencias de sostenibilidad de sus clientes. Y algo más de la mitad (un 51%) afirman que preguntan a sus clientes una única pregunta con pocas opciones de respuesta: "¿Preferiría invertir de forma sostenible, o no?".
Una jerga complicada
43 de cada 100 inversores asegura que exista "demasiada jerga" y que la terminología es confusa. Y casi un 40% afirma, además, que no existe suficiente literatura disponible acerca de la inversión responsable, de modo que el lenguaje utilizado por la industria de la inversión funciona, generalmente, como una barrera. En opinión de Emery, teniendo en cuenta "los bajos niveles de conocimiento y de confianza en la ESG por parte de los inversores podría cerrarles a estos la puerta a la misma antes de que hayan podido conocerla como es debido".