Internacional

La crisis del covid resucita el keynesianismo en los países que lo enterraron y marca un giro en la economía occidental

  • Tras 40 años de escuela austríaca, Keynes vuelve a tomar el control
  • Trump y Johnson enterraron las ideologías de los héroes de sus partidos
Ronald Reagan y Margaret Thatcher en 1994. Foto: Reuters.

Una de las batallas ideológicas más decisivas a lo largo del Siglo XX, en los países con un sistema capitalista, fue la que protagonizaron John Maynard Keynes y Friedrich Hayek, ambos amigos, defensores del liberalismo y enemigos filosóficos con fuertes diferencias sobre el papel del estado: si debería ser intervencionista o mantenerse al margen de la economía. Keynes dominó los años posteriores al Crack del 29 y, especialmente, los de la pos-II Guerra Mundial, con sus propuestas de gasto público e inversiones estatales. Hayek, por contra, vivió su momento de gloria de la mano de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, que usaron sus teorías como inspiración para sus respectivos países. Una hegemonía que duró cuatro décadas y a la que el covid parece haber puesto fin: Keynes ha vuelto, de la mano de los herederos de quienes le enterraron.

Los dos grandes economistas aparecieron en el momento en que sus teorías parecían la mejor solución para los problemas que atenazaban a la economía en cada momento. La Gran Depresión y la crisis de la posguerra estaban hechas a medida de un economista que animara a los estados a gastar en empleos e inversiones públicas para reanimar una producción en coma y un desempleo por las nubes: si las familias y las empresas no podían poner en marcha la rueda, tenía que ser el Gobierno el que lo hiciera, aunque fuera contratando a gente para que escondiera billetes en un agujero y a otros para que lo desenterraran.

En 1977, el Congreso de EEUU debatió una ley para ofrecer un puesto de trabajo a todos los que no encontraran uno en el sector privado

Hayek, por su parte, saltó a la fama en los años de la 'estaflación' en la década de los 70, cuando el aumento de los precios del petróleo y la ineficiencia de las empresas estatales provocó que los precios se dispararan a la vez que aumentaba el paro. En aquellos momentos, la Escuela Austríaca, que promulgaba la salida del Estado y la privatización de todos los sectores que no fueran imprescindibles, el refuerzo de las patronales frente a los sindicatos y la fuerte reducción de los impuestos -que en algunos lugares alcanzaban niveles superiores al 70% para el tramo más alto del IRPF- resultó la salida al callejón sin salida en el que estaban los grandes países occidentales.

El cambio más fuerte se vio en EEUU: en 1977, con el demócrata Jimmy Carter en el poder, el Congreso de EEUU debatió una ley para obligar al Estado a ofrecer un puesto de trabajo a todos los estadounidenses que no encontraran uno en el sector privado. Cuatro años después, Reagan pronunció su famosa frase: "Las palabras más aterradoras en el idioma inglés son: 'Soy del Gobierno y vengo a ayudar'". Al otro lado del Atlántico, en Reino Unido, el "Invierno del Descontento", con huelgas constantes y falta de suministros, que obligaron a reducir la jornada laboral a tres días semanales, acabó con Thatcher en el poder. Una política que, tras convertirse en líder del Partido Conservador, puso sobre la mesa una copia de Los fundamentos de la libertad, de Hayek, diciendo: "Esto es en lo que creemos".

En ambos casos, el cambio ideológico se quedó a largo plazo incluso cuando el poder cambió de manos. Bill Clinton anunció que "la época del gran gobierno ha terminado" y aprobó reducciones en las ayudas públicas, mientras que Tony Blair no tocó ninguna de las privatizaciones de Thatcher y otorgó independencia al Banco de Inglaterra, algo que Hayek recomendaba y que la líder 'Tory' no llegó a hacer.

Cambio radical

Cualquier persona que cayera en un coma en aquellos años antes de la gran crisis financiera no podría creer el cambio que se ha producido en ambos países. Un republicano como Donald Trump aprobó ayudas por valor de más de un billón de dólares y abrió la puerta a que un demócrata propusiera gastar más de 4 billones entre estímulos y obras e inversiones de lo más keynesianista en su primer año. Y un Gobierno 'Tory' sacó la chequera para pagar los sueldos de cientos de miles de trabajadores durante más de un año, ayudar a empresas obligadas a cerrar e invertir en el norte exindustrial del país.

El cambio tan radical resulta difícil de entender sin los efectos de la crisis financiera de 2008 y la austeridad que se usó para salir de ella. Cuantos más recortes y menores estímulos, peor fue el resultado: más paro, mayor caída del PIB y un mayor pánico en los mercados de deuda. Una mezcla letal que llevó a los bancos centrales a reaccionar con fuertes inyecciones de liquidez y empujó a partidos y líderes populistas por todo occidente, prometiendo un cambio fundamental de políticas.

Los resultados han tocado a Europa, especialmente ahora que la opción para salir de la recesión pandémica no ha sido más austeridad sino emitir deuda conjunta por valor de más de 750.000 millones de euros para repartir entre los estados. Pero EEUU y Reino Unido han sufrido el impacto de lleno: tras pasar por sus propios 'shocks' populistas (Trump y el Brexit, respectivamente), sus Gobiernos han abrazado de lleno el keynesianismo de nuevo.

Especialmente fascinante resulta ver a Boris Johnson llevando a cabo proyectos que defendía el Partido Laborista hace apenas 6 años y que los Conservadores tachaban entonces de "comunistas", lo que le ha ayudado a cosechar escaños por primera vez en las zonas norteñas que venían apoyando a la izquierda en cada elección desde hace un siglo. Incluso ha llegado a desempolvar los planes para desarrollar una estrategia industrial nacional, algo con lo que había acabado Thatcher al considerarla incompatible con el libre mercado, y ha firmado la mayor subida de impuestos desde antes de que la 'Dama de Hierro' llegara al poder.

El problema del keynesianismo es, por supuesto, que el gasto público indiscriminado acaba por provocar inflación y disparar el coste de la deuda. Pero el congelamiento histórico del alza de los precios en niveles mínimos, y los intereses microscópicos y hasta negativos de la deuda en casi todos los países occidentales han animado a los Gobiernos a jugársela de nuevo. Quién sabe si el mundo está entrando ahora en otros 40 años de keynesianismo tras 40 de 'hayekismo', o si la inflación vendrá antes de lo previsto para obligar a girar el timón de nuevo. Pero la batalla de los dos grandes economistas del liberalismo reciente sigue más viva que nunca.

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Comentarios 1

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Nubedelibertad
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En serio, 40 años de economía austriaca? Donde?

FMI creado por el mismisimo Keyness y operativo, bancos centrales interviniendo en la economía de forma continua, deuda de los estados masiva,es decir, la economía mas intervenida desde la segunda guerra mundial no podría estar, estados de bienestar provistos de forma pública casi al 100%.

Quizá lo q vaya siendo hora es de ser mas austriacos de forma sostenida por primera vez en la historia y prescindir de tanto burócrata superfluo nacional y supranacional.

Puntuación 5
#1