Internacional

Boris Johnson, de periodista defensor de los plátanos curvados a candidato a primer ministro británico

  • Como corresponsal en Bruselas, creó múltiples bulos sobre la UE
  • Su carrera política está llena de exabruptos y accidentes diplomáticos
  • Llegó a decir "que le jodan a las empresas" en un encuentro con Airbus
Boris Johnson celebra una medalla de Reino Unido en los Juegos Olímpicos de 2012. Foto: Getty.

Periodista, celebrity, alcalde de Londres, ministro y ahora, candidato a primer ministro de Reino Unido. Alexander Boris de Pfeffel Johnson, más conocido como Boris, o "BoJo", es ahora el favorito para suceder a Theresa May al frente del Partido Conservador y en Downing Street. Pero el hombre que una vez dijo que tenía más posibilidades de "morir decapitado por un frisbee o encontrar vivo a Elvis en Marte" que de ser jefe de Gobierno de su país despierta mucha preocupación entre amigos y rivales, por su extraordinario historial de citas célebres, pifias diplomáticas, errores de gestión y su turbulenta vida personal, que dan para escribir varios libros y levantan serias dudas sobre su capacidad.

Johnson, emparentado con el rey Jorge II por parte de abuela paterna, casado y divorciado dos veces y con cinco hijos -uno de ellos de una tercera mujer con la que tuvo una relación estando casado- estudió en Eton y Oxford, dos de las instituciones más prestigiosas y elitistas del país. Tras graduarse en Literatura Clásica, decidió probar suerte en algo más mundano: el periodismo, donde dejó una marca indeleble en el creciente euroescepticismo del país.

Su primera experiencia fue en The Times, de donde fue despedido en cuestión de meses por su "mayor cagada", según relató él mismo al diario The Independent en 2002. En una noticia sobre el descubrimiento de un palacio real, Johnson se inventó una fecha equivocada de su construcción, que atribuyó falsamente a su padrino, historiador. Cuando recibió una queja de un experto, su reacción no fue corregir el error con las fechas, sino publicar otra noticia alegando que "crece el misterio sobre la edad del castillo". Su carrera en el histórico rotativo terminó días después.

Gambas ilegales y bacalaos en latín

Pero su primer fracaso no acabó con él. Al contrario, le dio la posibilidad de ir al puesto en el que, sin querer, construyó su futuro político, y quién sabe si el propio Brexit, su mayor éxito. Tras salir del Times, el Daily Telegraph le ofreció la corresponsalía en Bruselas, que ocupó entre 1989 y 1994. Y abrió la caja de Pandora.

Su estancia coincidió con la negociación del Tratado de Maastricht, que transformó la Comunidad Económica Europea en la UE actual. Y Johnson hizo todo lo posible para detenerlo, animado por su director, Max Hastings, que le pidió que fuera "lo más pomposo" en sus crónicas, según reconoció el propio Johnson.

Su mayor aportación, sin embargo, fue la categoría del "euromito", la creación de bulos constantes sobre los supuestos planes malvados de la UE para torturar a Reino Unido, a la que pronto se sumaron todos los grandes medios conservadores. En las crónicas de Boris, Bruselas era un nido de perversos burócratas conspiradores que se pasaban el día diseñando las regulaciones más absurdas, destinadas a molestar a los británicos. En cualquier debate soporífero sobre alimentos, Johnson veía un "ataque a las salchichas rosas británicas" o a los "cócteles de gambas", que iban a ser prohibidos. Y lo denunciaba, a toda página, en su periódico, aunque ninguna de estas prohibiciones fuera real. El bulo de que "los plántanos demasiado curvados iban a ser ilegalizados", inventado en 1994, llegó a resurgir en la boca de una espectadora durante el debate televisado antes del referéndum del Brexit, 22 años después.

El género creado por Johnson ha dado desde entonces un sinfín de 'noticias' delirantes: desde que la UE iba a "prohibir" las playas británicas a las campanas de iglesias, pasando por las barras de pan, las carnicerías o las matrículas de los coches. Y mientras, los artistas de circo tendrían que usar cascos de protección de obra y los restaurantes tendrían que llamar al bacalao en sus menúes por su nombre científico, gadus morhua. Todas estas invenciones han contribuido a dañar la imagen de la UE en Reino Unido hasta el punto de que muchos votantes a favor de abandonar la unión apuntaron a "las regulaciones de Bruselas" como su motivo.

Del bolígrafo a la política

Tras volver a Londres, decidió probar suerte en la política, apuntándose al Partido Conservador, mientras mantenía su carrera como columnista en el Telegraph y director en su revista hermana, The Spectator. Johnson nunca ha dejado de escribir en esos medios en sus etapas fuera del Gobierno, en algunos casos con polémicas sonadas, como cuando habló de "la gente de sonrisas de melón" para referirse a personas africanas, defendió el colonialismo europeo o, este mismo año, describió al burka como "disfraz de buzón de correos", apoyando su ilegalización.

Pese a que había prometido al dueño del Telegraph que no intentaría buscar una carrera política propia, en 2001 Johnson aprovechó una vacante en una circunscripción históricamente conservadora para proponerse como candidato a diputado. Su eslogan dejaba poco a la imaginación: "Votar 'tory' hará que a tu mujer le crezcan las tetas y aumenten tus posibilidades de comprar un BMW M3". Sea por esta campaña o no, logró ganar su escaño mientras su partido se descalabraba a nivel nacional ante la apisonadora laborista de Tony Blair por segunda elección consecutiva.

