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¿Puede Boris Johnson sobrevivir tras incumplir su promesa de Brexit el 31 de octubre "a vida o muerte"?

  • Las urnas son su única oportunidad de redimirse y pretende jugársela a la carta El Pueblo vs. el Sistema
Johnson a las puertas del número 10 de Downing Street. Imagen: EFE
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La confirmación de la oferta de la Unión Europea de ampliar la permanencia de Reino Unido hasta el 31 de enero se ha llevado por delante la gran promesa que había encumbrado a Boris Johnson hasta el Número 10, que el Brexit tendría lugar a final de octubre, "a vida o muerte".

Consciente del daño político que no materializarla amenaza con acarrear, tanto internamente, como ante la opinión pública, el Gobierno dice mantener la preparación para una salida sin acuerdo este jueves, pero el peso de la realidad lo ha llevado a centrarse en un nuevo frente: el adelanto electoral, un flanco con el que el primer ministro aspira a desviar la atención del fracaso y resarcirse del descalabro de su estrategia.

Johnson tiene a su favor, al menos de momento, la percepción de la ciudadanía de que la prórroga, la tercera ya, no es responsabilidad suya, sino de Westminster.

La prioridad fundamental ahora es capitalizar en las urnas la frustración por la demora

La práctica totalidad de los análisis demoscópicos evidencian que la impresión mayoritaria es que el premier lo ha intentado todo, una opinión que dice mucho sobre la eficacia del apostolado propagandístico de Downing Street: dada la aritmética parlamentaria y la propia división en el Partido Conservador, nada sugería que el compromiso de ruptura el 31 de octubre reiterado ad nauseam tenía fundamento alguno.

De ahí que la prioridad fundamental ahora sea capitalizar en las urnas la frustración por la demora, retratando al premier como el adalid de la voluntad democrática, frente a un conglomerado en el que desde el Parlamento, hasta la propia judicatura, son cómplices de una conjura para revertir el resultado del referéndum de 2016. La narrativa El Pueblo Contra el Sistema es, fundamentalmente, la munición con la que el primer ministro pretende batallar en unos comicios que, gracias a la inesperada intervención de los liberal-demócratas y los nacionalistas escoceses, semejan finalmente factibles este año.

El órdago, no obstante, contiene riesgos importantes que podrían acabar no solo con los tories en la oposición, sino con el Brexit truncado, al menos, en la fórmula ambicionada por el núcleo duro eurófobo, clave para el ascenso de Johnson a lo más alto del poder y para la propia viabilidad de su acuerdo en Westminster. De momento, los electores aprecian su determinación por materializar la salida a tiempo, pero su suerte dependerá vitalmente de que esta magnanimidad dure hasta las generales que espera haber convocado en diciembre.

Sus expectativas son elevadas, no en vano, se trataría de un candidato que estaría apelando a la confianza de los votantes tras haberse saltado su principal promesa, pero tiene la ventaja de una oposición extremadamente dividida, con un Laborismo incapaz de acordar siquiera si acepta el envite electoral y sin una clara propuesta de salida. Si es capaz de neutralizar la amenaza del Partido del Brexit, potencial foco de atracción para quienes no le perdonen el retraso, Johnson tiene la prerrogativa de que, con él, los ciudadanos saben qué esperar: tiene un acuerdo pactado con Bruselas e, importante, ha conseguido que, en principio, el Parlamento dé luz verde a su tramitación.

El mérito de haber convencido a la UE de reabrir el tratado de retirada constituye un más que notable punto a favor

Es más, el mérito de haber convencido a la UE de reabrir el tratado de retirada constituye un más que notable punto a favor en una campaña, a la que podría concurrir con la credibilidad de haber persuadido al bloque comercial más grande del mundo de que eliminase lo que los Veintisiete habían dado por innegociable: el denominado backstop, es decir, la salvaguarda para evitar una frontera dura en la isla de Irlanda.

Vender electoralmente los logros de las últimas semanas será un trance complicado, cuando su propuesta de Brexit, ciertamente, impone un linde entre Gran Bretaña (Inglaterra, Gales y Escocia) e Irlanda del Norte y no fue suficiente para cumplir con su promesa de divorcio el 31 de octubre. Las urnas, sin embargo, constituyen la única redención que podría redimirlo de no haber mantenido su palabra y ofrecerle una oportunidad de romper la parálisis al norte del Canal de la Mancha.

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