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La ambición del primer presupuesto británico sucumbe al coronavirus

  • Las primeras cuentas de la era Boris Johnson pretendían reducir la austeridad
Foto: Reuters
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El primer presupuesto postBrexit que se presentó este miércoles en el Reino Unido constituye la gran prueba de fuego para un Gobierno determinado a capitalizar la independencia adquirida con la salida de la UE. Pero una cadena de eventualidades, algunas fortuitas, otras provocadas, se ha encargado de complicar el encaje de unas cuentas que no podrán responder a la ambición inicial de Downing Street de relajar el manual de rectitud fiscal dominante en la última década.

Con cuatro semanas en el cargo, la mayor amenaza a la economía desde el colapso financiero y la obligación heredada de reequilibrar la brecha regional, difícilmente podría ser mayor el desafío para el ministro del Tesoro. La llegada de Rishi Sunak al Número 11 había sido casi por accidente, tras la súbita dimisión de su antecesor, por su rechazo a la fusión de equipos instigada por sus vecinos del Número 10. Ni el propio Boris Johnson esperaba que el dócil Sajid Javid se atreviese a una medida tan drástica, sobre todo, a un mes para la crucial cita presupuestaria.

Recambio de urgencia

Sin embargo, será Sunak, de 39 años, quien defienda las apuestas del programa electoral con el que los conservadores ganaron en diciembre, entre las que figura la disputada promesa de no elevar ni IVA, ni contribuciones a la Seguridad Social, ni IRPF. Esta profunda autolimitación restringe el margen de maniobra de un Ejecutivo que ha prometido una oleada de inversión en infraestructuras y el fin de la austeridad, pero si hubo un motivo subyacente que acabaría forzando el exilio de Javid, este era garantizar al primer ministro y su círculo más próximo una mayor laxitud que la permitida hasta entonces por los poderosos mandarines del Tesoro.

Su idea pasaba por relajar la rectitud fiscal impuesta por estos, con la bendición tácita del por entonces ministro, pero una crisis sobrevenida como la del coronavirus ha obligado a reescribir el proyecto presupuestario. Como resultado, la ruptura con el pasado que ambicionaba el reforzado gabinete del Número 10 dará paso a una orientación más cauta, que tenga en cuenta los efectos de un estallido del que Johnson ha dicho que provocará un "período sustancial de alteración" de la normalidad en el Reino Unido.

Habrá un paquete financiera para minimizar el impacto económico de la epidemia

Su materialización práctica significará un paquete financiero para facilitar apoyo de emergencia para los servicios públicos, particulares y negocios, con medidas para mantener la supervivencia empresarial, o respaldar a los autónomos y a millones de empleados que podrían verse incapaces de acudir a sus puestos de trabajo. Paralelamente, el presupuesto incluirá la inevitable partida especial para el Servicio Nacional de Salud (NHS) ante el caos para un sistema ya bajo presión, pese a haber sido de los pocos departamentos gubernamentales que se habían salvado de los recortes más draconianos de la última década.

De esta manera, la máxima aspiración que se puede permitir el estreno presupuestario es reflejar los compromisos programáticos de 2019, como la subida del umbral a partir del que comenzar a pagar las contribuciones a la Seguridad Social, que beneficiará a 31 millones de trabajadores. Sin embargo, tendrán que esperar grandes apuestas como la Estrategia Nacional de Infraestructuras, un megaplan dotado con más de 100.000 millones de libras para estimular la economía con mejorias en la red de transporte y preparar la transición para el cambio climático.

También decisiones estructurales como la de equilibrar el gasto corriente del Gobierno en un plazo de tres años resultarán extremadamente difíciles, sobre todo, porque apenas dejarían margen para flexibilizar el gasto público sin subidas de impuestos, una ecuación que pondría al Tesoro ante una delicada tesitura: aumentar la presión fiscal, a lo que es reacio; o arriesgarse a que las constricciones sobre la inversión impidan que el mensaje del ansiado fin de la austeridad se deje notar en la calle.

A su favor, Sunak tiene la excusa de que las trabas existentes no habían sido decididas por él, lo que le ofrece, políticamente al menos, un comodín para introducir cambios. Los obstáculos en su contra, no obstante, tienen un calado mayor, puesto que el mapa electoral de diciembre dejó en herencia una incómoda alianza en la que está obligado a contentar a las bases tradicionales conservadoras, con los anhelos de las clases trabajadoras del interior y del norte de Inglaterra, que por primera vez habían votado tory.

La hegemonía de la derecha dependerá vitalmente de mantener su apoyo y este estará supeditado a la capacidad del Tesoro de demostrar que sabe dónde invertir.

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