Una vez elegido, apenas asistió a la mitad de las votaciones en el Parlamento y sus pocos discursos fueron "una mierda", en sus propias palabras, concentrado como estaba en dirigir The Spectator. Pero tras la tercera victoria consecutiva de Blair, en 2005, hizo una apuesta que marcó su futuro: apoyó en las primarias a David Cameron como líder 'tory', "puramente por un interés propio, egoísta y cínico", según explicó él mismo.

El triunfo de Cameron le recompensó con la candidatura a la alcaldía de Londres, donde usó su imagen cómica y cercana para convertirse en el "Tory Heineken", capaz de llegar a sectores de la población más obrera que otros conservadores no podían alcanzar. Así, sumó dos victorias consecutivas ante Ken Livingstone, un viejo marxista que había dirigido la ciudad durante 13 años, y del que Margaret Thatcher solo había podido deshacerse temporalmente aboliendo la alcaldía de Londres entre los años 1986 y 2000. Boris fue el primer, y único, 'tory' en vencerle, 27 años después.

Su mandato fue acogido positivamente por los londinenses. Sus mayores hitos fueron los Juegos Olímpicos de 2012 y la extensión de la red de bicicletas públicas -'bicis Boris'- mientras restringía el tráfico. Aunque no se libró de una buena dosis de accidentes. Por ejemplo, compró tres cañones de agua alemanes pese a que la ministra del Interior -Theresa May, en aquel entonces- había prohibido su uso en todo el país. Y gasto más de 60 millones de libras en proyectar un "puente-jardín" sobre el Támesis, pese a una oposición generalizada que finalmente acabó con el plan. Pero Boris parece tener una extraña predilección por los puentes: ha propuesto también construir puentes a Francia e Irlanda del Norte, cruzando el Canal de la Mancha y el Mar de Irlanda, respectivamente.

Una vez salido de la alcaldía, volvió a ser diputado en 2015, esta vez por una nueva circunscripción conservadora en un barrio de clase alta de Londres. Y decidió usar el referéndum del Brexit para acercarse al sueño que había dado por imposible: ser primer ministro. Su primer paso fue decidir de qué lado ponerse. Y, tras escribir dos artículos sobre el Brexit, uno a favor y otro en contra, decidió enviar a su viejos aliados del Telegraph el artículo a favor de salir y convertirse en el líder de la campaña, con la esperanza de suceder a Cameron si triunfaba.

Boris Johnson, en un acto de campaña por el Brexit. Foto: Reuters.

Sus planes, sin embargo, se vieron frustrados por el que iba a ser su mano derecha, Michael Gove. Un error político de Johnson, que dejó pasar por accidente la posibilidad de sacar de la carrera a una de sus mayores rivales, Andrea Leadsom, hizo pensar a Gove que Boris no estaba listo para gobernar. Según relató el periodista Tim Shipman, Boris dejó el teléfono apagado mientras ella intentaba contactarle para ofrecerle integrarse en a su equipo. Solo tenía que enviar un tuit aceptando la oferta. Pero Johnson no miró su móvil hasta que era demasiado tarde. Desesperado, Gove dio a su hasta entonces amigo por imposible y anunció por sorpresa su candidatura. La 'traición' pública llevó a Johnson a retirarse.

Pero su peso en el sector 'brexitero' llevó a May, recién coronada, a ofrecerle el Ministerio de Exteriores, pese a que apenas dos meses antes Johnson había llamado al presidente de Turquía "pajillero" y defendido poder bromear sobre "su amor floreciente con una cabra" en el concurso de "el poema más ofensivo contra Erdogan" de The Spectator, que finalmente ganó.

Y desde esa cartera marcó una nueva serie de errores diplomáticos de altísimo nivel. Por ejemplo, afirmó que una mujer retenida como espía en Irán había estado entrenando periodistas, una mentira que solo aumentó su condena en el país islámico; describió al continente africano como "un país" y recomendó a Libia "retirar los cadáveres de las calles" para mejorar su economía.

Su etapa en el Gobierno terminó tres días después de que May presentara su plan sobre el Brexit en un consejo de ministros. Johnson lo apoyó al principio, pero cambió de opinión al ver que el entonces ministro del Brexit, David Davis, dimitió en protesta, lo que decidió copiar. Y desde el pelotón de diputados rasos se dedicó a boicotear todos los intentos de la primera ministra por aprobar su plan. Solo votó a favor una vez: después de que May prometiera irse si salía adelante.

Dio igual: el fracaso de su plan selló su condena y May finalmente se ha marchado. Y ahora, la figura de Johnson parece inevitable: es el favorito para un gran número de diputados y un tercio de los militantes. Su argumento de campaña es simple: aprobar el Brexit cuanto antes para "poder centrarnos en otros temas", e intentar volver a las políticas que Cameron hacía antes de que el referéndum incendiara el país.

Pero los sostenes tradicionales de los Conservadores están muy preocupados: el semanario The Economist le dio el premio al "peor político de Reino Unido en 2018", tachándolo de "demagogo" y "el político más irresponsable que ha visto el país en muchos años". Y los empresarios no pueden dejar de escuchar la concisa frase lapidaria que pronunció el 22 de junio de 2018, en una reunión con Airbus y BMW, ambos procupados por los efectos que el Brexit podría tener sobre el economía. "Que le jodan a las empresas", dijo Boris, según afirmó el Financial Times y Johnson nunca desmintió. Más de uno temblará, pensando en lo que puede venir en un mes.

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