Internacional

¿Y si Johnson no consigue que el Parlamento británico rompa el tratado del Brexit? Otras elecciones están sobre la mesa

  • Un veto de los Lores le obligaría a implementar el tratado que quiere romper
  • La única solución para forzar la ley sería ir a elecciones de nuevo
Boris Johnson, en una rueda de prensa sobre el coronavirus. Foto: Reuters.

Es difícil explicar el nivel de caos en el que vive de forma permanente el Reino Unido desde hace cuatro años, cuando ocurrió el fatídico referéndum del Brexit. Finalmente, el pasado mes de enero, tras años de sufrimiento todo parecía claro por una vez: el país había conseguido elegir un Gobierno con mayoría absoluta, que había firmado un acuerdo de salida de la UE que, a su vez, ofrecía una solución a la crisis de Irlanda del Norte. Justo a tiempo para que el país pudiera centrarse en la pandemia de Covid-19. Pero Boris Johnson no estaba tranquilo, o, al menos, eso parece haber demostrado esta semana, con un movimiento que puede sumir al país en el Brexit más duro posible y provocar una crisis constitucional de primer grado... pese a que parece poco probable que se acabe aprobando.

A menos de tres meses de que Reino Unido complete su salida de la UE, este martes el Gobierno británico decidió volar por los aires las negociaciones con Bruselas para aprobar un nuevo acuerdo comercial entre ambos al presentar una ley que, en la práctica, supone la ruptura del Tratado de Salida. La llamada Ley del Mercado Interno daría al Gobierno de Johnson el poder de ignorar "cualquier legislación, convención o regla de cualquier ley europea o doméstica, y cualquier orden, sentencia o decisión de cualquier tribunal" en lo que se refiere a la situación de Irlanda del Norte. Es decir, la violación del tratado y de la ley internacional, como confirmó con estas mismas palabras el ministro para Irlanda del Norte, Brandon Lewis, ante unos anonadados parlamentarios.

La fiscal general del país, Suella Braverman, argumentó esta polémica decisión alegando que la "soberanía parlamentaria" significa que el Parlamento tiene la última palabra sobre todo lo que ocurra en el Reino Unido, y eso supone tener el poder de romper cualquier obligación que le sea impuesta por cualquier tratado que firme. En otras palabras, el Gobierno británico está diciendo que los tratados que firma el país no le obligan a nada: en cualquier momento puede romperlos unilateralmente, y eso es lo que ha decidido hacer con este. Al fin y al cabo, como ha explicado Downing Street, "Johnson firmó el acuerdo muy rápido y sin darse cuenta de lo que aceptaba". Y el grupo de diputados 'brexiteros' radicales confirma que votaron a favor del texto porque Johnson les prometió que "lo cambiarían luego".

Una declaración de principios que muchos de los diputados 'tories' han considerado inaceptable y degradante para el país. Entre ellos, dos ex primeros ministros, Theresa May y John Major, y dos exlíderes, Michael Howard y William Hague; básicamente, todos los dirigentes del partido Tory desde 1991 salvo David Cameron. Es posible que la rebelión en la Cámara de los Comunes, donde el Gobierno tiene mayoría, no sea suficiente para detener la ley. Pero en los Lores, donde ningún partido tiene la hegemonía y donde se sientan muchas viejas glorias de los 'tories', con décadas de experiencia en el Ejecutivo y que están horrorizadas con esta amenaza, es muy probable que el proyecto no salga con vida. Y de ahí salen dos opciones, a cada cual peor.

Humillación... o urnas

Si Johnson acepta su derrota, el resultado sería una humillación doble. El veto de la Cámara de los Lores dura un año, lo que le obligaría a implementar los mecanismos del Tratado de Salida en Irlanda del Norte el próximo 1 de enero. Es decir, la frontera entre la provincia y el resto del país, con controles para todos los bienes que vayan de un lado al otro. Pero la mera presentación de esta ley ha carbonizado la confianza entre la UE y su Gobierno, por lo que es posible que el Brexit sin acuerdo sea ya inevitable a estas alturas, amplificando más aún los daños. Una doble derrota que difícilmente vaya a aceptar.

La única alternativa posible es la celebración de unas nuevas elecciones, las cuartas en seis años, con un referéndum entre medias. A esas elecciones Johnson podría presentarse con la ruptura del tratado en su programa, lo que le permitiría esquivar el veto de los Lores, que están obligados a aceptar lo que vaya escrito en el programa del candidato vencedor. La diferencia, claro está, es que Johnson acaba de pasar un año terrible, con las peores cifras de muertes y contagios por Covid-19 de Europa, que ha desgastado la aprobación del Gobierno. Y, además, enfrente ya no tiene al radical e impopular Jeremy Corbyn, sino al moderado y popular sir Keir Starmer, que ha logrado remontar los 11 puntos de derrota en las últimas elecciones hasta empatar en algunas encuestas y superar a Johnson en la pregunta de "quién sería mejor primer ministro". En otras palabras: unos comicios serían una moneda al aire sin garantía alguna de victoria.

Lo único que está claro es que Reino Unido lleva media década enganchado a las crisis políticas y constitucionales, cuanto más profundas, mejor. Y nada indica que la situación vaya a calmarse pronto.

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